viernes, 15 de septiembre de 2017

- R. NADAL ABRE SUS BRAZOS HACIA TODO LO ALTO. -




Abarcando el esplendor. Empoderándose de los cielos de la gloria y el éxito. Caminando por la regia senda del mejor. Del elegido. Del king del tenis.
El destino le dribló a Federer en el Us Open. Su única duda celestial y longeva. Rafa Nadal se merece con creces su excelso reinado de Flushing Meadows y de todas las grandes pistas de los Slams. Aporta mucho. Destruye a pesimistas y euforiza a las ánimas resignadas.
Le habíamos,-yo el primero-, mandado al averno, muerto, sepultado, y condenado al adiós del placer del ganar. Pero Rafa tiene algo que sorprende y que engrandece y mitifica a su deporte y al deporte en general. Es un soldado insaciable.
Rafael Nadal voló muy bajo. Reiteradamente, bajo un Djokovic que ahora se ha ido al tao a distraerse. Nadal estaba como avejentado, sin ánimo, como resignado a papeles segundones, lento, fallón, y casi una caricatura de quien fue y es.
Me imagino aquellos días de dudas y puñetas. ¿Entrenar para perder una y otra vez? ... Esa idea fue machacada. Había que entrenar para volver a ser él y a dar miedo a todos. Y para ello, Rafa cogió su fusil mental.
Competir, luchar, la tenacidad, no dar por perdido ningún punto, entrenar como un espartano, no perder la fe, ganar velocidad y confianza, y afirmarse a sí mismo que su espada podría tumbar cíclopes.
La seguridad. Poco a poco, la seguridad. Nadal volvió a muscular con rotundidad su velocidad y ese talento frío que te hace perder los partidos contra él desde bastante antes de que empiece el partido.
Se fue a por "Nole". No le importaron las estadísticas, sino la ilusión de futuro. Le vio bajo de forma y no esperó. Rafa se atrincheró atrás, pero también se movió como un fondista ágil y más que poderoso. Se centró en el saque. Una de las claves de ésto. No es el saque más potente, pero uno de los más temidos. No hace falta sacar como un salvaje si se es estratega. De lo que se trata es de confiar en que ese juego que le corresponde por saque va a ser para él. Y, lo es. Rafa raramente saca mal. Y resuelve. Y cuando toca restar, entonces sus rivales se ven demasiado desarbolados. Porque nunca jamás dará una bola por perdida. Y como te la pille, vas a sudar ...
No es exagerar el afirmar que Nadal está en el momento más brillante de toda su colosal carrera deportiva. Porque aquel niño melenudo y profundamente precoz y certero de la arcilla, ha dado paso a un tipo orgulloso y competo, pegador y cerebral, pletórico de facultades, y psicoanalista del juego de todos sus rivales. Una máquina casi cibernética.
A veces no ataca porque lo que quiere es desesperar. Juega al ajedrez de la paciencia en acción. La sangre fría. Prepara sus golpes con celo. Les prueba a ver por dónde van. Y si se da que sus rivales responden a su juego, entonces saca otra infalible caja o plan B. Otro nuevo registro.
La furia. Rafa se pone a correr y a arriesgar, y avanza sin miedo hacia la red. Y cuando la bola le entra, le estalla el éxtasis y su alegría de ganador le lleva al éxito. Da leña, no te deja respirar; bolas anguladas imposibles de devolver. Y cuando te das cuenta, te mete el 6 del set y adiós. Se ha paseado por Estados Unidos.
Toda la prensa internacional se hace consenso y alaba y explota sus éxitos. Ganador sin fronteras ni miramientos. Consenso general. Es brillante, espectacular, sabio, rápido, competidor, constante, y con una concentración que acojona a sus rivales. En todos los idiomas.
Y Rafa culmina una especie de éxtasis tranquilo, abriendo los brazos hacia todo lo alto y como una cópula con las alturas y los olimpos del elegido. Nadal se gana a sí mismo y a sus dudas. Rafa no solo ha vuelto, sino que seguramente,-como el bello Federer-, para quedarse aún muchos años en las estrellas. Su sello genial me hace intuírlo.
¡BRAVO, RAFA!

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