Diego "cebollita" Maradona, subió a los cielos futbolísticos. Era un nene. Un nene que asombraba a todos con el Argentinos Juniors. Nunca nadie en la historia del fútbol llevaba la pelota tan cosida al pie como el eterno pibe de Lanús.
Diego era muy pobre, y desestructurado, y con enorme mando y personalidad en su fútbol religión. Fue el enviado después de Kempes para su Argentina, y el nuevo as tras Johannes Cruyff. Nuestro gran Pelusa, al cual pudimos disfrutar aunque discontínuamente en el Barça o Napoli.
Sí. Diego subió a los cielos del dinero, y al no ser feliz en él, decidió volverse comunista y antitodo. Revolucionario y reivindicativo. Empezaba su gran pose.
Nunca fue un intelectual. Ya la liaba en sus tiempos de futbolista y en sus aspirantazgos de plástico como entrenador. Estaba en la gloria de la droga, del sexo, del lujo, del todismo, del cesarismo, del diosismo, y nunca digirió bien el tremendo ascenso económico-social desde su raíz a la cúspide y a la relevancia.
Y el dinero comenzó a barrenearle en caída libre. Debe ser vértigo a la enésima frustración cuando se intuye interiormente que ese autoidolismo no solo es mentira, sino que huele a hez y a podredumbre progresiva. Nunca había sonreído demasiado jamás, pero la barrena le llegó a una profundidad ígnea en donde no existe el amor ni siquiera hacia sí mismo.
Y aunque luchó, Diego Maradona no se encuentra y se deja ir. Anda con amigotes golfantes que solo viven como parásitos a su costa, y que como los cobardes son incapaces de presentarle nuevas y sanas rutas que le lleven al sosiego de la humildad y apartarlo de la tremenda violencia en la que está atrapado hace ya muchas décadas.
Se peleó con su mujer, con sus hijas, pegó a su otra mujer, su vida es un caos de violencia, y sus verdaderos amigos no ven la más mínima espita de verdadero contacto hacia un nuevo rumbo.
Que Maradona frene su caída desde los infiernos en los que está, parece hoy un milagro. Aún es muy joven, pero le fallan demasiadas cosas que tienen que ver con su salud plena e íntegra. Y menos mal que lleva en el vientre un balón antiobesidad, porque de lo contrario ha mucho que no estaría entre nosotros.
El Pelusa es un drama tierno y brutal. Un laberinto en el cual le falla la comunicación con sus semejantes. Dios no puede ser un hombre como los demás, y los humanos son conscientes.
Drogas, alcohol, tirano, desenfreno, patetismo ... Todos los caminos conducen en Diego al infierno no deseable e irreversible de la locura. De seguir esta caída libre que semeja imparable, Maradona acabará loco e inconsciente. Será un inválido dependiente, entre pastillas de psiquiatra y falta de libertad dado que le vigilarán continuamente su violencia.
Lo peor del caso Maradona es que yo no le veo héroe salvador por ningún sitio. Ha perdido todo el amor. Porque Diego no sabe ya quién es. Y cuando quiere quererse, en realidad ayuda al personaje pero nunca a sí mismo.
El amor. La falta de realidad. Los que le vimos jugar y vemos que cada vez está peor, nos sentimos realmente mal. Parece que a veces todo se torna cruel y nunca se salva ni Dios. ¡Nadie! Lo de Diego en el fondo es infortunio y marginalidad, lloros que nunca salieron de su alma, vacío y huída, jugueteo bobo y toda la desesperación que lleva a los males confundidos y terminales.
A veces, las cosas se ponen que no. Y la bestialidad de ese no, campa a sus anchas por el mundo mediático, y por el real, y todos los caminos conducen a una tragedia prematura.
-POBRE HOMBRE-
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