El imperio del morbo. Otra vez el share. Lo sucedido en la costa montañera de Almería era un nuevo evento televisivo que ponía al periodismo en la dura tesitura de su nivel y de su calidad de la prueba. ¡Mal! ...
Almería fue cuna del spaguetti western, y en estos días es otro escenario en el que Bud Spencer o Clint Eastwood son nostalgia ante la mala de color que vino del Caribe. ¡Ana Julia! ...
Esa costa bellísima y de cercanía escarpada, es la España profunda, la aldea, los pozos, los grandes escondrijos y televisivamente el sitio del gran drama.
Celos, muerte, cinismo, lloros. Todo televisado. Los carroñeros de lo facilón tenían a su disposición todo tipo de recursos para hacer que todos los noticiarios abrieran con la carita de un niño de ocho años. El niño pez asesinado vilmente.
Batidas, guardias civiles, voluntariado a la busca, y doce días sin noticias del inocente y malogrado Gabriel. Gabriel, Gabriel, Gabriel, como el arcángel...
No podía ser. Contagioso y humano. No había sitio material para que el niño de los padres separados pudiera extraviarse.
España ha sido Gabriel. Los medios informativos han sido Gabriel. Dudo mucho que a un niño le gustara tanto protagonismo. Pero el periodismo es dinero y logró seducir.
En esa España profunda y escarpada que lleva a bellísimas playas de roca y arena, en esa Almería panocha, escobariana y andaluza, en ese sitio hermoso, atrasado y de difícil orografía siempre hay enigmas, pueblicos, y todo el misterio. Y la tele amplificó el misterio. No tanto, la Guardia Civil ...
Tremendo despliegue. Espectacular. Un circo mediático de cojones. Una madre rota y desgarrada apurando sus esperanzas al límite, y un padre atormentado y jodido porque su nueva mujer es presuntamente la gran asesina.
Pillaron casi in fraganti a la dominicana fatal. Otro ingrediente. El color de la piel y la procedencia. La bruja loca que asesinaba al niño pez, y que fingía ante los medios y la sociedad con la frialdad de una desalmada perversa. Amagaba con camisetas imposibles, no se llevaba bien con el nene, perdía significativamente los móviles una y otra vez ante la incredulidad, y ahora los racistas pueden estar casi de enhorabuena.
Cuando la asesina es mujer, latina y negra, toda la película del oportunismo rueda a toda máquina. Los odios son acción y la venganza el viento. La mesura se ha ido a descansar, y la la lógica al manicomio. Parece que la pantera negra ya hizo dudas en Burgos, que fue a donde primero llegó al venir a nuestro país.
La República Dominicana. Un lugar con una pobreza de infierno, de la que se puede hablar en todo momento menos en este.
Ahora toca lo cruel, la salvajada, los sentimientos en la caverna, el ahogamiento de una criatura a manos ajenas, los amagos parados de linchamiento a la asesina, y toda la caliente visceralidad a flor de piel amarga.
Seguro que a Gabriel no le hubiese gustado salir tanto y a toda hora atrapado entre el salvajismo y la voracidad del exceso mediático. Solo era un niño. Gana la tribu, la menoridad, la sensación del miedo, y toda la desconfianza en la potente Sierra abierta que muere en el mar. Que es la vida.
Un suceso alcanza la categoría de noticia top, y alguien emocionado dice que habría que dedicarle una calle al niño asesinado. Todo puede suceder cuando la distancia es mucho más real que la presencia constante del foco televisivo.
Es una sensación descarnada y paradójica. Hemos visto hasta la saciedad carnívora todo el dolor de los pequeños pueblos y aldeas. Hay que esperar mientras lloramos al nene inocente que la Justicia siga siendo fría y de rigor. Y que la gran venganza no venza a dicho rigor.
-QUE ESTAS COSAS A VECES PASAN-
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