sábado, 15 de julio de 2017

- JAMES RODRÍGUEZ DEJÓ EL REAL MADRID -



Revelador y significativo. El Real Madrid es una ciudad de astros, los cuales pugnan y orbitan en función de su ambición y actitudes.
El colombiano James Rodríguez es uno de los mejores jugadores de América. Cuando logró llegar al Real de Florentino procedente de las glorias propias de un gran Mundial que realizó, muchos dudaban de su calidad. Le minusvaloraban.
Se puso la blanca zamarra, y tras un tiempo lógico de dudas y adaptación, mostró un exquisito nivel futbolístico y acompañado por goles y excelente acomodación a un trasatlántico de campeones. Se salió con la suya y triunfó plenamente a pesar de la fugacidad que sitúa a los futboleros como meras mercancías a exprimir y a desechar. Sí. James Rodríguez no fue un jugador más que pasó por el Bernabéu. Porque James, es. Sigue siendo un zurdo elegante, director, colosal, dotado de una técnica y de un cambio de ritmo difícilmente neutralizable. Es. Es una gozada verle jugar al fútbol. Vistoso, protagonista y astuto. Y también pasional y sabedor de la tremenda competencia en la que se ubicó y de las urgencias constantes de éxito que han de bombear las arterias y la circulación sanguínea de un club ganador hasta cuando no lo hace o los resultados no acompañan.
James pasó los tabúes y los rubicones, como en su momento el teutón Özil. Pero James es latino, inconformista, no se sabe inferior a nadie, no tolera aguantar en el banquillo, y para 
él no jugar es un fracaso de injusticia. Él vino al Real no para rellenar caprichosos huecos, sino para salir ahí al verde césped a mostrar su calidad, a hacer goles, y a reivindicarse como un crack.
Densidad de calidad en el Real. Cláusulas, millones, iconos, competencia a codazos por la titularidad, sed de éxitos y afinidad dividida con la grada.
En el Real Madrid no se torea pinturero, sino que la filigrana y el jogo bonito han de ir acompañados de eficacia y de todas las suertes. Ser titular en una máquina carnívora como el Real, es un hecho caprichoso y fortuito. Pueden contarse con los dedos de una mano y sobran dedos, aquellos futbolistas que estén convencidos y concretados por la condición de su titularidad.
A James empezó a venirle la realidad. Siempre debería estar empezando de nuevo como refrenando una y otra vez sus zapatos nuevos de gran figura consagrada. Lo intentó todo. Le vieron serio y disconforme, desconfiado, y finalmente realista. Había convencido, gustaba su fútbol bello codeándose con un explosivo Isco, pero al final no le ponían y habría de ver los partidos desde el banco.
James es joven y ha dicho que no. Que no cuenten con él para esas cosas. Su valedor Carlo Ancelotti le espera ahora en el Bayern de Munich en ese nuevo reto que representa ese fútbol alemán tan atlético, igualmente ganador y orgulloso de sus valores de ancestro. Se dice que el fútbol es una cosa que inventaron los ingleses y en donde al final siempre gana Alemania. Cosas del fútbol y de sus decires.
James es un diez. El número del gran Pelusa o del extraterrestre Leo Messi. Es el mejor centrocampista americano y uno de los mejores del mundo. Ahora pisará fríos campos llenos de lluvias y buen drenaje, costumbres no latinas, y nuevas experiencias en esa Bundesliga siempre difícil y tradicional donde últimamente dicta el Bayern. Pero James no se arruga y acepta otros colores y otras opciones. Necesita tanto jugar que dará igual el sitio geográfico de nivel. Lo que se trata es de que le hagan el hueco que no le han permitido en el Real.
¡MUCHA SUERTE!

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