Abril, despierta. Se desprende de los nidos de la timidez de la primavera temprana como lo hace un pajarillo en el campo abierto, y entonces se atreve a volar. Porque abril es el camino. Es la estructura de la vitalidad. El obrero facedor de la belleza que en mayo epatará y maravillará en forma de flores ampulosas de colores de Hollywood.
Abril es un motor. Un amor. Un desafío. La idea cronológica y luminosa de la renovación que crece y se desarrolla. Abril es lo que puede acaecer para bien. Una inversión de positividad en forma de sangre y de savia. Abril es fortaleza y discreción. ¡Por fin, abril! ...
Abril tiene siempre el misterio necesario que hace pensar. Lo que me impulsa de nuevo a lo novedoso y creativo. Lo siempre cambiante. Porque la semilla ha dado fruto, y aunque no hay árbol ya hay arbusto. O cuando se ve que la planta ya no ha sido devorada por el oscuro invierno, y ahora avanza franca y firme como un pezón salido del mar hacia la realización de su continuidad desafiante y de su concreción. Abril es un semillero de ideas y de proyectos que me nacen desde el corazón camino de la lógica del transcurrir vital. Como el agua del río.
Nunca sabré del todo por qué me identifico y acoplo tan plenamente con el abril tierno de la primavera. Pero la verdad es que abril ya lo perfila todo de nuevo y se lanza hacia adelante a buscar las respuestas y las dudas.
En abril llega un aguacero tormentoso y los adolescentes no se enteran a causa de su mutua atracción y arrobo. Todo está bien en abril. Y los besos ya nunca saben a frío sino a pasión. Y en el monte, y en la playa, y en el asfalto, y en la calle, la vida se pone a borbotones y se revoluciona con miles de efectos evidentes. Ha llegado el momento de atravesar la pereza y de ponernos vestidos ligeros y nuevos, y suaves, y llamativos, y olorosos, y limpios y fuertes. Bailan las hormonas ...
Abril es el gérmen de la fuerza natural. Abril no se entrena. Abril es algo atávico y genético que aparece y que nada puedes hacer cuando llega. Porque abril hace sus deberes, te lanza guiños, y te sugiere mil sitios, proyectos y sensaciones.
Y abril es mujer. Y hermosa, joven, pícara y fresca. Abril son las primeras medias o el tímido inicial carmín femenino. Abril es Miley Cyrus, la atracción y la mirada cómplice, y el sexo, y la iniciación, y escaparse y tirar por la calle de en medio, y reivindicarse como ser humano salvaje y libertario, petar las redes, y tirar con elegancia y a la vez estrépito aquello que ahora ya no sirve y molesta a lo más profundo del armario del olvido.
Abril es el mes del correr, del deporte, del pasear, de la chiruca o de la mochila. De abrirse en viajes hacia lugares inéditos e insólitos, de pensar que tres más dos quizás puedan ser siete, o que una señora hermosa es más potente y atractiva que el Everest. Ninguna duda.
Abril es el apuntalamiento eterno y cíclico que rompe aunque no quieras. Quien empalma tus palabras con tus anhelos, quien te sabe sueño; la flor que ya aparece finalmente entre miles de hojas verdes aparentemente anodinas para decirnos que ya está aquí ...
Abril es discreción por adentro y explosividad acentuada por afuera. Abril es cuando tú eres el protagonista de tu novela y ella es tu reina y tu todo. Cuando los dos somos y sóis abril. Cuando un jilguero se posa genial sobre el alféizar de una ventana y comienza su trino. ¿Alguien puede mejorarle? ...
¡PUES ESO ES ABRIL!
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