Y tenemos que acrecentar y potenciar cosas inéditas en nosotros. Hacer frente a un suelo extraño y resbaladizo. Porque debajo de nuestros pies no está ahora la seguridad bastante plena de antaño. Y lloramos por adentro, y nos ponemos a cavilar en busca del malo que nos jode la vida. A la busca y caza del chivo expiatorio.
Y va y resulta que no lo hay. En esta película trágica, no hay malos. El único hijoputesco culpable es una cosa tan pequeña que solo se ve por un microscopio. ¿Cómo le vas a dar una buena leche a un virus? ¡Es imposible! ...
Sí. Vivir en el contexto de la inseguridad. Es el momento actual, que pareció precipitarse en Marzo y que aún no ha parado de dar por saco. Vivir inseguros no es lo mejor para el ser humano. Nunca lo fue. Tendríamos que remitirnos a los orígenes del sapiens y leer todo su currículum vitae hasta llegar a nuestros días.
Lo que pasa es que esto es Occidente, el mundo, España, el sol, el buen clima mediterráneo, la calle, la fiesta, el encuentro, la tradición, el ocio, el placer, la libertad y los deseos de mejora en esa libertad.
Estamos en shock interior y colectivo. Y percibimos que se ha perdido la impermeabilidad, y que no hay ropa a adquirir que nos libere plenamente de la lluvia constante del contagioso Covid-19.
Las remisiones a la resistencia del hombre sobre la Tierra, nos pueden ayudar no a hacernos sonreír, pero por lo menos a darnos cuenta de que dentro del tremendo azar que es el existir, hemos sido capaces de resistir a las situaciones más adversas. Y supimos refugiarnos en las cuevas, y plantarle cara a los animales gigantescos y salvajes, ir ganando territorio construyendo grupos y tribus, siendo aventureros del bienestar y de la curiosidad, y culos inquietos que nunca han tirado la toalla.
El ser humano siempre actúa al contraataque frente al gran peligro. Porque es inteligente. Primero se aleja y se esconde, piensa y reflexiona, y luego actúa y sale victorioso. Esto último es casi la definición de la etiología de la Ciencia. De la ciencia y de la supervivencia.
Aquí y ahora, en 2020, nos habíamos vuelto muy prepotentes y lenguaraces en los países ricos. Por donde pasaba el hombre, nadie más se atrevía a rivalizarnos. E incluso tenemos preparados elementos para desviar posibles trayectorias de amenazantes meteoritos con destino terrestre. Es como si aparentemente lo tuviésemos todo controlado.
Y aquí está la Seguridad Social, y nos habíamos preocupado por las enfermedades y todo eso. Lo virológico estaba como la Filosofía, un tanto empolvado en cajones. Pero bueno, bien, vale, oye ...
Ahora puede pasar que enfermemos. Muchos, han fallecido. Otros millones se han contagiado. Y tenemos una prisa de la leche para que esta pesadilla se acabe de una puta vez. Estamos mentalmente cansados. La cuestión es qué podemos hacer cuando nuestra vida no es tan segura como lo era antes.
Y aquí y ahora se impone la lentitud, el talento, la serenidad, el estudio de lo que sucede, y la plena confianza en los científicos, que son los que realmente van a saber manejar toda esta pandemia. En vez de buscar apresuradamente malos malísimos, debemos frenar lentamente y escuchar con confianza y humildad a los que saben de esto porque han estudiado y conocen mejor que nadie estas cosas. Todo es cuestión de tiempo, paciencia, y de obediencia de todos nosotros. Todos a una. Sin negacionistas frikies y de la risa, con los menos enfados posibles, y manteniendo la cabeza fría y la plena concentración sobre la realidad.
Siempre ha sido así. El talento y las soluciones surgen del sufrimiento y de nuestra disconformidad ante tal sufrimiento. Y a partir de ahí las cosas se enderezan y resuelven. Como también pasará ahora.
-Y SIN NECESIDAD DE SER OPTIMISTAS-
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