sábado, 28 de enero de 2017

- LOS MUROS DE TRUMP -



Un millonario excéntrico y ambicioso. Eso es el emperador D. Trump. Hizo siempre lo que quiso con su vida y con su dinero, y no parece que pueda ya cambiar ahora. Pero le votaron y le encumbraron a lo más alto del podio político. Pero el rojizo Trump no sabe lo que es la política y tampoco lo que es la diplomacia.
El mundo no es Trump. El mundo son muchas cosas. El mundo es gente que quiere calma y tranquilidad, el mundo también son los otros, el mundo también son los diferentes, el mundo son los otros pensares y los otros intereses, el mundo son pactos y consensos, el mundo es envainársela y hacerse el bobo, el mundo es la diversidad y la pluralidad, el mundo no es lo aldeano o propio, el mundo es complejo y con una señal en el camino en donde se inscriben las palabras paz y aceptación.
El mundo no es confrontación, el mundo no son las guerras, ni las fábricas de armas, ni los dineros, ni las monedas, ni los rifles, ni los individualismos sordos y psicópatas. El mundo se hace humano entre todos; en la idea de un esfuerzo colectivo en donde no caben las vanidades ni las superioridades.
El mundo son los cinco Continentes. El mundo, somos todos. El capitalismo,-en decadencia absoluta-, busca nuevas vías de lógicas y continuidades. El mundo no es la bunkerización ni los tanques, el mundo no son muros ni fronteras, el mundo no son enemigos que se matan entre sí sin causas que lo expliquen, el mundo no es una lucha de seguidores de dioses, ni una fanfarronería golfa o adolescente. El mundo es seriedad y ciencia, poetas y sensibles, progreso que cuente con la salud para el hábitat del Globo, el mundo es ser capaz de ponerse en el pellejo de los demás. El mundo es escuchar siempre a las dos partes, el mundo es debate abierto y cuentas claras, el mundo es redondo y nunca plano. Aunque lo parezca desde abajo.
El mundo visto por Trump es una empresa a la que pone la bandera de su nacionalismo imperial. El mundo y los mundos del millonario Trump son una simpleza idéica con todos los movimientos menores cegatos e irreales.
Trump cree que es autosuficiente económicamente y que no necesita de los demás. Y puede ser discutible si puede serlo o no. Pero yerra desde la desconsideración hacia los demás, y cree que disuade un mamporrazo. Cree mucho más en su cirugía que en el prevenir para curar. Es un militar del dólar.
Trump se hace antipático a casi tod@s. Parece un frikie en la Casa Blanca. Alguien inadecuado, a quien le otorgan lastimosamente el cetro del Imperio del carisma. Eso es tan importante como imprescindible. Un hombre ufano, vanidoso y antipático, no hace la simpatía de la tranquilidad y del equilibrio.
Hipócritamente, aquellos que le han dejado ser Presidente, ahora salen a la calle a censurarle sus pretensiones que huelen a Medievo. Trump no es la América de Gates, o de Magic Johnson, o de Elvis Presley o Sprinsteeng, o la de Muhhamad Alí, o la de la 
Hollywood, o la de la agilidad y la seducción.
Trump es la América profunda de cine menor del far west, y el lío, y la zozobra, y el empecinamiento, y el tic de ese joven rico de Jesús de Nazareth al que siempre esperan y nunca más volvió al reino de los justos.
También el pelirrojo emperador ha de ser próximo a los chinos emergentes, y hacer de tripas corazón en esa idea extendida de que todos los árabes son asesinos, o pensar que Europa tiene mucho que enseñar, y que el conocimiento siempre será el asesor de los materialistas mercaderes, y que ser mejicano no pasa nada, y que sus peores enemigos son los otros millonarios que tienden a hacer lo mismo que él se metan en política o no.
El mundo está perplejo. Acojonado. Los buenos también parecen malos a pesar de todas las protestas. La gente está preocupada y razones tiene. Pero Trump está contando a su manera su canción de error.
-EL TIEMPO SERÁ TESTIGO-

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