martes, 22 de noviembre de 2022

- GLAUZÁN GONZÁLEZ Y SU PESAR. -



Cabeza baja, viagra inefectivo en su sangre, lánguido Glauzán González, angustiado, deprimido, desesperado y lloroso. Ochenta años y mucho orgullo.

Glauzán, chileno, residente en España, caminando por las calles frías disconforme con lo que sucede aunque lo veía venir. Sin erección, sin esposa, sin amante, e incluso sin su puta preferida.

Hace ya mucho frío para los años que ha meses cumplió Glauzán. Para él, la sexualidad es demasiado importante. Nunca pudo imaginar lo que le sucede, porque una cosa es la teoría y otra la práctica. Se siente mierda y gay, la menos nada, la cara contraria a la masculinidad y a la felicidad, retira la cara ruborizado cuando se cruza con mujeres de buen ver, y se siente como un náufrago ciego sin batería en el móvil. Un niño desnudo, en medio de todas las exigencias.

- "¡Alegra esa cara, Glauzán! ¡Joder! ..."

Le habla su mejor amigo. Se llama Rodolfo y tiene una productora de películas para adultos. También es chileno como él, un poco más joven, viudo, y de posición acomodada.

- "¡Es la pichula, Rodolfo! ¡La puta pichula que no quiere izarse, coño! ..."

- "Debes asumir las cosas, Glauzán. ¡La vida tiene sus tiempos! Has hecho todo lo que está en tu mano para recuperar. No juegues a la magia y asume ..."

- "¡Nunca me vas a convencer, Rodolfo! Si se pierde la hombría, queda demasiado atrás. Ya me darás la razón cuando te ocurra a ti ..."

- "¿A mí? Ya. En serio. Tengo el teléfono de un tipo que sabe tratar a los mayores. Si lo deseas, te lo doy ..."

- ¡Vete al infierno, Rodolfo! ..."


A Glauzán le caen las lágrimas de sus ojos llorosos. No meter la pichula, no es el Apocalipsis ni el fin de la vida en la Tierra. Aunque sea una putada puntiaguda. Una moza exuberante se detiene preocupada a su lado. Con sus enormes glándulas mamarias que orlea un atrevido escote, la moza le espeta súbito a Glauzán:

- "Señor, ¿le ocurre algo?, ¿puedo hacer algo por usted?..."

A lo que Glauzán masculla enfadado y alejándose: - "¡Usted no puede hacer nada! ¡Nadie puede hacerlo! ..."

Y a continuación, y ante la sorpresa de la mujer, Glauzán decide volver a su casa. Es una mansión que heredó de unos parientes españoles adinerados. Y al llegar al destacado lugar, su fiel sirviente Marta le sale al encuentro y le pregunta qué desea hoy para comer.

Mas Glauzán niega con la cabeza. No desea ingerir alimento alguno. Y Marta decide no insistir. Piensa la mujer, que cuando le venga el apetito ya la llamará.

Por cierto, que Glauzán conoce bien el físico de Marta. Pelo largo hasta la cintura, ojazos enormes, rubia natural, cuarenta años, muy alta, todas las curvas, dulzura a mares, y hasta hace un año un terremoto en el catre compartido con él.

Por eso Marta sabe bien lo que le ocurre a Glauzán y el porqué de su pesar. Debe hacer ver a su jefe que ser hombre es mucho más que un miembro hermoso y en flor. Que ser hombre también ha de ser una sonrisa dulce y una mirada eternamente pícara.

¡ÁNIMOS, GLAUZÁN!
 

0 comentarios:

Publicar un comentario