jueves, 6 de enero de 2022

- PACA LA PUTA. -



Don Deseo siempre acaba atacando. Yo, vagaba por la cotidianeidad flotando entre mi extraña supervivencia. No me encontraba nada bien. Era mi segunda adolescencia. O, mi primera juventud. No me sentía capaz de socializarme ni de abordar nada serio. Y falto de fuerzas, decidí aislarme ante la pasividad de todos los míos y cercanos.

Pero Don Deseo no tiene matices, preámbulos ni lemas. Y todo coincidió con una España que se abría al sexo y rompía tabúes. Y cuando te ataca ese deseo universal e inevitable, llega un momento en que la autosatisfacción no sirve. Casi era mejor ver los primeros desnudos y las primeras películas pornográficas en los cines estigmatizados, excitantes y prohibidos, que meterse en el wáter sin mirar el reloj, o las revistas porno. No. Don Deseo quería libertad. Mucho más ...

Viendo películas porno, no solo vi bellezas increíbles y hazañas excitantes. No. En aquellas películas había mucho límite al deseo. Y tal deseo no conoce los miramientos. Recuerdo que salía excitado del cine al ver aquellas impactantes hembras ahora vintage, pero Don Deseo me empujaba con toda la fuerza de su viento y de su hormona libre. Tuve que dejarme llevar por el emperador de los sentidos ...

¿El barrio chino? Humillante al principio. Decidí ser finolis y penetrar en las cabinas de los sex shops. Antes habían muchos. Ni siquiera eran tiempos de vídeos. En los años setenta, el mundo era bien diferente. Y además, yo deambulaba por tal sociedad con el desamparo de un alma olvidada y en pena.

El barrio chino estaba lleno de gente rara. Lo descubrí porque una vez mi padre me hizo caminar por sus calles. Ahora, me tocaba a mí. Don Deseo me ofrecía su ígnea seducción. Excitación también debería significar mujer que da placer.

Un día, ya no pude más. El deseo era brutal, a pesar de ser consciente en mi autosatisfacción compulsiva que yo padecía de una fimosis, la cual en mi entorno familiar debía llamarse tabú, y llevar el problema con absoluto silencio y con un tremendo dolor interno.

¡A la una, a las tres, y al barrio chino! A escasos diez minutos de la casa de mis padres. Había que romper el miedo y la roja vergüenza, como fuera. Pero ya tenía que ser cosa mía. Don Deseo me miraba descaradamente a mí, a mis tics en los ojos; al fondo de mi alma confusa penetrando a saco en el interior de mi absoluta naturalidad de personita que también sentía. Sentir, es un verbo inevitable que a todos nos llega. Más pronto, más tarde, o constantemente ...

Sí. Regateé a una de las calles adyacentes, y entré en el barrio chino. Estaba lleno de viejos reprimidos, de gentuza, de desalmados, de desheredados sociales, y de gente con una enorme dosis de dolor y de violencia contenida. Mas yo debía estar ahí. No me veía con otra opción. Y miré por las ventanas de las casas de putas que estaban al acecho. Y casi sin saber cómo, abrí las puertas de los garitos y allí estaban las mujeres que ejercían la prostitución.

Algunas, se sorprendían al ver mi porte de chico joven. De yogurín entre viejales. ¿Qué haría allí un chaval que no pertenecía a tal mundo?, debían pensar las meretrices...

Mis ojos, ya eran totalmente esclavos de Don Deseo. Buscaba entre las putas, buscando la más excitante, no quizás la de más pinta de puta, sino algo llamemos más original y novedoso para mí. Mi ingenio y mi peculiaridad en el deseo, parecieron encontrar pronto unas respuestas ...

Paquita la puta, sería mi elegida. Don Deseo casi que elegía por mí. ¿Cuánto dinero valdría una puta? Dependía de tus posibilidades económicas y de tus aspiraciones eróticas.

- "¿Cuánto?", le pregunté yo a una mujer muy alta y con  curvas, la cual desde luego que ya no cumpliría los cincuenta y cinco años ...

Las demás prostitutas, eran casi todas más jóvenes. Me miraban entre celosas y sorprendidas. Porque la puta Paca, no era de las más solicitadas, y menos por las puteros bien jóvenes como yo.

La tal Paca, me miró un tanto desconcertada. Hasta que se percató de que mi mirada azorada solo la dirigía hacia ella. Y Don Deseo emergió entre todas las dudas. La mujer, reaccionó finalmente, se vino hacia mí, me dijo la cantidad, y que no me preocupara. Que, en unos segundos volvería, que tenía que pagar la cama primero, y después ya hablaríamos ella y yo. El precio de la cama era para todos igual ...

A los pocos minutos reapareció Paca, y me hizo un gesto para que la siguiera. Los puteros y las putas me miraban un tanto alucinadas, y yo rojo como un tomate seguí a la mujer hacia la habitación. La dueña del puticlub, me dijo que le pagara en ese momento la cama. Se la pagué, y entonces la puta Paca, me sonrió ...

- "¡Ven", me espetó. Y añadió: "Y ya me dices qué es lo que más te gusta. Eres muy guapo y simpático tú, cariño ..."

Fue pronto. En seguida noté que la tal Paca era tartamuda. Morena y grandota, con buen pecho y grandes ojos, muy madura, y casi maternal y simpática. Parecía tratarme como una madraza al verme asustado. Absolutamente acojonado. Era mi primera vez. O, podía serlo ...

Paca se fue desnudando, y yo le dije que no se quitara las medias, y que me permitiera a mí quitarle la ropa. Paca, sonrió entre carcajadas y potentes tartamudeces. Entendí que debía haber sido una mujer maltratada. Por cierto que sería interesante descubrir en aquellos años qué sería una mujer maltratada, y más concretamente los motivos que llevarían a aquella señora a dedicarse a tan sucia profesión. Lo que estaba claro, era que Paca hacía de tripas corazón. Le echaba valor a la vida. Al mal tiempo, le hacía buena cara. Aunque su procesión interior seguro que se parecería a una película de terror psicológico quizás nunca asumido. Jamás. Eso no hay que hacerlo. Es mejor en esos casos no pensar absolutamente en nada. Solo en el día a día del sobrevivir. Ser puta es indigno, pero estar muerta muchísimo más.

Paca puso su culo en pompa, y yo traté de pensar que no sufría una evidente fimosis. Al intentar la penetración, me hice daño. Paca, experimentada, pronto se dio cuenta. Se limitó a mirarme un tanto sorprendida, y yo traté de reaccionar bien pronto. Había aprendido que en las películas guarras había mucha más actividad que la mera penetración.

Me lanzó mi deseo y quizás mi rabia y mi desolación. Acerqué en un decidido movimiento mi boca a sus partes, y Paca se dejó hacer y sin imaginar ninguna de mis aprendidas habilidades. Don Deseo me decía que también el cine puede ser un gran maestro personal y sexual. Y descubrí mucho de mí mismo.

La puta Paca no es que fuera muy sensible en su zona íntima. No. Lo que ocurría era que los puteros despreciaban la sexualidad de las mujeres, y solo se preocupaban generalmente de su propio placer.

Me gustó mucho apreciar y descubrir cómo gozaba conmigo la puta Paca. Su clítoris estaba desbordado por mis quehaceres insistentes, y la mujer iba encadenando orgasmos. Intentaba retrasarme mi cabeza con sus manos, pero no lo lograba. Yo, también quería hacerla estallar de placer una y otra vez. A falta de un miembro penetrador, el juego de mis labios y mi lengua, debería ser compensador. Aquello, no parecía terminar nunca, y Paca estaba gratamente sorprendida. Casi a mi merced. Hasta que la dueña del puticlub, me dijo que el tiempo se había acabado. Y entonces, Paca me dijo:

- "¡Eres un tío de puta madre!, ¿sabes? ..."

Lo único que supe, es que estaba demasiado sudado. Era verano y hacía calor. El puticlub o garito, padecía una atmósfera asfixiante. Una sauna. Y la puta Paca intentó ayudarme a encontrar la puerta de salida, y por supuesto a sugerirme que volviera bien pronto a por élla. Sí. Siempre estaría esperándome.

- "Me llamo Paca. Si no me ves, es que estaré con alguien. Tú, pregunta, que yo bajaré corriendo. Eres un cielo. ¡Y te lo digo de verdad! " ...

No. Yo apenas escuché esas palabras. Me sentía el pelele más sucio y perdedor de la galaxia. Y cuando logré estar en el exterior del barrio chino, entonces me sentí arcadas hacia mí mismo. ¿Cómo había podido caer en aquella perversa tentación? Don Deseo se había escondido, y mis dientes sabían a amargo y a asco. Bebí en una fuente, y tiré el agua. Quería limpiar aquella fea sensación. Como si no hubiera sucedido lo evidente.

No podía volver así a mi casa. Todo sudado y hundido anímicamente. De modo que decidí hacer tiempo con el fin de disimular el sudor de la ropa y las greñas de mi pelo.

Cuando llegué a casa, volví a avergonzarme. La tierna capitana general que era mi madre, tiró de intuición. Algo, no le cuadraba. Pero aún así logré disimular. Si se enteraba iba a ir a la calle, y a recibir una paliza inolvidable. Era la hora de la cena. La comida no sabía a alimento sino a parte íntima femenina ...

Yo, seguía siempre en aquel tiempo a la deriva total. No estaba bien, y no había profesionales en este país, sino pastilleros adscritos al régimen franquista que marcaba la moral y el pecado. No me sentía capaz de relacionarme con nadie, y lo más inmediato significaba huir hacia una errática zona de confort. No me atraía el comprarme una cadena musical, o una bici, o sacarme el carnet de conducir. Todo sobraba y estaba mal. Mi vacío interior, me devoraba y detenía mi tiempo de crecer. ¿Las novias y todo eso? ... ¡Ni hablar! A mí siempre me ha gustado ofrecer lo mismo que me dan. Ni un céntimo en deuda. Odio profundamente a los pagafantas, y a quien dice ayudarme sin conocerme. A ésos, los detesto todavía más. De modo que Don Deseo no se iba a detener. Y el fin de semana me metía en un cine sexual y prohibido, y allí soñaba y me excitaba. Buen ardid el de Don Deseo. A la salida del cine, tenía muchas ganas de desahogarme y de sentir placer con una mujer. El barrio chino volvía a ser una tentación inevitable para mi ser. Y esta vez ya no iba a ir buscando a ciegas por cualquier sitio. Fui directamente al garito de la puta Paca, la cual fumaba como un carretero.

En cuanto me vio, pareció comprender mis apuros, y me hizo un gesto sutil. Y pronto estábamos los dos en la habitación. Pagué a la dueña el precio stándar, y luego solté todo mi juego carnal de deseo en las partes de la potente y morena Paca. Esta vez la mujer se hallaba mucho más tranquila. Tocó en varias ocasiones el cielo con las manos. Y al terminar, sentí una gran frustración. Paca, me dijo:

- "¿Sabes? Soy yo la que debería pagarte a tí ..." Y a continuación me sonrió con ternura y picardía.

Sin duda que la puta Paca era una excelente persona, la cual le daba al morapio y al cigarro. Su tartamudeo era potentísimo, y pasado el tiempo negro aquel, yo no la recuerdo con excesiva antipatía.

Lo que sé es que estaba furioso. Todo era un no en mi vida. Y ya nunca más volví al barrio chino. Bien es cierto que hice amagos. Pero esa sensación de putero absurdo me descolocaba todavía más aún la vida. Yo no quería ser putero. Como toda esa gente que había allí. Yo, no sabía muy bien lo que quería ser. Pero tenía claro que un putero más, ni hablar ...

Un día decidí cansarme físicamente a ver qué sucedía. Me hice corredor popular de marathón, y todos los días entrenaba aunque lloviera o hiciese frío. Y ya no lo dejé. Corrí por inercia siete marathones, conocí a gente del club pionero de mi ciudad y entrené los sábados con ellos. Todo fue un sueño evasivo y defensivo. Una fantasía con afán compensatorio. Todavía no podía saber lo que quería ni qué era de mí. Mi yo parecía haberse esfumado. Hasta que un día alguien me habló de una tal M. Sánchez, y ella me dijo que probara con ella y en su consulta. Pero como no tenía dinero, debí pedírselo a mi errática y santa madre,-mi padre ya había fallecido y hubiese sido imposible que me lo diese dado que yo le conocí bien-, pero mi madre se negó a ayudarme. Desesperado, la propuse que se entrevistaran ella y la citada M. Sánchez. Mas mi madre siguió erre que erre. Aunque al final de mis insistencias, mi madre me dio dinero y pude comenzar un trabajo sanitario y personal que duró décadas. Y hasta que las cosas empezaron a fructificar positivamente y mi salud yéndo recuperándose, hubo momentos en los que  Don Deseo me atacó resistente y profundamente. Y un día y por curiosidad, me adentré en el barrio chino intentando que Paca la puta no me viera. Sentía una mórbida nostalgia. Y va y la puta Paca logró divisarme, y comenzó a decirme cosas interrumpidas por su estrepitosa tartamudez. Me largué de allí física y mentalmente. Y nunca más la he vuelto a ver. Porque gané en autoestima. Y por mil millones de razones. Dudo que hoy por hoy recabara los servicios de una prostituta. Cada vez más, veo esa posibilidad más lejana y utópica. Porque tengo más salud. Mucha más. La puta Paca es una evocación real de un tiempo navideño que afortunadamente ya se fue. 

Por eso me alegro de que mi salud siga fuerte y suficiente. Que es lo que le pido al año 2022. ¡Que me quede como estoy! ...

-OTR@S, SIGUEN DERROTADOS EN CUALQUIER LUGAR-


 

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