viernes, 3 de marzo de 2017

- LUIS ENRIQUE, GENIO Y FIGURA -



Astur y racial. Le recuerdo cuando era futbolista. Delgado, larchirucho y con potente personalidad. Uno de los mejores jugadores de su generación. Militó en los dos grandes trasatlánticos españoles,-Madrid y Barça-, y en ambos destacó, así como en la Selección española en donde reflejado y mediático quedó su tremendo enfado con el árbitro en el Mundial de Estados Unidos en donde dentro del área el italo Tassotti le rompió la nariz y el colegiado no pitó el penalty.
Luis Enrique Martínez, es fútbol en estado puro. Orgulloso y con categoría, inició pronto sus pinitos como entrenador en Italia. Hasta que finalmente dio un salto espléndido hasta aterrizar nada menos que en el FC Barcelona.
Y allí, en un Barcelona que aún olía a gloria del mito Guardiola y huía del inoperante "Tata" Martino, Luis Enrique logró llevar al equipo azulgrana nuevamente a la cima de todas las competiciones nacionales y europeas. Lo ganó todo, y ahora al tercer año nos anuncia su adiós.
Le avalan sus títulos y sus éxitos, pero no tengo nada clara su talla de técnico porque podrían enamascararle la excelsitud de Messi o el talento de un Iniesta en declive pero siempre decisivo.
Luis Enrique es abrupto y carece de diplomacia. Sabelotodo, prepotente, y sin concesiones a la sonrisa. Es así. Sigue siendo el guerrero aventajado que fue de futbolista, se conoce el panorama del balón redondo como pocos, es listo, nada le sorprende, y siempre recordaremos decepcionados su actitud de perfecto maleducado ante los periodistas en las ruedas de prensa.
Luis Enrique no es ni será complaciente. Aparece como apasionado y pasota a un tiempo. Habla como un hombre de pueblo, pero experimentado y sagaz. Es borde y sabe sin pretenderlo dar la nota de acritud. Siempre se le veía tenso y enigmático, oscurantista, a la defensiva e hierático. El asturiano nunca rehúye las peleas ni estando arriba. Y es craso error. Porque un entrenador top debe ser un seductor a los medios y desde ellos. Pero siempre prefería ponerse la venda ante una hipotética herida.
Unos le detestan y otros le admiran. Pero en general no puede caer bien un tipo que se enfrenta sin remilgos a los representantes del poder del periodismo. Luis Enrique no es que no crea en los periodistas, sino que lo que no desea es que le asaeteen con las preguntas recurrentes y habituales que por cierto no son más que las habituales en este deporte pasión que dura todo el año menos un mesecillo para disimular.
Se dicen muchas cosas sobre este personaje peculiar y heterodoxo. Que si al equipo se lo hacía Messi, que si la directiva pasaba de él, que si le traían jugadores mediocres y él se encogía gandulmente de hombros, y mil cosas inexactas así. De un enigma cabreado y volcánico como Luis Enrique, nunca sabrá tu mano derecha lo que pueda saber la izquierda y viceversa. 
Parece ser que el asturiano no era de amanerados tiki-takas, y que intentaba ser práctico, rápido, vertical y concreto. Que gustaba de darle velocidad al juego aunque no contase con jugadores idóneos para esa idea. Y que su errada cabezonería le llevó al pasotismo del silencio y del conformismo. Le honra que siempre asumiera él y solo él las derrotas. Dio siempre la cara aunque solo fuese para lanzar las escaramuzas con los chicos de la prensa.
Luis Enrique será historia en Can Barça en escasos meses. Cuando acabe la presente temporada, dirá adiós. Y entonces se buscará a un entrenador más mesurado y menos retador y en guardia ante las comparecencias televisivas.
Mala leche eterna la del asturiano, que eclipsa un excelente bagaje de resultados y un juego discutido. La prensa pierde a un león de rivalidad en el olimpo y eso nunca es grato. Porque el periodista siempre como fiscal hurgará para intentar saber lo más posible de la cuenta. No han podido con Luis Enrique y tiene mérito. Es corajudo y resistente, con su gen batallador e indomable.
¡PUTXA ASTURIES!

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