lunes, 17 de octubre de 2016

- LA MIRADA EXIGENTE DE LUISA -



Desconfiados ojos. Rechazadores y exigentes. Extraviados y duros, reivindicativos y prácticos. Los ojos de Luisa son nuevamente prácticos y de hacer, actuales, de un fondo ansioso y bien poco romántico. A sus cuarenta años no juega con sus hijos, sino que les acompaña apoyándose en la tecnología y usos actuales. Luisa no ingenia. Para ella las matemáticas son muy importantes, y la poesía le suena a falsa y a casi imposible utopía anodina.
Tiene estudios, y marido, y padres, y de muchas cosas, pero en sus ojos sigue habiendo una escrutadora competitividad que parece agresiva y desconfiada. Sí. Luisa va de desconfiada, y de estar a la última, y a que a sus hijos nunca les falte nada, y entonces, ¿por qué no les sonríe más o les cuenta cuentos? ...
¿Cuentos? No parece posible. Luisa es rabiosamente actual, e independiente, y guapa y rubia, y con unas lucidas largas e impecables piernas trabajadas en el gimnasio y en la estética. Luisa es del cuento actual; de la sensación de que hay poco que hacer y que los sueños solo se consiguen a golpe de euro y de independencia personal.
Luisa no mira demasiado a los viejos. No le atraen demasiado. Quiere verdades vitales y proyectos de hoy, busca el futuro y huye de sus raíces y de su cuna para inventar la necesidad de su tiempo nuevo y necesariamente desconcertante.
Cuando los ojos de Luisa casi se chocan como en accidente con los míos tímidos, entonces parece que se va la sintonía y el feeling. Me ve rival, foráneo, mayor, debe pensar que tengo menos luces que ella, y que los triunfadores no se dedican a cuidar a nadie, y que dichos cuidadores somos gente con una circunstancia menor y de nivel sub.
Yo miro a Luisa casi a hurtadillas. Y así aumentan todos sus estereotipos y puedo intuírla que tiene pena y hasta pose pesimista y un tanto altanera para defender su almena de orgullo.
Luisa es fuerte, y alta, y vital, y que nada la para, y que tiene todos los proyectos del mundo por delante, y que si tiene suerte pondrá una empresa propia, y vendrán los éxitos, y triunfará sedándose finalmente con su ambición.
Pero yo no creo demasiado en esa fortaleza. En lo que creo es en que Luísa se crió así, con una madre que le enseñó cosas similares, y que no puede entender otro lenguaje ni acoplarme su mirada con un acento nuevo.
Simplemente, Luisa es el producto de una educación recibida, el resultado de un tiempo rapidísimo como el AVE o esos aviones supersónicos en donde cuando aterrizas en territorio sexy siempre sacas la cámara de fotos y te pones a vanidosear y a certificar que estuviste allí y que hay que demostrar que estuviste allí.
Si mi mirada tímida y respetuosa se volviera afectuosa y cercana, Luisa podría empezar a incomodarse porque ella está casada y los hombres ya los tiene los que quiera.
Si me pongo a competir con Luisa, entro casi como en ese hipotético choque de civilizaciones o de visiones de las cosas. Por eso Luisa y yo nunca seremos amigos ni próximos, y solo coincidirán los azares y las miradas porque no haya más remedio pero nunca nada más.
-SOMOS DOS UNIVERSOS INCOMPATIBLES-

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