Sí. Yo jugaba bien al fútbol. Medía un metro y ochenta y un centímetros, y era potente y rápido, fibroso y polivalente a mis dieciocho años. Me gustaba jugar de central y mandar atrás, pero poseía versatilidad, regateaba bien, y en cuanto podía subía al ataque. El gol es la gran máquina de los dólares. Se ganaba mucho más dinero en el área contraria que en la que yo defendía. Cosas de esta selva llena de pajarracos que es el a veces muy desconocido mundo del fútbol. Yo, lo conozco muy bien por adentro.
Lo mejor que puede pasarle a un chaval del fútbol, es que le hinchen hablando mucho de él. Sí. Que hablen todo el tiempo hasta que se cansen. Si no sacas la cabeza del anonimato aunque sea a manotazos menores, los ojeadores no se enteran de lo que hay. A mí me caen gordos los ojeadores. No tienen ni idea. Y lo que es peor: no trabajan. Dicen que viajan y miran, pero nunca les creáis ni un veinte por ciento de lo que digan. Mienten demasiado. Y su falta de moverse, es un escándalo. A veces, se meten en su PC, y no sacan la cabeza de ahí buscando vídeos y estadísticas. Carecen de credibilidad.
A mí, alguien me dijo un día al salir del pequeño taller en donde ayudaba a un buen hombre llamado "Joe el negro", que yo jugaba con la elegancia de Franz Beckenbauer y que él podía ayudarme a salir de la miseria para después proyectarme hacia sus contactos selectos. La condición que me puso, me ganó. Al acabar mi jornada de trabajo, él vendría a recogerme en su coche y me llevaría a un campo de juego en el que entrenaría y me presentaría al Presidente, al entrenador, y a todo el cuerpo técnico y deportivo. La verdad es que allí había muy poca luz, yo jugaba con zapatillas, y el entrenador con más poder de aquel sitio me tenía manía y siempre me ponía con los suplentes. Todo fue fugaz. Un día vi en la tele a un depredador sexual en serie. Era el hombre que me llevaba a los entrenos. Me dijeron que se suspendía todo lo deportivo, y yo les dije que ahí se quedaban todos y que muchas gracias.
Meses después, un grupo de personas con chaqueta y corbata se me acercaron. Yo, me quedé sorprendido. El que más me sonaba de haberlo visto en la tele, me dijo que el fútbol está moribundo de centrales, y que era una pena que no tuviese equipo y que jugara en un descampado con un grupo de mozos.
Se lo dije a "Joe el negro", y me respondió diciendo que quizás fuese mi gran momento de proyección. Uno de los tipos encorbatados me peguntó si había jugado en hierba, y yo le dije que algunas veces. Al parecer eran unos figurones aquellos tipos, que debían de venir de una fiesta, y su euforia les llevó hacia mí. Se trataba de un equipo de Regional, de un pueblo a las afueras de la gran ciudad. Uno de los tipos, musitó mirándome a los ojos:
- "¿Conoces que Minguella se fijó en Messi? ¡Pues es mentira! Yo, lo vi antes. ¡Te esperamos en esta dirección para entrenar mañana a las siete de la tarde! Vales. Pero hay mucha gente que está loca por triunfar. Si no vienes, ¡allá tú! ..."
¿Chulería? En ese momento te entran sensaciones. Yo, traté de concentrarme en mis evidentes posibilidades. Era fuerte, joven y ambicioso. Hasta echado para delante. Esto último suele ser un inconveniente en este mundo de borregos domados. Yo, confiaba plenamente en mis facultades destacadas.
Y así logré la titularidad, y empecé la competición de indiscutible y muy satisfecho. Lo que no esperaba, era lo que sucedió con la mujer del Presidente de este club. Me sacaba veinte años, pero era juvenil, muy guapa, y evidentemente asaltacunas. Y se ve que yo le gusté. Se llamaba Virtudes, pero todo en ella debía ser deslealtad y el pecado. No es que estuviera buena, no. Lo que estaba era súper. Y por lo que vi, muy desatendida. Me tendió mil sexys trampas y yo caí en ellas de bruces y con todo el gustazo.
Compaginar tanta vitalidad era un tanto mareante, pero bendita marea. Un día, su marido nos pilló in fraganti, y no pudo haber excusas. A ella le dijo que seguirían juntos para acallar rumores, y a mí me aseguró que haría todo lo posible en arruinar mi proyección como futbolista. Y que si me volvía a ver en el campo de fútbol, yo iba a correr demasiado peligro físico. Y me mostró un arma, me acojonó y me largué corriendo de aquel lar.
Mi amigo "Joe el negro", me dijo que cuando se es joven hay que tener más ilusión que nunca. Que me buscara novia, que siguiera trabajando en su taller, y que no dejara de jugar al fútbol. Porque me gustaba y el deporte es sano.
Yo era joven y me gustaba el fútbol. Tenía un regate corto que sorprendía, y mi personalidad me hacía parecer veterano al lado de los chicos de mi edad. Juro y perjuro que iba para figura. Y allí, con mis amigos y los partidillos, era muy respetado. Porque yo era rápido, leía el fútbol con cierta velocidad, y metía muchos goles viniendo desde atrás.
Tres meses después, se me acercó un tal Pérez. En realidad, lo de "Pérez" era un apodo. Se decía de él que era ojeador de la zona Centro de España y que se movía entre muchos tipos con poder y decisión de Madrid.
- "¿Sabes tú que conozco a un tal Péndes? ..."
- "¿El famoso, señor?, ¿el que los dos estamos pensando? ..."
- "¡Ése! ..."
- "¡Coño! ..."
- "Me llamo Juan Roldán. Pero se me conoce como el "Pérez" ..."
- "¿Y? ..."
Convencí a "Joe el negro" para que me dejara intentarlo en los equipos filiales o prefiliales del Madrid. Esta vez a regañadientes, Joe accedió. Pero no sin antes decirme que todo eso de la zona Centro era una ilusión de bobos. Y que cientos de padres invertían fuertes sumas de dinero para que sus hijos se movieran por allí.
- "¡No fracasaré! ..."
- "¡Ya te apañarás! ..."
"Pérez" me llevó en un cochazo a una céntrica pensión de la Villa y Corte. Me lo pagaría todo con una condición. Que yo nunca desvelara que era catalán.
Entrené en campos de hierba. Seguía siendo muy joven y con las ilusiones intactas. "Pérez" era gay, y a veces se le iba la mano. Pero yo le ponía cara de central del Bayern, y el ojeador se contenía. Por lo demás, era excitante lucir camisetas caras y nuevas, codearme con lo que luego serían futuras estrellas, e ir logrando cosillas.
Me dejé bigote cuando se lesionó el central titular, y logré debutar en un subfilial del Alcorcón. Marqué bien de cerca al nueve rival, pero se me iba. Pero aquel ariete no me conocía. Me daba igual la técnica que tuviese. De modo que le cuerpeé bien, y le birlé todo su peligro. Pudimos hasta ganar. Porque en el último segundo, me lancé al ataque con un córner favorable, rematé, y un defensa la sacó con la mano. Y va y el árbitro se hizo el sueco y no pitó nada. Protesté, tropezó el árbitro conmigo, se cabreó, me sacó la tarjeta roja y me cayeron nueve partidos. Pero no perdí la fe y seguí entrenando con fuerza.
Allí conocí a una periodista, que luego fue muy popular: Helena. Yo le caía bien a Helena. Un día la vi por el campo y la invité a una cerveza. Ella, aceptó. Era joven y sexy. Sabía mucho de fútbol .... ¿Cómo era posible que una mujer de aquella época supiese tanto de fútbol? Se lo pregunté y ella se rió. Me dijo que era tierno. Y, quedamos ...
Tras cumplir la sanción, "Pérez" el ojeador me dijo que en este club había un respeto y que estaban muy mal vistas las tarjetas rojas. Que daba igual que fueran injustas o no. Que lo importante era la reputación, la educación, la presentación, el buen vivir, el carisma, la modestia y el saberse humilde.
- "¿Eso es el catecismo, "Pérez"? ..."
- "¿Cómo dices? ..."
Mis prontos siempre me han perdido. Me fui a entrenar y lo di todo. Y aún jugué dos partidos más de titular y séis de suplente. Progresaba. Seguía teniendo muchas posibilidades.
Porque yo, tocaba bien el balón, procuraba no subir tanto al ataque como antes, mantenía mi sana y ruda dureza que un buen delantero sabe que ha de sufrir, y tenía fondo para jugar dos prórrogas si era necesario. Y no tenía lesiones. Era fuerte. Fibroso y potente. Buen jugador.
Noté que "Pérez" no buscaba tantos momentos de soledad para venir a mí. Estaba como dolido conmigo porque no le dejaba meterme mano. Sí. Estaba serio y decepcionado conmigo. Yo, se lo contaba todo a mi amiga periodista Helena, y ella no lo podía evitar y se mondaba de la risa. Era y es deliciosa.
No me ponían ni en el banquillo. Un día un niño me tiró sus mocos, otros me insultaron llamándome gay, y una chica me dijo que era demasiado feo para dedicarme al fútbol. Helena, seguía riéndomelo todo. Fue mi mano derecha mientras permanecí en la zona Centro.
Al acabar la temporada, "Pérez" me dijo que no seguía. Me indicó que subiera al coche y en tres horas ya estábamos en el taller de "Joe el negro". Antes de que se fuera "Pérez", le di un corte de mangas y lo mandé literalmente a la mierda. El ojeador, ni se inmutó. Y hasta puede que esbozara una sonrisa antes de volver al Centro a bordo de su maldito cochazo.
Me desilusioné y ya no quise probar más en esta selva corrupta e injusta llamada fútbol. A veces veía los partidos de la Roja y me enfadaba bastante. Porque esos centrales no eran mejor que yo. Y los centrales son los que protegemos y hacemos grandes a los porteros. No lo olvidéis.
Yo, era realmente bueno. Un rara avis de jugador que venía de bien abajo. Y si no tienes padrinos en este sucio y abarrotado negocio, solo serás una flor fugaz. Y no está en mi ánimo desmoralizar a nadie. Pero si no eres de familia bien, déjalo. Siempre está el rugby, el baloncesto si eres alto, o el balonmano, u otros deportes con menos predicamento pero con mucha más verdad.
Sí. Yo tenía muchas posibilidades. Muchísimas. Pero me di de bruces con una maraña interminable de parásitos, que se llaman ojeadores. Y no penséis que les tengo manía. Pero es que os juro que no son de fiar.
Yo no he triunfado en el fútbol, pero he tenido la oportunidad de bajar a las realidades y cloacas, y conocer sus entresijos. Nadie te dice la verdad. Son puros negocios y necesitas mucha promoción y bombo. Lo mejor, es que conoces gente y tal.
¡Coño, suena el teléfono! ¡Es Helena! ¿Véis? Aún se acuerda de mí. ¡Claro que me recuerda! ...
- "¿Dígame? ..."
- "¿Eres Joan?..."
- "No. ..."
- "Je,je,je ..."
- "Y tú, ¡Helena! ..."
- "Sí. Ja,ja,ja,ja ..."
"Joe el negro" mira de soslayo al joven. Lo importante es su simpatía, nobleza y saber estar. Esa Helena no le gusta. Lo mejor es que se busque una novia pero de aquí, que las hay bien guapas y buena gente. El chico se proyecta bien en su taller mecánico de coches.
-NO SE PUEDE TENER TODO EN LA VIDA-
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