Aquella catalana Cris del chat de Barcelona, parecía demasiado ilusionada cuando se asomaba a dicho punto de encuentro. Cris se volcaba sobre el chat y daba muchísimo de ella. Sí. Y yo la veía a toda hora en dicho chat, y se mostraba volcada sobre todas nosotras y nosotros. Recuerdo que cuando iba a entrar el año, se me ocurrió escribirla Cris2020 o algo así, y ella me respondió maravillada como cuando a una Miss le ponen su banda de ganadora en un concurso de belleza.
Cris, parecía un encanto. Yo le mandaba privados y le hablaba en nuestra lengua troncal. Y cuando lo hacía, a Cris le venía la emoción, y deseaba que le escribieras y le dijeses cosas. Un día le pregunté acerca de su edad, y apenas había traspasado la frontera de los 40 años. No me sorprendió. Era inteligente y extremadamente romántica. Y a pesar de que le conté que entre mil cosas nos separaba la distancia geográfica, ella sentía tal necesidad de comunicación chateril que nada le importaba. Y se sentía feliz y bien. Y educada, abierta y tierna. Y casi todos los coincidentes fieles al chat, opinaban de la misma manera. Tenía buen fondo, buen espíritu; daba buena y clara cosa el departir con ella.
A Cris se conoce que le pasaba algo que no detectaba. Y necesitaba compensarlo lanzándose a todo corazón a su chat habitual. Si le hurgabas y la decías piropos y carrete, empezaba a contarte sus cosas, y si te pasabas algún pueblo en adulaciones ella se reía, y siempre perdonaba y seguía riendo y riendo. Y podía contarte mil cosas privadas de su vida. Precisaba comunicarse, porque en su vida real debió tener vacíos.
Un día, Cris dejó de entrar al chat. Primero, espaciaba, y luego apenas se dejaba ver. Y yo cuando coincidía con ella, Cris se mostraba como entre extraña o deudora de muchas más concreciones que las meras palabras virtuales.
Y, siempre respetaba. Y siempre fue deliciosa e impecable. Hasta que un día le pregunté acerca de sus ausencias. Y aunque se seguía riendo y era impecable, yo notaba que no era la misma Cris.
Finalmente, me confesó el porqué de sus ausencias aparentes. Estaba enganchada al medio virtual, y para más inri se movía entre decepciones y mil factores que estaban obligándola a percibir que estar en el chat podría no ser tan sabroso y estimulante como antes.
- "¿Sabes? Estoy enganchada a ésto. Pero me sabe mal, porque aquí sóis mucha gente, y tú muy majo y tal y ..."
- "¿Y entonces, Cris? ..."
- "No te lo sé decir muy bien. ¡Sinceramente! Y ahora, si me permites voy a hacer unas cosas y debo salir del chat. Pasa un buen día, y ¡petonets! ..."
Pasaban las semanas y Cris no entraba al chat. Yo preguntaba a los habituales y nadie me aclaraba nada. Pero descubrí algo por mí mismo. Cuando entraba, si bien me saludaba, hacía oído sordo o vista gorda a mis privados, y seguía chateando en el general. Y luego desaparecía nuevamente.
El confinamiento ha sacado el misterio de Cris. El otro día estaba en el chat, y yo he intentado comprenderla y con todo éxito. Me ha dicho que era una ilusa y una romántica absurda, y que el chat ya no le llena y que su actitud se ha modificado de modo evidente y palpable.
Porque ahora la vida de Cris es más real. Y aquellos vacíos han dejado paso a terrenos más seguros y claros. Noto a Cris más madura e igual de educada, y ha dejado sus cuentos ilusos a un lado, y ahora sabe ser mejor ella misma y va por donde debe ir. Es otra Cris.
Y como es otra Cris, no he dejado de darle la enhorabuena. Ella, no me lo ha agradecido tan efusivamente. Porque ya lo sabe. Y no ha querido esta vez explayarse demasiado en el privado. Ya sabe y sin que nadie se lo diga, separar lo auténtico de lo virtual.
-Y ME HE ALEGRADO-
0 comentarios:
Publicar un comentario