martes, 18 de febrero de 2020

- NO SALGAN DE AHÍ. -




Obediencia. Sentido oriental. A nadie le va a temblar el pulso. ¡China! El maldito coronavirus. Muchas autoridades de la salud mundial van reconociendo los hechos y las actitudes. Es un acierto hacer caso y dejarse de protestar. Hay y había que cerrar. Había que detener en lo posible la vida y el tren cotidianos. El entretanto es fundamental. Los orientales han aceptado desde su enorme capacidad de sufrimiento,y las órdenes desde bien arriba del Gobierno económico-militar de China han sido tan contundentes como oportunas y certeras.
La cuestión es hacer que el virus vuele bajo y que no se desplace a la velocidad del trasiego de la globalización eléctrica y supersónica. Detener y joderse un tiempo. Permanecer en la loable idea de la calma ante un peligro tan brutal. Y se consiguen resultados aceptables, porque aunque muere gente y el contagio contamina, el gran peligro epidémico pierde consistencia.
A la espera a medio o largo plazo de la esperadísima gran vacuna, la paciencia y la resistencia han de mandar.
Hago hincapié en esta idea de cerrar puertas para facilitar la prevención. Porque dichos sesudos científicos que no se decantan por ideologías ni por condimentos tendenzoides, nos hacen reflexionar sobre lo que podría haber sucedido con el coronavirus en las sociedades occidentales que en la mente de todos están.
¿Hubiésemos tenido la misma capacidad de sufrimiento que nuestros hermanos de China? Imaginaos cerrar enormes urbes al tráfico y a la actividad. Aislados, con mascarilla, encerrados en las casas, reducidos a lo básico, sin moverse por criterios económicos sino por los meros elementos sanitarios de supervivencia ... Yo, imagino unas tremendas impaciencias y mediáticas, etcétera.
Se nos puede decir que aquí nunca se originará coronavirus porque aquí hay un desarrollo mucho más evidente y que eso es imposible. Y seguramente será así. Pero no hay que dejar de pasada la citada reflexión hipotética.
China aspira a ser el tercer gran gigante del planeta y del prestigio, tras Estados Unidos y la Federación Rusa. Y para ello su desarrollo no ha de detenerse en la cantidad de su producción general únicamente, sino por reforzar en autocrítica sus fuentes originarias deficientes y la calidad. China debe crecer en profundidad y estructura. Y eso el neocapitalismo que flirtea con el esclavismo de la mano de obra desarrollista, no lo ha de resolver.
Lo de menos, es que se comiese carne de murciélago o de lo que fuera que generara el virus, sino enseñarse a sí mismo a ser consecuentes. Porque en el desequilibrio que hay en China entre pobres y riquísimos, está siempre la clave mayoritaria.
Hay un miserable refrán que dice que "lo que no mata,engorda". Uno de los refranes más terribles y contraproducentes que pueden existir.
En el fondo, el esclavismo y las pobrezas endémicas en la enorme China desequilibrada, van generando la gran aparición de las terribles sorpresas sanitarias que a todos ponen en peligro, empezando por ellos mismos.
China debe aprender su lección. Y Occidente debe reconocer la buena estrategia del límite y del sacrificio oriental. En la respetuosa aceptación radica el éxito y el progreso real.
El coronavirus da terror. Acojona en un mundo lleno ya de por sí de todo el temor. Y eso debe implicar el gran contraataque de la esperanza y de la alegría.
Los episodios todavía activos del terrible virus, nos dan la opción y el reto comunes. Lo pararemos no solo porque lo hacemos bien, sino porque no tenemos otra. Porque muchas veces aprendemos a base de golpes. Que es lo que finalmente pasa.
Con el COVID-19, todavía amenazador, y con tiempos de nieblas e incertidumbres, vamos bien. No ha podido la histeria y hemos confiado razonable y suficientemente.
-CON TODAS LAS CAUTELAS-

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