miércoles, 25 de diciembre de 2019

- EL MENSAJE REAL -




Nueve de la noche de la Nochebuena. Alguien muy importante copa todas las televisiones. Es la figura monárquica que alcanza a la Constitución española en su Título Segundo que es La Corona.
Y al poco de escuchar sus palabras, pensé en esa figura arcáica y poderosamente llevada en herencia desde la Tradición. El hombre, Felipe VI esta vez, hacía un balance y lanzaba unos deseos determinados.
Y a mí me asaltó la duda y la idea. Y pensé que quién era este señor atractivo de la barba. ¿Un catedrático de filosofía?, ¿un politólogo?, ¿un pensador?, ¿un científico?, ¿un político elegido por el pueblo?, ¿un cura?, ¿alguien de referencia y de agudos argumentos?
Y la respuesta no podía ser que sí. La figura monárquica solo es una mera tradición. Una suerte de embajador español y de asuntos exteriores e interiores. Y pensé que en 2020 ya chirrían todas estas cosas. Porque esta figura no va con los tiempos actuales. La sociedad es otra. Y ni siquiera el buenismo navideño debe dar pábulo o alfombra roja para que un monarca nos diga su influencia y poder en pleno prime time.
Las palabras de una figura de excelente posición social, ya no son suficientes. Y en Democracia, mucho menos. El rey no es ni será nunca un mediador. El rey o reyes lo que hacen con la idea pongamos de la Unidad, es defender su status y a la Casa Real. Y de rebote la unidad de la Nación. Pero solo de rebote.
Yo no he votado a ningún rey. Me parece casi cómico elegir a alguien que no cumple la función pública clara y definida. El Disney o los magos están bien para los niños, pero no va con los adultos.
A pesar de todo, las palabras reales continuaban. Y yo le percibía como un intruso o un impostor entre toda la gente normal. El rey no es una figura ni democrática, ni actual, ni real en el sentido de clara y práctica, defiende sus propios intereses que vienen de hace siglos, y choca todo con una nueva sociedad abierta y avanzada que ya no quiere todo esto de los aristócratas y privilegiados solo por el hecho hereditario y azaroso.
Y las palabras del Monarca se perdieron entre los ritos esperados. No sé lo que dijo, no me interesan sus cosas, no tienen rigor, dijo Cataluña porque le interesa la unidad egoístamente, no estaba yo ante un político de peso y ni siquiera ante una autoridad real y de hoy.
Hoy, mi mundo español mira a la Casa Real como contempla un acontecimiento de morbo, glamour u oropel. Como ese lujo deseado. El rey ha de ser conservador y de derechas, nunca progresista ni avanzado, porque su reino no es de los tiempos modernos sino que se asienta su gloria en un pasado del blanco y negro que se va perdiendo como una mera reliquia o figura decorativa, por no decir exótica.
Los reyes no son de hoy. Ni las princesas. Hoy un hombre no quiere ni puede ser rey, y una mujer solo será princesa si se casa con el hijo del primero de la clase de la Casa Real. Insignificante pues lo que puede aportar al mundo en el que me toca vivir. Es como si se pretendiera extrapolar un tiempo del pasado a un tiempo del futuro. Absolutamente absurdo.
El rey se aferra a una bandera, a un himno y a una unidad en aparente solemnidad. Pero hoy todo ha de caer en saco roto porque no es más que una ilusión y una figura desfasada. La crítica a la institución no me viene por ideología sino por observar su inoperancia o insignificancia.
Hoy, a mi pesar, los reyes no son los de la Corona de la Transición. Los verdaderos reyes son los financieros, los banqueros, los que influyen sin dar la cara, los jefes de los grandes monopolios y oligopolios económicos, y gentes de este perfil. Lo demás, es pura fantasía.
Si en vez de dar el mensaje el señor Felipe VI lo hubiese dado Florentino Pérez, uno de los Roig de Mercadona, o la hija del banquero Botín, hubiera sido menos popular pero mucho más real. Porque ellos son los que mayoritariamente rigen nuestros destinos y definen las reglas del juego en vigor.
Y, ahí, siento la esperanza en que la Política avance realmente sobre el Poder Económico y lo sitúe en su justo lugar. Esa es la gran apuesta real de la diversa y entrañable España de la Democracia. Que sean los ciudadanos de a pie quienes decidan.
-SEAMOS MÁS CLAROS-

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