viernes, 29 de marzo de 2019

- ROSIÓN Y VESTEL -




Ahí está. Pertenece al pasado aunque esté. Rosión lleva apariencia y camisa de macarrilla. Ya no cumple setenta años, pero su apariencia es jovial, atemporal, desenfadada y con sombrero de playa. Su discurso es previsible. Pero es mejor que se suelte a sí mismo y se ponga a parlotear.
Rosión hizo dinero y no cree en demasiada gente. Lo primero que le notas es que no ha estudiado y que desde su boca puede surgir el exotismo más frikie.
Apenas mira a su mujer Vestel. Hacen un buen tándem cuando pescan a alguien en una mesa, huyendo de su soledad y de sus realidades que no les gustan. Me pasó a mí. No sabía a quién de los dos mirar porque me hablaban a la vez. Rosión olía a Torrente, el personaje de S. Segura. Pero su realidad me impactaba más.
Rosión no mira ni anda con rodeos. No es de matices ni de grises ni de nada de todo eso. Rosión gusta del fútbol y del dinero, pero todo en él puede chirriar. Vacila y te prueba a ver por dónde vas a salir.
Guarda entonces silencio breve y te mira de soslayo. Todo va más o menos pasable hasta que empieza a beber. Rosión se bebe lo que haga falta, y replica muchas veces a una Vestel que no se arredra lo más mínimo pero que le lanza una última mirada por si acaso.
Rosión se come una fideuà, o una paella, y te habla de sus casas que tiene por Albacete. Y aparentemente enarbola un discurso defensor del medio ambiente, y te dice que hay bolsas de plástico a punta de pala en todos los sitios. Y sigue hablando de la paz de Riopar, o de los pueblicos manchegos que están desapareciendo. Mas no insiste demasiado. Y de repente afirma que ayer se fue al bingo, que llegó muy tarde a casa, que no le apetece comer, y que desde su amistad con el dueño del restaurante playero, se siente el puto amo.
Vestel, sigue arreando. Me habla de su familia y me empieza a enseñar fotos de dicha familia y de sus lares preferidos. El matrimonio está de acuerdo en muchas cosas. En que toda la culpa es de los inmigrantes, en que los comunistas de Podemos son lo peor, y que a qué viene ahora mover la estatua de Franco.
Según Rosión, él trabajó mucho. Y dice que si uno quiere realmente currar, acaba logrando su propósito: - "Vestel, ¿qué dices?" ...
Su mujer le contraataca diciendo: - "¡No, hombre, no! No te digo a tí. Solo le digo al camarero que llevo resaca y que me ponga otra buena cerveza fría." ...
Rosión no es expresivo aunque tenga pinta de demodé zafio de carretera y verbo suelto. Pero no logra ser gracioso a pesar de que desea ser el triunfador y lograr que te descojones con sus chistes y con vídeos que muestra desde su móvil.
El móvil es bastante el protagonista del estar. Tanto Rosión como Vestel lo usan una y otra vez. Sé que me empujan a que les siga. Y estarían ahí dándome la tabarra tras comer aunque nos dieran las cuatro, las cinco o las séis de la tarde. Temen su soledad. No quieren volver a casa. Su casa será una trampa y un condicionante.
Es mejor que les aguantes y les observes. Dan para mucha literatura. Y no me encajan estos vulgares paletos en la España de mi 2019. Pero esa España playera de ocio de Rosión y de Vestel, existe. Son, el chiringuito, el atrevimiento, el pedo pisado para que no suene, el egoísmo de quien no estudió, dos personajes quasi de ficción con la pega de que son reales, la vida de atrás que se arrastra hacia hoy, la vida sorprendida que sigue, el no parar, la ausencia de ética y de talento, la vanidad en carne viva, el no complejo que ruboriza a otros, y mil etcéteras. Y todo con olor a fritanga y a previsibilidad.
-MUY CERCA DEL MAR-

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