¡Conseguido! Un nuevo show táctico del entrenador Marcelino García Toral. El asturiano y peculiar entrenador, ha bailado sobre la sombra del vacío de un Barça que sigue noqueado por la castaña de Liverpool.
Y el Valencia, ¡campeón! En el mismo año de su centenario. Bronco, feliz, fresco, copero y con sufrimiento decente y admirable. Marcelino la ha vuelto a liar en el caluroso mayo del Benito Villamarín verdiblanco y del Betis.
¡Recuerdos! Todos los recuerdos del Valencia en su homenaje merecido. Los chicos de Mestalla, de la Avenida de Suecia, del "murciélago", de Waldo, Paquito, Claramunt, Puchades, Kempes, Albelda, Ayala, Angulo,Cañizares, el Piojo López o Rafa Benítez. El Valencia de Juan Sol o Valdez, mi Valencia de siempre, ¡homenaje al ex Presidente Jaume Ortí!, indiferencia ante el chino capuchino Lim, Parejo desesperante y talentosamente frío.
Los recuerdos se vuelven magia en esta primavera 2019 para el Valencia Club de Fútbol. Fernando Gómez Colomer, Ansola, Sergio, y toda la afición entusiasta de un Valencia campeón.
Marcelino García Toral es peculiar y canijo, pero con flor en el culo. Ha hecho una segunda parte de la Liga formidable, y ahora se encumbra a la gloria de los grandes modestos ganando la valiosa fiesta de la Copa del Rey.
¡Valencia en fútbol! Suenan los petardos, las tracas, la naranja, la afición que grita el Sí Se Puede como si fuera la nueva savia posible del cambio. El Valencia es un grande y nunca ha dejado de serlo. Y mantiene esa tradición sin alharacas ni adornos, sino con sus verdaderas señas de identidad. Con coraje, con entusiasmo, como siempre ha sido a pesar de las nefastas gestiones de sus dirigentes.
¡Per un València campiò! ¡Enhorabuena! Sevilla huele a fallas, al himno del club, al himno regional, y hasta a la Geperudeta virgen de los Desamparados. Todo es magia y alegría, todo es verdad en la ciudad de la playa de La Malvarrosa, y triunfo para un equipo maltratado por el capitalismo sin entrañas pero que ha sido varias veces campeón de Copa y de Liga, y que ha jugado dos finales de la Champions. La emoción supera a la letra. La poesía son los cláxones eufóricos del exceso, masacrando de alegría la gran noche reflexiva electoral en la tercera capital de España.
¿El Barça? El Barça está noqueado todavía por Kloop,y Anfield, y el Liverpool, y todas las ganas de descansar del mundo. El Barça es la cara demudada de más decepciones. El foco rotundo de una planificación deportiva demencial, que hurga en sus carnes desesperadas y rabiosamente negativas. ¡Una verdadera pena ver a Messi con esa cara! Un dios entre mediocres. Una flor en medio de un campo de cactus. El Barça no tuvo nada que no fuera pesimismo y derrota. Y el pequeño Valverde, con cara de ¡tierra, trágame! ...
El Barça ha perdido mal, sin alma, llorando sus errores, con jugadores que nunca merecen vestir esa mágica camiseta que lució César, Kubala, Asensi, Cruyff, Reichach, Guardiola o Iniesta. El Barça merece un respeto y una revolución porque es mucho más que un club. Parecido al Real Madrid. El Barça ha perdido bien, y el 2-1 es hasta pequeño. ¿Para qué sobar el balón a cámara lenta?, ¿para qué el hacer el ridi? ...
Lo dicho. El fútbol de clubs echa el telón de la temporada 2018/19 en España. Han pasado demasiadas cosas transitivas y de paréntesis, de inicios y paradas. ¡Han fallado los tres grandes! Y entonces surge el cuarto, que es el Valencia, y degusta su paella y su orxata. ¡Es fiesta! Y como valenciano, solo puedo alegrarme del hito de los chicos de Marcelino y de su modesta pero audaz honradez. Y les ofrezco mi enhorabuena y mi aplauso.
¡XE QUE BÓ!
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