Alta y elegante. Vanidosa y convencida de sus asertos. Nunca aceptará que se ha de envejecer y que esto puede ser hasta una suerte.
La señora Leonor que yo conocí en el Jardín Botánico, reconozco que al principio no me caía bien. Todo en ella me parecía contrario y hasta menor. De modo que mucho cuidado con las ilusiones ópticas iniciales.
Orgullosa y aparentemente distante la señora Leonor. Tratando a los demás por encima del hombro y esas cosas. Entonces, ¿por qué sería aceptada en su grupo de amigos del botánico jardín? ¿Solo por el hecho de ir casi todos los días a practicar gimnasia y distraerse? Algo, no encajaba ...
Tuve que ser yo la que puse a prueba a la señora Leonor. Porque un día me contó algo muy solemne e irrefutable para ella, y entonces yo la corté para hacerle una broma. Me la estaba jugando ...
Y entonces y a los escasos segundos, la señora Leonor esbozó y abrió una más que hermosa e inesperada sonrisa. ¡Bingo! Desde aquel mágico momento de la su sorpresa ante mi ocurrencia, le cogí un afecto que a mí mismo inicialmente me sorprendió.
A continuación, yo me reí. Y entonces la señora Leonor me dijo que cuidar a mi señora madre y llevarla ahí con la silla de ruedas estaba muy bien. Y que Dios eso lo premia.
Me atreví a decirla que soy ateo, y entonces me dijo que "¡bah!", y que siempre me portara bien, desde arriba ayudan y acaban con tus males y ansiedades.
Pasó el tiempo en la señora Leonor. Tiene una malísima salud de hierro, entre la que destaca su necesidad imperiosa de hacer vanidad contando iteradamente sus males. Y al poco rato hacía gimnasia igual o mejor que las compañeras de su grupo cotidiano.
Yo, le caí bien. Y entonces se metía conmigo y yo entonces aprovechaba para rienda suelta a mi creativa posibilidad con la intención de que del choque o lid surgiera el habitual humor cómplice.
Pasó más tiempo aún. Ella hablaba de sus ojos. De un ojo, de otro ojo, de que si las cataratas, que si no querían operarla y no se sabía el porqué, y cosas así de la señora Leonor.
Nunca la vi con ningún señor, y nunca se habló en su círculo de su soltería. Sospecho que nunca deseó o logró salir del armario. Ahora ya no cumple los ochenta años que nunca aparenta. Y sigue elegante, y bien vestida, y ora a san Antonio, y va a misa, y es profundamente católica y también contradictoria.
Ahora, por cosas que la vida tiene, su tremenda luz de vitalidad se hace paradoja con su visión ocular. Ya casi no se ve. Y eso no lo logra superar. Aunque bien es cierto, que la chica sudamericana que la cuida-aunque chiquitita de estatura-, tiene conquistada mucha más madurez que cuando la contrató. Y Zoraida,-que así se llama la muchacha-, parece lograr que la señora Leonor no pierda el deseo y que no culpabilice a la calle y al mundo de su casi anecdótica por escasísima visión. Y por la tarde ahora, como el verano valenciano es un verdadero reto y por las mañanas un enemigo, la chica ha logrado que la señora Leonor vuelva a salir y a respirar frescura y bienestar en nuestro emblemático Jardín.
- "¡Uhhh! ¡Uhh! Señora Leonor, ¿ a que no sabe quien soy? ..."
- "No he de saber ... Tú eres Pepe ..."
- "¿Yo?, ¿yo que voy a ser Pepe? ..."
- "Mira, Zoraida. Este se cree que no le he conocido. Tú lo que tienes que hacer es rezar mucho como yo te dije, que no me haces caso y así te va ..."
- "¡Anda! ¡Señora Leonor! ¿Ve cómo sí me ha reconocido? ...
-PORQUE SIGUE TENIENDO LUZ-
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