sábado, 11 de marzo de 2017

- CINE ESPAÑOL: "TARDE PARA LA IRA". -



Esta espléndida película española tiene la virtud de no eludir. La osadía, de meterse en sabores y regustos que rechazamos pero que perviven. Y en el subsuelo de la normalidad que es la marginalidad, hay leyes y razones que aparecen abruptas y reales.
La mirada del protagonista, es una mirada de tanto odio y dureza que sobrecoge. Es el deseo definitivo de su venganza sin paliativos ni concesiones a la amabilidad. Es un film desnudo y más que oportuno porque raramente meterse en las cloacas de los sentimientos chuscos de la vida no hace que se desvíe hacia la fábula para aproximarse a lo posible y probable.
El seco impacto de una letal bala procedente de una definitiva escopeta, te deja pegado a la butaca y te concentra para que sigas viendo la consecución de las escenas.
No hay fiesta aquí. Aunque el ambiente parezca musicalmente rumbero y vital. Hay mucho dolor ahí. Hay un límite de excesividad que para los no excluídos puede parecernos macabro y superado.
Es lo mejor de la peli del director Raúl Arévalo. Su descenso y su foco sobre temas feos y arriesgados. El no olvidarse de que hay otras espantosas realidades debajo de eso que entendemos como normalidad social. Lo no grato, lo terrible, lo mortal, las vendettas, las miserias sin esperanza, la pobreza en un sentido general, aparece en "Tarde para la ira" con una efectividad y un éxito evidentes.
Porque en ningún momento hay violencia gratuita ni sangre recurrente. Solo hay motivo en el ojo del odio que pare destrucción y mortandad. En el negro y heridamente vacío del protagonista, solo queda ya el desierto y la miseria de sus leyes del justicierismo y de su decisión fou y fatal.
Ha perdido toda la ilusión por la vida y quiere dejarlo todo, no sin antes culminar su venganza sobre aquellos que le llevaron a su desnuda desesperanza.
El vengativo protagonista tiene tanto odio que no le colma ni el sexo, ni las mujeres hermosas o las substancias que le cambian el color a su tedio a distracción de evasión.
El hombre del odio ya no tiene nada más que hacer aquí que no sea depredar en busca de su objetivo camino de la derrota y de la muerte. No puede evitar que sus ojos indiquen el peor de sus caminos. Sabe que le han jodido del todo, que ha perdido, que perderá, y que nunca jamás ganará nada porque el brillo se fue y murió.
Renuncia y desobedece con todo. Lo único que hará será intentar que no le quiten de en medio antes de cumplir sus terribles deseos de vendetta. Pacta con un compañero de atraco, y le dice que si delata a quienes le hicieron daño le respetará la vida a él y a su amante.
Lo cumple. Es capaz de sortear los peligros de su vida de bajos fondos en donde imperan otros valores, y es riguroso con el pacto y la promesa dada. Tras vengarse de todos sus rivales, deja sin muerte y cumple lo que indicó. Es noble dentro de su mundo despiadado e ilegal. Muestra navajazos, tiros y escapadas delante de los agentes.
Hay contraleyes y hasta ética o moral ahí abajo en donde está la mierda. Hay gente de fiar dentro de su panorama estremecedor y maléfico. Hay rectitud en su apuesta loca, y el protagonista agarra bien ese papel ejecutándolo con la complejidad de la menoridad, pero también en su renuncia al placer es capaz de hacer distintivos en otras personas.
Peliculón durísimo no apto para quien va al cine a pasar el rato. Esta película tiene tanta verdad y plomo, que puede entrar en ti y ponerte mal cuerpo.
-POR ESO ES EXCELENTE-

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