domingo, 22 de enero de 2017

- INTERRACIAL -



Fue duro pero necesario. Yo soy una mujer que tiene cincuenta años que no aparenta. Me llamo Thina. Soy blanca, muy blanca de piel, española, y mi entorno siempre fue el de una acomodada posición económica, todos blancos claro está, y de profundas convicciones religiosas, y muy selectivos y tradicionales.
Yo, soy racista. Y sexista, y todas esas cosas que siempre han de suceder cuando has nacido en ese magma y en ese ambiente que está en el aire. Me impregné de tal espíritu de la superioridad de mi raza blanca, me creí mejor siempre, y hasta llegué a pensar que cuando una mujer era maltratada sucedía que algo habría hecho. Cuando me separé de Sergio, ya no pensaba igual. Me sometió a demasiadas cosas. El tema se rompió cuando un día me vi casi sin nadie en la unidad de críticos de un hospital y cuando me di cuenta de que casi me quedo sin vida. Un antes y un después se me planteó.
Parecido con lo que me pasó con Jeremías. Porque Jeremías es negro y alguna década más joven. Nunca me había relacionado con gente de color, y recuerdo que cuando le conocí lo único que no pensaba es que acabaríamos juntos y seríamos pareja.
Yo era una acomplejada. Jeremías siempre me sonreía. Al principio no me hacía gracia que me sonriera y tanto, después no entendía por qué me sonreía, y sobre todo, confieso que me daba toda la vergüenza quedar con él y que pudieran vernos juntos toda la ciudad incluídos amigos y familia.
Naturalmente que mi familia no aprueba contundentemente nuestra relación. No me hablan desde entonces. Y he perdido a muchísimos amig@s porque deben considerar que soy una traidora a la raza, o una guarra y una fresca que a saber qué intenciones insanas me llevarán a la compañía de Jeremías.
Yo, pasé mis etapas y mis rubicones. Mi racismo hacía que yo misma castrara mi naturalidad. Inútilmente, por supuesto. Jeremías tuvo mucha paciencia conmigo. Supo esperar y fue irónicamente comprensivo tomándose a la broma mis prejuicios e inseguridades que me llevaban al apuro personal. Jeremías fue el santo Job. Otro hombre, al verse con las trabas y largas que yo le ponía, se hubiese machado por otro camino. Pero mi chico fue paciente y más que perseverante.
Se lo dije. Le dije que era blanca y de nivel alto, y que el estar con él me perturbaba todos mis esquemas y que también me ponía a prueba, y por delante me planteaba contradicciones y deseos. Que mi cabeza cuando le veía era un torbellino de emociones diversas, cobardes, mentirosas, y también tremendamente reales.
Jeremías me contestaba entonces que para él no existían las razas y que yo también era su verdugo. Porque le estaba ninguneando por ser negro. Recuerdo cómo se partía el culo a carcajadas cuando le concedí que solo nos veríamos en lugares apartados y con bien poca gente. Él, lo que me soltó, fue contundente. Me aseguró que él no estaría con mujeres acomplejadas. Que habían muchas más mujeres. Y concluyó: "Pero ninguna como tú, Thina ..."
¡Un año, así! Hasta que un día me besó delante de todos en plena plaza céntrica y abarrotada de gentes. Y a continuación me cogió las manos y caminamos juntos. Mi respiración, se entrecortaba ...
Su cara, su piel, su personalidad, su físico, su porte, eran distintos a mí. Él es profesor de instituto, es inteligente, valiente, y fundamentalmente maravilloso. Él, es lo más maravilloso que me ha pasado en mi vida y que seguramente me pasará.
Ahora ya nos reímos juntos cuando la gente nos mira y a mí sobre todo de modo despreciativo. Sí. El mundo me mira y me rechaza. Y a él le miran como si fuera un listo que ha sabido pillar cacho porque sus atributos serían potentes y exhuberantes. 
Pues, sí. Nuestra sexualidad va perfecta, y Jeremías podía no haber nacido en Angola sino en Móstoles. Y nada variaría. Porque nos tenemos todo el amor y todo el respeto. Y porque no hay ninguna diferencia. Y porque yo, con él,he tirado mucha basura inservible por el camino y no creo ya en las razas.
¿DOY ENVIDIA?

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