lunes, 15 de mayo de 2017

- RAFA NADAL VUELVE A SER ENORME -



Todas las dudas de una potente recuperación se cernían sobre él. Parecería un outsider acabado y sin chispa. Son muchos años de pelarse la cabeza. Parecía el deportista sonado por tanta tensión. Pero, igualmente, semejaba rara tanta distancia entre el portento y el menor.
Ya está aquí con nosotros Rafael Nadal. Vuelve a tener su carisma y su chispa. Se ha recompuesto a pesar de su veteranía, ha recuperado la velocidad, y ha madurado increíblemente todavía más.
Ha vuelto a la casa del triunfo. La suya. Se ha topado con su tabú Djokovic, y no se han reconocido. El serbio parece una sombra; un ente anodino que ahora no está en las pistas sino en una extraña transición de dudas. Y la personalidad y el optimismo positivo de Rafa hizo todo lo demás.  Nadal está ahora escalando su seguridad perdida, y "Nole" anda extraño y sin confianza. No hubo partido en las semis del torneo de Madrid.
Esa personalidad del maravilloso deportista de Manacor, se percibió nítidamente en la gran final y contra el más que prometedor y austríaco Dominic Thiem. El talento español se aglutinó en su estrella, y acogotó. Ganó desde su amigo el sufrimiento y el dolor. Como ganan los soldados mágicos de este deporte enormemente mental.
Rafa va a sacar. Un ritual. Un personal ritual. Rafa apura sus nervios y toma la pelota. La bota una y otra vez, casi hasta el límite de lo legal. Mira solo una décima de segundo a su restador, pero no mueve un solo músculo de la cara. Concentración absoluta en todo él. Sus piezacos clavados sobre la roja arcilla. Sus hercúleos brazos van a hacer el gesto del saque. Y en ese momento del impacto, Nadal saca su fiereza y exterioriza y proyecta. Y demuestra que para hacer daño desde el saque no solo es necesario sacar a doscientos por hora. Si se saca bien, no es necesario el cañonazo.
Es una de las claves de este rejuvenecido y rutilante Rafa. Su seguridad y su maestría sobre la pista. Su ambición casi juvenil y voraz de ganar los puntos y los juegos dándolo todo y sin temor. Con absoluta convicción. Creyéndose lo grande que es.
En la final de la "Caja Mágica" de su querido Madrid, Rafa soltó un verdadero recital de juego tenaz y estratégico. No dejó jugar a Thiem sometiéndole a una tortura de impotencias y dudas. Lo machacó anímicamente, lo cual es el peor síntoma de entre los agotamientos.
Y Nadal tiene mil cosas únicas más. Por eso es con Miguel Induráin el mejor deportista español de todos los tiempos, y una auténtica institución que va más allá de lo tenístico o deportivo.
Nadal, comete un error, pero ahora ya no se lamenta. Y en el siguiente punto ya está preparado y a cien para actuar de nuevo y para llevarse el gato del resultado a sus aguas. Especializado en situaciones adversas y complicadas, la airosidad y sangre fría del de Manacor te dejan admirado y te hacen ver que es de otra galaxia. ¿Cómo es posible que se crezca cuando está contra las cuerdas en el marcador? ...
Lo mejor con genios como Rafa, es no hacerse demasiadas preguntas y limitarse a admirar su talento y su épica. A veces se le mete en la cabeza y acertadamente no atacar a sus rivales con golpes angulados, y parece limitarse a estudiar la resistencia de estos devolviendo con su revés una y otra vez las bolas. Imparable tenacidad.
Es una constancia demoledora y definitiva. Un muro que se pone ahí y que no puedes pasar. Te está ganando sin ganarte, y te está haciendo un agujero bajo las zapatillas sin que lo puedas sospechar. Como en la potente final de Madrid.
Tras Roma, vendrá su Slam icónico y posesivo. Roland Garros y Rafa se aman con pasión. Puede haber cópula y alegrón hispano. Nadal lleva el buen camino a lomos de su excelso talento. Te puede ganar sin atacarte de frente. O, sí. Depende del rival.
¡¡VAMOS, RAFA!!

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