sábado, 27 de junio de 2020

- AYESA YA NO QUIERE ENVEJECER -




Ayesa tenía ganas de conocerme y de jugar a las aventuras. Yo, sentía bastante curiosidad por verla en persona, que es donde realmente las cartas se sitúan boca arriba.
Poco de ella presencial me ha sorprendido. Ya me contó que fue abandonada al poco de nacer y que la llevaron a un orfanato leonés. Allí nació Ayesa, que parece que en orientalista se traduce como diosa de fuego.
Conserva una figura espléndida y proporcionada, a pesar de ser bajita y poca cosa. Al hacerse mayor, estuvo casada con un empresario obsesionado por el trabajo y el dinero. Más orfandad para Ayesa. Y, malos tratos ...
La mujer, hizo amigos. Pensó que esto de la vida es un  trozo chico que hay que engullir y saborear. Por eso le puso los cuernos a su ex y a una de sus mejores amigas más adelante. Esto es para Ayesa cuestión de decidirse y de adelantarse. El que se hipnotiza, es hurtado y no ve.
Un tercer más que amigo, fue el último y definitivo deseo de amor. Porque ahora me dice que el tema hombres ya lo tiene planificado y completito para cuando le apetece. Pero en otro contexto y acento. Para mí, que Ayesa ha acabado del amor de los hombres hasta su pamela, y ahora se dedica a juguetear con ellos y a reír desde la amabilidad y la belleza vital que nunca perderá.
¿Es sorprendente y casual que Ayesa me enseñe sus fotos más desnudas y sexys, y que conceda menos importancia a los maravillosos Patios de Córdoba? ¡No! Para quien algo la conozca, podrá parecerle el juego suave y femenino de su venganza y poder seductor. Y en efecto, así es. Ayesa envejece. Se le nota. Sobre todo en las arrugas de su cara. En su cuerpo también, aunque bastante menos. Lo mejor de Ayesa es su talante de búsqueda incesante de experiencias.
Ayesa es familiar y compleja. Le gusta estar rodeada de su vasta familia, y de muchos amigos. No soporta la soledad, y por eso no se detiene. Y lleva una vida desordenadamente libre y propia. Y ha decidido hacer lo que le viene en gana. Y a veces ama la soledad y el retiro, y se autoafirma budista. Y desde esta orientación, se bifurca y baila igualmente sevillanas o mambo rítmico.
Ayesa tiene muchos contactos y muchas amistades. Y un caudal de vivencias conservadoras para escribir séis libros. Le ha pasado de todo, le pasa, le pasará, y le seguirá pasando. Porque, sí ...
Algunos amigos la piden fotografías, porque saben que su cuerpo y su generosidad siguen dando para mucho. Y entonces Ayesa se deja llevar por esa magia del poder de su piel. Y se desnuda en estudios profesionales, en la playa, en la montaña, y en la estratosfera si se terciara.
Ayesa es el signo de su reivindicación como mujer. Es un torbellino que ama los cuidados, que fue enfermera, que la conocen en muchos hospitales, que se casó con un tipo que amasó dinero, y ella sabe que el pecunio nunca da la felicidad pero que la ayuda frente a aquellas heridas estructurales de sentirse en un orfanato a la que fue tirada. ¡Intolerable! ...
Por eso Ayesa ama la libertad. Porque salir de ahí abajo es un tremendo éxito, y la vida es una excelente oportunidad para reivindicar.
¿Envejecer en Ayesa? ¡Ni soñarlo! Viejas serán otras zorras que la tienen celos, y que envidian que sus amigos la inviten a yates y a saraos. No existe en la cabeza de Ayesa la palabra decrepitud. Y después, muy lejos, cuando la diosa democrática de la vejez la golpee, entonces Ayesa se hará la loca y hará zen. Y seguro que el sonido del cuenco de un monje descalzo y budista pondrá un verso de sabiduría al paso de sus años. Y el futuro deberá joderse.
-OMMMM-

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