sábado, 13 de enero de 2018

-LA REVISTA "INTERVIÚ" NOS DICE ADIÓS. -




La Democracia en los setenta y ochenta. España se enfrentaba a un tiempo nuevo tras el cruel franquismo. Soplaban vientos renovadores y necesarios. Y la gente se puso activa y audaz. La revista "Interviú", fue el icono carismático de esas pulsiones. Había que abrir y que se airease el polvo. No quedaba otra.
Lo de las señoras en bolas, también fue eso mismo. El adiós a los corsés censurados y el echarse hacia adelante y que pasara lo que tuviese que pasar. La mujer se iba posicionando. Vestidos más cortos y libres. Sí. Más de su libertad. Los bikinis, los nada bikinis, los destapes, la muestra de los senos que es una de las partes más bellas de la anatomía femenina.
Aperturas en democracia y en libertad. La revista "Interviú" fue potente y se arropó con unos periodistas extraordinarios y hasta temerarios, que luchaban por sacar del felpudo la mierda del tabú. "Interviú"talaba árboles aparentemente inalcanzables, y por dinero lograba unas informaciones que hubieran estado siempre cerradas a la ciudadanía. Solo el Rey Juan Carlos se libró de que le viéramos en cueros, por una acción in extremis.
Ahí, se libraban pocos. Había voracidad de rigor. Impacto e inconformismo. Ganas de hurgar y de presentar una España nueva y sin caspa. Una España valiente y progresista, un periodismo independiente y maravillosamente tocahuevos. El periodista de raza. "Interviú" ha sido nuestro "Play Boy" español. Más a nuestro estilo y a aquel tiempo en donde se habrían tantos caminos. Caminos anhelados. Era cuestión de atacar al Poder para hacer higiene y perder miedos.
El "Interviú" era carete. Era una revista de calidad, que nada tenía que ver con las otras revistas de destape que proliferaban en los escaparates de los kioskos. Era don desnudo. Para comprar la revista había que tenerse ganas de avanzar, un poco de dinero, serse de izquierdas o simplemente crítico, y sentir que el buen periodismo podía ubicar y cambiar las cosas a través de las fotos y de las informaciones restringidas y casi imposibles. Fue un arma de normalización y una ocurrencia excelente.
Daba corte en mi juventud que me vieran leyendo el "Interviú". Te miraban mal. Pensaban que solo estaba fijándome en las actrices o starletts en pelota picada exhibiendo su poderío físico en busca de su apuntalamiento social. De su máster, a través de su mostrada belleza sin ropa.
Y, no. "Interviú" era una ruptura. Un tiempo determinado. Llegó Felipe González a La Moncloa, y ahí estaba el "Interviú" al acecho de noticias. No pasaban una. Descubrían a Roldán, a Paesa, se decía lo que nunca ningún político admitiría en público, y a mí me fascinaba ese torrente de libertad. Porque los torrentes de libertad siempre son saludables y nutritivos.
Hasta que llegó doña tecnología. La de hoy y la de mañana. La que hace que la gente ya no guste de las noticias a papel y se sumerja de cabeza en la inmediatez de la propuesta del internet y su mundo.
Ahora, los jóvenes y todo el mundo pueden ver a todas las chicas hermosas solo con meterse en la Red. E informarse y en tiempo actualizado de las últimas noticias. Es una revolución absoluta y asumida. Por eso la revista ya no puede competir con ese tsunami tecnológico.
Hacía años que "Interviú" ya no era aquella revista icónica y especial. Porque los últimos años no son de libertad sino de supervivencia y de trabas. Y porque ya no parecen estilarse estas cosas. Esa cosa mediática que tenía nuestra democrática revista, cedía ante la realidad irremediable. Pero creo que "Interviú" se despide con la mejor de sus sonrisas. Nos hizo mucho bien, nos enamoramos de las pieles de aquellas bellezas conocidas y potentes, nos enteramos de casos que nos dejaban alucinados, y las cloacas del Estado eran un filón fértil para unos extraordinarios periodistas, reporteros, y fantásticos fotógrafos.
Fue una revista cuidada y oportuna, necesaria y aguda, personal y profundamente libre. Si hoy siguiese la pasión viva por el mundo a papel, yo seguiría cogiendo o tomando entre mis manos una revista así. Aunque me mirasen de reojo reprobándome.
-SIGNO DE LOS TIEMPOS-

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