- "¿Tú eres casado, Emiliano?, ¿tienes hijos? ..."
- "Soy soltero, jejejeje ..."
Se sienta con nosotros a jugar al dominó. Pensionista, rubicundo debió ser, pelirrojo, ágil, y encerrado en una atmósfera defensiva.
¿Soltero Emiliano? ... Lo que le pasa es que es homosexual. Y yo le gusto porque no le pongo pegas y le trato como a los demás. Y a veces se atolondra y se equivoca en cosas del dominó. Por cierto, que juega de maravilla a este juego de mesa porque está toda la vida practicándolo y juega casi de memoria.
A Emiliano yo le hago algunas preguntas leves e inocentes. Y el hombre se disculpa una y otra vez. Tiene como una suerte de tic defensivo y no se compromete jamás. Reitera las cosas para que quede claro que él no desea hacer daño a nadie, y para que quede sentado que él no ha dicho lo que en el fondo pretendía decir.
Se dirige de repente a un mutuo amigo llamado Carlos, y le espeta sonriente: - "Tú eres mariquita, jejejeje ..." Y Carlos le mira, y si no se pone Emiliano muy pesado, se calla y no se incomoda. Se conocen ha mucho.
Cuando Emiliano dice lo de mariquita, lo que quiere es lanzar tinta de calamar para que nadie piense que él es homo. Que es en lo que vive el tal Emiliano. Aún no siente la libertad, ni la sintió, ni la sentirá. Se limitó Emiliano a disimular, a no ser evidente, a ser práctico, y a tratar en lo posible pasar inadvertido.
Cuando acabamos la partida de dominó, Emiliano me espera con cualquier excusa para charlar conmigo. Con otro varón como él. Y entonces lo de menos es la charla, y lo de más es que me pone a prueba. Creo que Emiliano no ha asumido la libertad democrática ni sus derechos. Le caigo bien porque me ve tranquilo hablando con él. Querrá evidentemente saber si yo también soy homosexual, y para ello no hay mejor fórmula que abordar y extraer sus conclusiones.
Al viejete Emiliano le faltó mucho amor. Debió sentirse en la tesitura de no salir del armario. Emiliano es de pueblo. De la zona de Teruel. Y vive en otro pueblo de mi zona valenciana. Y en los pueblos, salir del armario exige superar una presión mayor, porque todo el mundo se conoce entre sí.
Los cierres. Sí. Me llamó poco a poco la atención la inseguridad de Emiliano incluso en los actos en los que se sabe destacado. Emiliano basa su éxito en el juego de mesa antes citado, porque usa mucho los cierres. Es decir, que la partida se bloquee o plantee desde dos números iguales ante los que haya que responder. Sí que puede ser una mera estrategia para ganar. Pero yo creo que los cierres son muy familiares en Emiliano.
Porque su vida es un cierre; una impostura. Una vida que no pudo ser plena, y que debió canalizar su deseo como buenamente pudo y en estrategias de guerrilla opaca. Lo que quiere Emiliano es quedar bien. Y cuando logro abrirle la partida para que no cierre, entonces el hombre se desconcierta y sufre más para ganar.
Nunca jamás Emiliano se abrirá. Antes muerto. Le han jodido tanto la vida, que ha decidido ser diplomático y salir de los líos. Y guardar silencio de temor cuando mis preguntas sobre él van directas:
- "¿Conociste al padre de Andrés, Emiliano? ..."
- "Hombre, claro. Era muy buena persona, y su madre, y su hermana. Y todos ..."
Y a continuación se remueve nerviosamente. No se cree nada de que todo el mundo es bueno. Porque seguro que lo que cree Emiliano, es que somos todos unos perfectos cabrones que no respetamos nunca en la vida su orientación sexual.
Pero supongo que conserva en su chip la severidad de antaño y la ley de Franco, en la que si le descubrían podía dar con sus huesos en la puta cárcel.
Emiliano no ha salido de esa idea de desamparo. Como tantos y tantos ancianos homos, que prefieren hacer bromas correctas, mirar disimuladamente, ser eternos niños grandes, y solo reír cuando todos en el grupo empiezan con las carcajadas festeras.
-PERO NUNCA ANTES-
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