Muy segura de sí misma. Aparente timidez. ¡Falso! Lulú no es tímida. Es estratega y muy superviviente. En la terraza de verano, a mi lado, me sorprende su hablar demasiado alto. ¿Importarle? ¡Un pito! ¿Sentirse preocupada por que la escuchasen a placer? ¡Al revés! Lulú disfrutaba siendo aspirante seria al campeonato general del vocerío.
Jefa. Lulú va de capitana general. Cree merecerlo. Y tiene un don de gentes que puede atrapar. Anda mal de dinero, y eso no agrada a nadie. Y además sus dos hijos varones ya saben volar solos. ¡Oh, la puta soledad! ...
Lulú puede darte miedo. Pero en realidad estás a salvo. Porque en cuanto ella perciba que no eres lo que quiere querer, dará por finalizada la charla y seguirá soñadora su camino.
Lulú es de caderas, y viste con elegancia. Se adereza con un puntito de insinuante escote, mas Lulú es velocidad y vitalidad. Y, risa. Toda la risa de triunfadora. Y últimamente no frecuenta,-o eso afirma-, las salas de baile caribeño. Pero cuando las frecuenta, puede tirarse dos horas a un ritmo frenético. Quiere pues pareja en forma.
Yo le insinué a Maduro para probarle el sentido del humor y de la ideología. Pero Lulú le odia y cree en la empresa, en la iniciativa personal; descarta totalmente a su Presidente. ¡Silencio! ...
Yo sonreía a Lulú. Parecía gustarle mi sonrisa y hasta mi aplomo. Pero soy incapaz de reírme desaforadamente hora y media seguida, y eso hizo decaer su expectación.
Y además Lulú es más que práctica y se había fijado en el bello camarero jefe de la terraza que nos servía los refrescos. Y se levantó a por él no sin antes decirme:
- "Disculpa. Pero si no tomo café, a mi me da algo. Voy a entrar al bar y se lo pediré al camarero. Vuelvo muy pronto ..."
Quizás algo exagerada Lulú. Nunca tendrá puntualidad inglesa porque el Caribe es otra visión del mundo, sensual y especial. Venezuela es un país en donde hay mucha riqueza y pocos candidatos a ella. Es lógica la ansiedad social.
Vuelve a la mesa Lulú. Y comienza a enseñarme fotos que no se corresponden con el motivo de la entrevista, el cual no era otro que a ver si nos gustábamos y todas esas cosas.
No me agrada que me digan que sí a la primera, cuando propongo quedar a una chica. Porque el perfil del watsap no dice nada. Y la mujer más bella del mundo puede ser que no se parezca al perfil humanote y sereno de una hermosa fémina.
Una foto solo es un deseo y una estrategia vanidosa. Donde esté el cara a cara, no hay invento tecnológico capaz de asegurar el rigor de una relación. Casi todo puede ser mentira antes de un cara a cara. Por eso no hay que ir con expectativas excesivas.
Lulú me hablaba, dándome lecciones de cómo han de ser las expectativas. Y le gustaba que a veces mis manos se acercaran a las suyas, como haría un imponente guayabo de Maracaibo. Porque a Lulú le gustan los hombres muy hombres.
Que tengan buen cuerpo, poca crítica, mucha música, nada de carcamales, con carro, y arropados en dólares. Es una de las razones por las cuales no quiere volver a su país natal. Y Lulú me contó dos dulces sueños en voz alta:
- "¿Sabes? Hay dos cosas que me divierten y las pienso hacer ..."
- "¿Cuáles, Lulú? ..."
- "Ponerme a hacer la mendiga en la puerta de una iglesia. Y la otra, ser capaz de comunicarme con la gente de un país en el que no se hable mi idioma ..."
Yo creo que a Lulú no le gustan demasiado los pobres, y además quiere enamorar a los hombres con la menor comunicación posible. Y que la dejen mandar, organizar, matizar, dominar, revisar, y tener el bolsillo a salvo de improvistos.
¡SUERTE, BELLA LULÚ!
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