sábado, 1 de febrero de 2020

- LA "REAPARICIÓN" DE MARITERE. -




De Maritere, solo tenía yo su recuerdo. Sí. Mi pobre madre, sin apenas recursos de salud y sin ser capaz de establecer vínculos de afecto con gente de fuera del ámbito familiar, decidía todos los domingos llevarnos a casa de mi tía Maruja, que era prima hermana de mi madre y su mejor amiga por no decir que la única. Pero mi tía Maruja falleció pronto de un ataque al corazón, y mi extraña y entrañable progenitora decidió enfadarse con el destino y nunca más nos llevó a mi hermano y a mí a aquella casa sita en la Avenida Onésimo Redondo y que ahora se llama Avenida del doctor Peset Aleixandre. ¡Democracia! ...
Fue un buen cacho de mi niñez. Recuerdo que salíamos los domingos de casa, mi madre, mi hermano y yo, y nos íbamos andando los tres unos cinco o séis kilómetros para ahorrarnos pagar el viaje del autobús urbano, y allá a las cuatro ya estábamos delante de la tele en donde moraban mi tía Maruja, su sevillano y trabajador marido el tío Juanito, y mis primos María Amparo, José María y Juan Miguel.
En aquella finca, y puerta con puerta, vivía el tío Miguelito,-hermano de Maruja-, junto con su mujer Eloísa y su hija que era mi prima, Maritere. Y en un momento dado de la tarde dominical, o a punto de volvernos allá sobre las nueve para casa, llamábamos a la puerta contigua para saludarles con afecto. Nunca olvidaré la risa un tanto impostada de mi tío Miguelito. Pero, afectuosa y de padrazo.
A aquella Maritere de mi infancia, la recuerdo poco. Y cuando lo hago, me viene entre las nieblas del recuerdo una niña más mayor que yo, casi una jovencita o sin casi, con mucho carácter, y no sé si llamar frialdad o timidez.
Y, poco más. Aquello terminó y nunca más pude ver a todas esas personas. Y así, calculando, pasaron cinco décadas. Yo, tendría entre siete y diez años, y ahora tengo cincuenta y nueve. Todo fue recuerdo. Era recuerdo. Es recuerdo. Hasta que ...
Hace un par de años que asisto a unas charlas que tienen lugar en el interior de un bar cercano a mi casa con una frecuencia semanal. Allí, encontré y conocí a alguien con la que acabé simpatizando porque era muy natural y de un hablar impulsivo y poco sofisticado.
Y la vida a veces te sitúa entre sorpresas siempre inesperadas. Deben haber muchas sorpresas para que la vida tenga lógica o sentido. Por eso es vida. Al acabar una de las charlas, caminé con esta mujer porque tomábamos la misma dirección. Ella cogería al llegar a la Gran Via una línea de autobús, y yo seguiría marchando camino de mi casa. Y mientras, discrepábamos acerca de nuestra lengua vernácula que es el valenciano. Y la reté a que continuáramos hablando en nuestra lengua madre. Y aguantó todo el rato hablando valenciano como yo y sin tener que recurrir al castellano. ¡Se consiguió!
Se llama Teresa esta señora. Y yo le decía que mi abuela había nacido en Nules, provincia de Castellón y le dije su apellido. Y ante mi sorpresa, la mujer me dijo que su abuela también había nacido en el castellonense Nules.
- "¿Tu abuela nació también en Nules?", me espetó la mujer.
- "Sí.Claro. Mi abuela Carmen. Pero no es casualidad. Ese apellido que me dices, Teresa, es muy de Nules. Si entras en su web municipal y buscas comercios, eso está lleno de gente con ese mismo apellido y ..."
- "José Vicente. Pero, tu abuela, ¿seguro que? ..."
- "¿Qué, Teresa? ..."
Y Teresa me dijo su nombre completo.
- "¡Osti! Me suenan todos esos apellidos. Por mi tío Miguel y por la tía Maruja, Teresa ..."
- "José Vicente. No me digas más. Tu tío Miguel fue mi padre..."
- "Pero, Teresa, ¿vosotros no vivíais en la antigua Avenida Onésimo Redondo? ...
- "¡Exacto! ..."
Sí. Vivían. Como siempre. Yo vivo en mi calle de toda la vida, y ella sigue viviendo en donde siempre. Mas os confieso que todo esto no me extraña y no es más que consecuencial y sintomático. Como lo es el transcurrir de mi vida, la cual está en las antípodas de lo convencional. ¡Sí y sí! ¡Teresa era aquella Maritere de mi niñez! ¡Mi prima Maritere! Aquella jovencita de los años sesenta. Y la había estado viendo y coincidiendo con ella hacía un par de años y sin saber que era mi prima. ¡Mi familia alejada y olvidada! ¿Increíble? ¡Nunca! Lo que le pasa a la vida será llamativo pero nunca sorprendente. Siempre hay unas lógicas finales.
Ahora es como si estrenara prima. Y a partir de ahora ya no la llamaré Teresa, sino Maritere. Tengo su teléfono y su simpatía, y la sensación de extraña orfandad se palía.
La Maritere de ahora va a la suya. Muy independiente y a la vez protectora. Vivió. Vive. Está ahí. Ya nunca podrá ser realmente mi prima porque siempre el destino decide. Porque el destino es burlón. Me he alegrado de habernos reindentificado. De haberme encontrado con lo que hoy es en persona aquel nebuloso recuerdo de Maritere. Siempre es una satisfacción. Pensaré más en ella, algo en ella, lo suficiente con ella. La respetaré aún mucho más. Soy familiar y protector, aunque la familia verdadera nunca estuviera.
A veces todo es un misterio, y el pasado conecta con el futuro. Maritere es un ejemplo de ello. Y seguiremos hablando de Nules, y de nuestra familia que yo no pude disfrutar, y haremos las cosas al día y sin nostalgias. Porque es lo único y mejor que puede hacerse. Lo más inteligente y real.
-SIEMPRE GANA EL DESTINO-

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