10:49
jose vicente ortí
No se puede echar un vistazo a los últimos años del fútbol español, sin encontrar al recientemente fallecido jugador y entrenador serbio, Radomir Antic.
Los primeros recuerdos que le tengo, es cuando le vi jugar de central en el Real Zaragoza. Le recuerdo como a un central elegante y mandador. Un tío con las ideas más que claras, y con una visión del fútbol de equipo, realmente admirable.
Y, después, la figura de Rado, se amplió, abrió, desarrolló, y se mostró con mucha más precisión. Fue uno de los tipos más apasionados por el fútbol que siempre recuerdo. Él era puro fútbol. Y el español. Ya de jugador, también partió a Inglaterra porque eso es sabor a fútbol, y al retirarse de jugador, lo último que iría a hacer sería alejarse de su enorme pasión.
Yo confieso que al principio no me gustaba su modo de ser. Un tanto arisco y demasiado rápido para todo. Quizás, porque como jugando al fútbol no me había parecido una figura destacadísima y además nunca logró hablar un español sin desprenderse del potente acento de su país, su discurso me sonaba a recurrente y hasta a oportunista. Pero con el paso de las temporadas, de los años, logré entender mucho mejor a Radomir. Y, ya. Y ya cuando comentaba los partidos, le escuchaba con fe sus relatos llenos de sabiduría inmediata. Era un lince. Se daba cuenta en seguida de las cosas.
Sí. Radomir Antic se volcó con España. Y, sufrió la terrible y fratricida guerra de los Balcanes. Él se sentía yugoslavo. No solo serbio. No le gustó la partición en independencia de los demás pueblos eslavos que componían la Yugoslavia de Tito. Porque él creía en que la unión hace la fuerza y nunca el individualismo.
Fue un gran padre con los jugadores y un gran nostálgico. Era su mirada especial con esa impronta y con esa sonrisa entre contraída, divertida y preocupada a un tiempo.
Dicen quienes le conocieron personalmente, que en su vida privada fue un gran padrazo, un gran aglutinador, un tipo al que gustaba su vida familiar y para quien el fútbol era su gran cita ineludible. ¡Uno de los nuestros! ...
Logró un doblete histórico con el Atlético de Madrid,-Liga y Copa del Rey-, y esto le convirtió en un rojiblanco de leyenda. Y además, fijaos, fue un entrenador que dirigió igualmente al Real Madrid y al Barcelona. Algo tendría el agua cuando la bendecían ...
Sí. A Radomir Antic le gustaban los equipos. Sí. Como buen eslavo, le encantaba el fútbol bello, pero siempre que brotase de la fuente construída por once tipos corriendo y haciendo sus labores en defensa y en ataque. Tipos comprometidos con la concentración. Y si tenía a un panzer como Lubo Penev o a un artista como Milinko Pantic, miel sobre hojuelas. Pero, por encima de todo, un bloque. Esa era la idea troncal de Antic. Su filosofía.
Cuando en la radio aparecía,-era casi un comentarista de todos los partidos y de muchos años-, le gustaba ser incisivo y analítico. Hablaba rápido con ese acento inevitable suyo, y veía con precisión qué estaba sucediendo y los porqués, sobre el terreno de juego. Era como si se anticipara a lo que estaba por suceder.
Le agradezco a Radomir la compañía de su pasión, escuchándole por la radio. Era una referencia obligada, le gustaban los grandes acontecimientos, y que los campos de fútbol estuviesen llenos de público hasta la bandera. Todo debía ser intenso, apasionado, masivo y hasta visceral. Pero siempre debía oler a café de fútbol, a aroma de césped y de competición, a concreción, a unidad y buen entente. Cuando se acababa el partido, todos amigos nuevamente.
-SE HA IDO UN GRAN AMIGO DEL FÚTBOL-
10:33
jose vicente ortí
Sí, claro, el confinamiento. Todo esto se hace raro. Demasiado extraño para mí. Es un reto. Mi fortaleza mental está en juego. Deberían dejarme salir a dar una vuelta por ahí. Con tranquilidad y sin prisas. Pero ahora con el virus ese puedo contagiarme y morir. Soy obediente. Y además me puedan cascar una multa de la que me acuerde siempre del coronavirus de los demonios.
Pero, sí. Estos días son un mazazo. Tampoco me los esperaba. Aquí en casa y confinado no me siento bien. Me siento rematadamente mal. Ya lo sé. El refrán ese de "mal de muchos, consuelo de no sé qué ..." De tontos. Hay otro que dice que "mal de muchos, epidemia ..." Maldita palabra la de epidemia, o pandemia, o como leches se llame ésto.
En toda mi vida no he pasado por una cosa parecida. Y eso que mi vida no ha sido precisamente un camino de rosas. Para que encima llegue esta cosa tan rara, tan extraña, tan inesperada, tan letal y jodida ...
Yo no sé estar en casa. Era y es una de mis asignaturas pendientes.Lo confieso. Yo, por la tarde y por la mañana necesito hacer cosas. Por la mañana siempre cosas de obligaciones y tal. Y por la tarde nunca o raramente aguantaba en casa. De hecho, y cuando ya no podía más, me preparaba y aún cojeando en espera de que me operen, me iba a caminar un rato y los fantasmas se tornaban más vencibles y hasta anecdóticos o inanes.
Y ya véis, cualquiera sale a dar una vuelta por ahí para estirar las piernas y salir de uno mismo. ¡No se puede! ¡Totalmente prohibido! ...
Permitidme que hoy os reflexione sobre la salud mental. Y la distancia. Imaginad a la gente que tiene bajones, o que sencillamente, está afectada severamente por un tema mental. Esto tiene que generar unas situaciones de angustia realmente terribles. Supongo que los locos no irán a mejor en una prisión, que las consultas de los pacientes no podrán ser completas, y que por una videocámara y el que pueda, mantendrá el contacto. Pero no es lo mismo.
A los errores de pensamiento, a los nervios extraños y propios de estos días raros, se añadirá el desconcierto y una mayor sensación de soledad y de desamparo. Supongo que como nunca dicen el número de suicidios, estos días los dirán mucho menos, supongo que en evitación del efecto contagio. Otra vez la maldita palabra ...
Cuando digo que esto es para mí un reto, lo que hago es afirmar mi realidad. Lo es. No sé cómo acabará ésto. Y prefiero vivir el presente. Y me rebelo contra los pensamientos que llevan al mal rollo. Y entonces me siento bien. Cuando reacciono, me siento bien y útil para mí mismo. Y tomar mis decisiones en estos días, me supone una gran alegría personal y una gran satisfacción. Porque pienso que si soy capaz de reaccionar ahora cuando estoy clausurado como un pollo de granja, cuando este panorama desaparezca, seré mucho más feliz y estaré más fuerte.
Me puede la ansiedad muchas veces. Porque todo esto tan raro, quiero que gire como una tortilla y de repente vuelva a ser todo como antes. Sí. Lo quiero y ya. Quiero volver al Mercadona sin pasar miedo y que también los pobres podamos tener unas mascarillas de protección.
Y, ¡mucho más! Quiero ver otra jugar a Messi, que vuelva la Champions y la NBA, y que abran los bares y se otee el camino de la alegría que se llama normalidad.
Normalidad. ¡Bendita palabra! Por ahora no es posible y todo es un lamento y una impaciencia. Me gustaría ir al cine y ver una película interesante, y volver a casa de mi amigo para ayudarle en la recuperación de sus piernas, y que se abrieran los lugares de las conferencias a las que habitualmente acudo, y reemprender ese viaje al Centro de mi país que tenía ya programado y que no pudo ser.
¡Ese es el consuelo! ¡Que es ansiedad! Que lo quiero, ya. Pero todo lo que yo anhelo va a tener lugar. Estaré de nuevo junto a la gente que aprecio, y volveré a viajar, y a salir de aquí. Lo volveré a hacer todo lo que antes hacía. Y esa normalidad será impepinable y tendré que armarme de paciencia.
¡BENDITA NORMALIDAD!
10:24
jose vicente ortí
Se acaba de ir a su misma dimensión. ¡Aute! Es duro creerlo. Se nos ha ido un maravilloso animal sin tiempo. El gran creativo sin fronteras que nació en Manila y que fue un regalo para quienes creemos en la música y no solo en la música.
Aute fue polifacético. Una marca. Un icono de los que nos gusta complicarnos la vida. Aute se ha ido y nos ha dejado tirados. ¡No hay derecho! Lloro su ausencia ...
Demasiado todo. Demasiado maravilloso y referente Luis Eduardo Aute. Demasiado enfant terrible para creérlo aún. Demasiado revolucionario es poco. Dribló a la censura y se desmarcó de la dictadura de las casas discográficas y sus circuitos comerciales. Se fue del tubo por el que pasan tantos.
Una canción de Aute te la cambio por dos de quince. Cantaba al sexo con la audacia y la ternura de un titán. Me abstendré un tiempo de poner sus canciones en su bendito homenaje.
Aute fue un verso libre, un vademecum libre, un arcoiris de una valentía suicida y cuidada. Haciéndose el tonto era más peligroso que un soldado soviético con Kalashnikov. Porque todo es en él personalidad y libertad. Su estética es de él, con sus melenas, greñas, barbas y gafas. Aute solo habrá uno y trino. Respirar libertad es escuchar sus canciones. Habló del virgo, de las posibilidades, de la nueva dimensión, de el alba del poeta que va a morir por ser honesto y sabio. Habló de los cabrones y de los hijos de puta, pero sin mancharse de ellos. Supo siempre hacer que se descompusiera su pureza y su verdad abrupta y mágica. Besó a Sabina, a Serrat o a Krahe, y fue el che inspirador y a buena distancia de todos los condicionamientos ajenos.
Fue un maravilloso tipo inteligente y singular. Qué cerca están las palabras Aute y Arte. Creatividad, ingenio, valentía, atacante en terreno dictatorial y vedado.
Tú, pasabas por aquí. Siempre por aquí. Azarosamente por aquí. Y no lo pudiste resistir y llamaste a ese teléfono que sabes, y viviste como un maravilloso centinela quedo de lo libertario y puro.
¡Oh, Aute! Andamos tocados de dolor y muerte. Y va y alguien en maldita hora nos comunica que la has diñado. Mal hecho. Siempre te necesitamos aunque estés delicado y hasta extraño. Aunque la guadaña te acechaba y te daban por muerto. No tiene mérito no morir por coronavirus. Has muerto de infarto que es la misma putada.
Rosas en el Mar de la vida para tí, Aute. Nunca caminarás demasiado desapercibido. El mundo real de la música saldrá a la calle y con sus palabras a la boca para decirnos que el pater Aute se nos fue.
Música, música, que todo en el cine es música, que los sueños sueños son, que tu magia es ciclópea, que mis lágrimas tienen la obligación de loarte. Que has dejado un agujero potentísimo en el ADN de la música y de la cultura de mi país. Que me gusta la laboriosidad imparable y acérrima. Que me hiciste sonreír a carcajadas cuando te ponías a cantar con tu guitarra.
Esa mirada perpleja y cálida, atenta y astuta, filipina, española y universal. Emigrante que superó todas las fronteras. Politodo. Tú eras politodo, y un excelso y necesario protestón educado que nunca se despeinó aunque soltara lava educada y letal hacia el puto Sistema.
Aute ha sido oxígeno a falta de respiradores, el alba que iluminó a tantos cantantes espléndidos de mi país. Un arma endecasílaba. Un tío con un par, capaz de hacer de un reto un cuadro, o de una ternura un triple salto mortal con alegría y aplauso de diez.
Luis Eduardo Aute. ¡Siempre Luis Eduardo Aute! Plantó cara y ninguna vez se arrugó. Y le dio tiempo a todo. A amagar, a amar, a dar la nota, a elaborar cine, y parir toda una catarsis de sentimientos unidos y reales.
Poco puedo decir más. Porque me lo he dejado todo. No te he elogiado un carajo. Siento que no llego a loarte lo que mereces. Pero, en última instancia, a tí lo único que te importaba era la alta nota de tu propia conciencia.
¡SIEMPRE AL ALBA, MAESTRO!
3:26
jose vicente ortí
Año 3.054. Impacto de un gigantesco meteorito. El ruído ha sido brutal. Pero fue lo de menos, porque lo que subyuga es el silencio sepulcral. Un enorme cementerio. Quizás hayan sobrevivido algunos insectos rastreros. Aparentemente, solo una pareja de tigres asiáticos han logrado salvar el pellejo.
¡¡Eso es tener suerte!! Volaron por los aires en varias ocasiones. Estuvieron más que malheridos. Pero la lluvia hizo de betadine en sus heridas, y su fortaleza acompañó a su azar.
Pero los tigres están en shock. Aturdidos. Intuyen y viven la gran catástrofe. Y saben que han de moverse de donde están, y seguir caminando. No van a pasar hambre, pero están sedientos. Marchan a través de cadáveres y de edificios en ruinas, pero la pareja de los tigres trata de oler un tiempo mejor. Unas mejores condiciones, una continuidad; una mejora.
La mirada de la pareja de hermosos tigres intuye que no es bueno todo lo que ingieren, pues es posible que casi todo se halle contaminado, y que el meteorito que impactó llevase veneno radiactivo en su descomunal estructura. Y que los alimentos puedan ser letales.
Por eso, ambos animales tratan de fijarse en las ramas de los árboles y en la vegetación más verdosa posible, en busca de pistas más sólidas acerca de su seguridad. Si eso está bien, quizás sus estómagos no se vean tan afectados. Lo que pasa es que ellos son carnívoros, que todo es una tentación porque hay carne a mansalva debajo y al lado de sus pezuñas, y además el único líquido a ingerir por el momento será la sangre todavía viva de las carroñas.
Y desde esta intuición, la pareja de tigres busca sin descanso lugares de agua. Y evitan el mar. Y se adentran hacia el interior a la búsqueda de un río salvador que todavía pueda estar en su sitio. Río de la vida ...
Los ríos y lagos que ambos tigres conocen, no aparecen en su vista ni en su olfato. Hay que darse prisa antes de que la sed aceche y la sangre se seque petrificándose para siempre.
¡Sin éxito! Los tigres buscan también un algo. Un algo de vida. Y de momento, nada ven. Hasta que finalmente detectan una cosa. Una nave no terrestre aparece partida en cuatro trozos en medio de un desierto. Dos seres, heridos también, intentan a duras penas rehacerse de sus lesiones.
Los tigres, se miran, se esconden, y esperan astutos. Quizás en esa sangre extraterrestre todavía viva, estén unas horas más de su esperanza vital. Si es que los mares y ríos se han secado definitivamente.
A las pocas horas, los extraterrestres se van reincorporando. Son enormes y con aspecto humanoide. ¡¡Es el momento!! Los tigres se lanzan contra ellos y les muerden una y otra vez. La textura de los cuerpos de los foráneos parece más dura, y los felinos pierden algunos colmillos en su desesperada empresa.
Uno de los seres extraterrestres alarga durante el forcejeo su brazo para alcanzar algo que semeja un aparato de comunicación. Están queriendo informar a los suyos de lo que sucede, darles ubicación y pedirles ayuda.
Finalmente, los extraterrestres disparan contra los tigres logrando su propósito. Los matan. Ya no parece quedar vida autóctona sobre el planeta Tierra. Quizás sean los insectos rastreros la última esperanza. Porque los extraterrestres, extenuados y sin fuerzas, también pierden la vida. Y los insectos rastreros van aproximándose para saciar su apetito.
En el planeta de los seres de otro mundo, saben que algo ha pasado aquí en nuestro Planeta Azul, y ya están llegando nuevas naves de rescate. Están ubicándose y comenzando la búsqueda de sus compañeros. Su tecnología es mil veces superior a toda la conocida. Seguramente verán lo sucedido y La Tierra será suya. Y los insectos rastreros se batirán en retirada.
-PRONTO SE VERÁ-
11:20
jose vicente ortí
Hola, desconocidos. Me llaman aquí, "Freedom". Es mi apodo. El de siempre. Con el que me identifico plenamente. Os contaré algo. Veréis.
Yo iba tirando en la vida. No conocí a mis padres. Me crié casi en la calle, y solo recuerdo a mi novia, a unos tíos que tenía y que eran un amor, y a algunos colegas del barrio. Soy muy alto. Era muy alto. Hacía trabajos de poca monta y también hacía de camello en ocasiones. Había que sobrevivir. Como era atleta y las metía todas, recibí algunas ofertas de equipos de basket. Sí. Soy negro y de Nueva Yotk.
Tenía veintiocho años, y no sabía nada de nada. Era un cuerpo hueco en acción. Y tenía el orgullo juvenil y casi infantil de verme grande y potente. Y como aquí se suele tener pistola, yo poseía ese arma y así me fue. No me gustaba escuchar un no. Yo siempre debía tener la razón o se liaba. Siempre andaba a la pelea, basándome en la fuerza de mi estatura y kilos. Y estas cosas nunca acaban bien.
Yo, no soy de esos de las películas, los cuales afirman que son inocentes cuando hacen algo demasiado gordo. Prefiero decir la verdad. Una tarde, un tipo rubio que siempre me miraba con poco respeto y que era grandote como yo, se puso a discutir conmigo. De las palabras, pasamos a las manos, y el tipo me atizó dos leches lanzándome contra el suelo. Y desde ahí, empezó a patearme por todo el cuerpo. Hasta que saqué la pistola, le disparé y lo dejé seco. Apareció un coche de la policía, yo huí, pero ellos me seguían y me disparaban. Me paré y repelí los disparos. Dos muertos más. Con el rubio, acabé con tres vidas. Punto.
Me condenaron a cadena perpetua. Sí. A no salir de aquí en mi puta vida. Entré en violencia desatada. La cárcel es el invento más terrible que una cabeza humana ha podido diseñar. No es natural. Te lo quita todo. Hasta el alma.
En los primeros tiempos en prisión pasé situaciones límites. Me pegaba con todos. Con los compañeros del trullo y con los funcionarios. Me metían en celdas de aislamiento de máxima seguridad. Y lo peor, vino después. Cuando me juntaron con los otros presos en el patio. Eso fue un infierno. Me violaron, me obligaron a hacer felaciones, me pegaron unas palizas tremendas, perdí movilidad en un brazo a causa de una de tales palizas, y todo lo imaginable. Y extrañé mucho al amor. Porque no venían mis tíos a verme, ni mi novia Chery. Aunque yo disculpo a Chery. Siempre la querré aunque no viniera o se hubiese olvidado de mí. Cuando éramos novios, yo le decía a Chery que me apretara su uña contra la palma de mi mano en señal de complicidad. Y yo, siempre, cojo cualquier elemento de punta que haga falta y me lo aprieto en la mano. A veces me hago daño. Es mi recuerdo y homenaje a mi chica imposible.
¿Salir de aquí? Ya no lo creo. No creo en nada. Sigo vivo, casi es un milagro, y me da todo igual. Hice varios intentos de suicidio. Pero mi estancia aquí me ayuda mucho a pensar. No creo en Dios. Y cuando lo deje, sé que no hay nada. Lo único grato que hay es cuando desde mi ventana puedo ver al fondo un paisaje montañoso, el sol, las nubes, etcétera. Nada más.
A veces pienso que la inyección letal suavizaría mi dolor, pero es un fin del todo. Y lo que quiero es salir de aquí, porque este sitio no es bueno para la salud de la mente de las personas y en general.
¿Si me he arrepentido de haber matado al tipo rubio y a los dos policías? ¡Pues claro! Afortunadamente, mi violencia y mi capacidad de pensar no entraban en exceso en colisión. Mandé cartas de perdón a los familiares de las tres personas. No obtuve nunca respuesta. Solo sé que odio a la Asociación Nacional del Rifle y a toda esa cultura letal.
Y sobre todo, quiero ser libre. Y el patio no es libertad. Estoy seguro de que yo no haría daño a nadie si lograra salir de aquí, y por supuesto que lo último que haría sería comprarme un arma de fuego. Eso ha ajado y desgraciado mi vida. Si les hubiera dado un palazo, no les hubiera matado. O, quizás sí. Pero una pistola es predominante para matar. Disparas y se acabó. Y te vas a la mierda.
Siempre voy a tratar de escaparme de aquí. Aunque mis posibilidades son más que escasas. Pero debo intentarlo. Ahora ha llegado el maldito virus ese, y veo que a la gente le jode estar unos días metidos en casa. Pues imaginaos yo. Yo no tengo fecha ni espero tenerla. Soy un ser anulado al que han roto el corazón y helado la sonrisa. Estoy pagando bien aquel error, y me siguen pegando y abusando a toda hora. Y además la cárcel es un abuso permanente. Y la perpetua, es peor noticia que una pandemia. ¿Es evidente? ...
-PORQUE NO SÉ SI ESTOY VIVO-
10:31
jose vicente ortí
Lejos andas. Y andarás. Solo eres una voz y una magia. Y un estilo singular. Propio. Y hablamos por teléfono. Sí. Tú y yo hablamos por teléfono. Eres del norte. Y hay distancia. Y estás lejos y no te veré. Y el caso es que me gustaría verte, pero intuyo que no podrá ser.
Vivo en el día, que es lo mejor. Y tú me enseñas alguna foto que otra, porque me dices que tienes gente por aquí por donde yo estoy, y que a veces vienes y todo eso.
Eres muy distinta a mí. Pero eso no es malo. Me dices que en mi Valencia, en verano no hace tanto calor, y yo me río con tus cosas. Y me dices que en Alicante y no digamos que en Murcia, hace muchísima más calor. Y yo te digo que no. Que Valencia en verano es África, y que la mezcla del calor insoportable con la humedad del mar cercano es duro de llevar sin agobiarse. Y tú insistes, ufana, en que no. Y en que no, porque tú conoces mi Valencia y me dices que no sea exagerado y que las cosas no son así. Te confieso que mola disentir contigo.
¿Quién eres tú? Juvenil, de posición holgada, muy tuya, sonriente cuando ves buen rollo, festera, nuevamente sonriente, cantarina, y eternamente niña grande. Con muchos temores e inseguridades para con los hombres. Es lógico. Las heridas queman, marcan y deciden. No pasa nada en balde y sin que se note.
¿Conocerse de verdad? Poco. Telefónicamente todo es limitado. Sí. A veces te imagino caminando a mi lado por el Paseo Marítimo de La Malvarrosa. Es o pudiera ser buena idea. A nuestro rollo. Disfrutando de la mutua compañía, respetando nuestras singularidades, haciendo el vaina, canturreando nuestras canciones, observándonos casi de reojo, pero siempre con el sol de la buena sonrisa como árbitro.
¡Joder!, soñar es gratis. La vida son a veces momentos nescafé. No pienso dejar de soñar. Porque soñar también es vivir. Y me atrae tu porte juvenil, y tu cabello rizado, y tu broma inesperada, y tu actitud de mujer seria a la par que divertida.
Y me gustaría mostrarte las calles más bonitas para mí de Valencia, las cuales creo que no son las que más te gustan a tí. Porque tú prefieres todo el señuelo turístico de la oferta. El Oceanográfico, y toda esa zona nueva y monumental. Y los puentes del río Turia, y tus gustos personales son respetados porque yo también debo ser respetado.
Puedes ser una excelente amiga de móvil, o amiga sin más, o a saber. Porque yo no quiero saber, sino el respirar toda esta cosa de la vida, partido a partido. No eres de aquí, y yo no soy de allá. Creo que cada vez te sorprendo menos y tú a mí. Porque me voy ganando tímidamente tu confianza y esas cosas.
A mí tú me prefieres nada trascendente y hasta juguetón y real. No quieres poses corteses. Y entonces sin duda que soy más yo, y tú lo percibes y aceptas mi voz. Somos más que diferentes. Pero hay un algo que agrada por ahí.
Estoy cien por cien convencido de que nunca te veré, porque será peor. Porque si vienes, te veo, me gustas, nos gustamos, etcétera, entonces cuando más a gusto estemos comiéndonos una paella en un restaurante de cristal al borde del mar, justo en ese momento, tus ojos de realidad comenzarán a ojear de reojo tu reloj para ver a qué hora sale tu tren o tu avión camino de tu cuna lejanísima del norte.
Y entonces centenares de kilómetros volverán a alejarnos. Y te echaré de menos y nadie habrá tenido la culpa cuando partas. Por eso decido no pensar. E imaginar que te conozco nuevamente todos los días que hablamos por teléfono. Porque es lo mejor y lo más inteligente.
-EL SENTIRSE BIEN-
0:49
jose vicente ortí
Se le nota la vocación en el porte y en la actitud. Fernando Simón. El gran jefe médico y epidemiólogo de todos los españoles.
Zaragozano. Profundamente científico. Es evidente que los epidemiólogos como él, parecen vacunados y de antemano contra el miedo. Son aventureros del riesgo. Y conciben la inestabilidad vírica, como algo absolutamente asumible. Vivir también convoca a estas cosas.
Fernando Simón parece un tipo humilde y tranquilo. No da imagen de duro o de jefazo, pero esta sensación es bien engañosa. Porque en situaciones de desmadre y de pánico, el tipo sereno es más que admirado. Aunque se le llame loco temerario por su actitud valiente, en el fondo todo es envidia admirativa.
Simón se doctoró en sus himalayas internacionales, y decidió buscar la aventura de lo inesperado. Estuvo actuando de director en hospitales de Mozambique y Burundi. Fijaos. Irse a África que es uno de los Continentes más abandonados por la medicina, y emprender liderazgos y responsabilidades directoriales en una tierra castigada por el hambre y por la general indiferencia de todos.
Su figura, es la antítesis de lo mediático. Lleva un cabello ensortijado y demasiado largo con abundantes patillas, y su mirada es humilde, cautelosa, y tiene un aire como de mendigo triste o abandonado a su suerte. Fernando Simón engaña mucho con su visión inicial. Tiene una voz baja y suave, siempre serena, casi quebradiza, sedante y rigurosa.
Simón no está ahora en África, aunque seguro que volverá porque necesita explorar y saciar su sed potente de conocimientos. Sabe que está en Europa, en el medio del neoliberalismo como Sistema Económico, y decide asumirlo, al igual que asume el rigor de la velocidad de transmisión de este COVID-19. Que en el fondo, le apasiona porque le permite experimentar con nuevos agentes patógenos. A Fernando Simón le reta lo desconocido.
Lo conocido, le atrae mucho menos. Sabe que tenemos un gran equipo de rugby sanitario y con una técnica y un afán admirables, pero que cuando llegan los neozelandeses "All Blacks" en forma de virus de velocidad de cuadra de Usain Bolt o Carl Lewis, hay que volver siempre a la humildad de las realidades y al imperio de la Ciencia.
Y simón no se anda con zarandajas, ni se mete en líos políticos, y huye con astucia de las preguntas miedosas o de las que no son de su competencia. Es como si nos dijera: -"Venid a África y veréis. Allí siempre es peor ..."
Tenemos en España a un tipo eminente y necesario. Un hombre extremadamente válido y sabio. Porque Simón es profundamente realista, y estos temas de los virus son su vida, como ya demostró con el ébola y el virus SARS.
Hay quienes cargan contra él desde diferentes flancos. Y algún colega le pide hasta la dimisión y todo. No. Simón lo hace bien, porque hacerlo mal no es cosa de un científico sino de un mero emocional. Fernando Simón nunca entra en pánico, y si se pone a toser se va a su casa y se toma algo, y tras comprobar que no es nada, vuelve a ser el gran portavoz de la salud pandémica en España, en estos durísimos días del gran miedo a contagiarse y a morir.
Fernando Simón, sabe lo que es nuestra mentalidad. Nos conoce bien. Y eso que parece tímido y apocado. Solo es una primera impresión. El doctor es un lujo para mi país y para el mundo. Ahora ya se atreve a hablarnos del pico de una curva esperanzadora. Y, sobre todo, nunca espera milagros sino pisar tierra firme y real. Caminar por el sendero del riesgo, no lo hacen todos. Por eso es un necesario valiente. Y no es que no le preocupe la muerte, sino que sabe que para vivir más y más tranquilo debe convivir con virus aunque no sean precisamente amigos, sino canallas letales y juguetonamente contagiosos.
Yo, le he cogido simpatía al doctor Simón. Puede ser el personaje del año en España. Y como no tiene cara de éxito, no lo será. Y entonces otros se llevarán oportunistas sus grandes trofeos de sabiduría. Pero Simón lo sabe. Sabe perfectamente el terreno psicológico que pisa. Y cree en lo obvio, en lo verídico y en lo experienciado.
-Y AMA LA CURIOSIDAD-
11:13
jose vicente ortí
Desierto, silencio, soledad, páramo, monotonía, rutina, más soledad, imperio de la individualidad, buscarse bien buscada la vida por uno mismo, miradas ausentes, carencias, retos y una mismidad.
Muchos senderos de laberinto que pueden desembocar en uno mismo y volver al principio del tiempo. Hay que buscar. Hurgar debajo de las piedras. Sí. Porque piedras también hay en la perspectiva. Quizás debajo de dichas piedras esté la conexión definitiva o parcial de la felicidad.
Ni rastro de los otros. Ni de uno mismo. Ceguera, sensación de inmovilidad, apatía, pereza, estatismo, dudas, temores, los trenes que no aparecen en las vías, y hasta los pájaros parecen haberse vuelto tímidos y piar más bajito de lo normal.
Los viejitos y el pasado. El dolor. El triunfo de la juventud sobre los agentes exteriores. No sé si quiero ser inmortal. Quizás inmortal, quedándome en los treinta años y haciendo trampa. En apogeo perenne, sin que se me caigan las hojas en el otoño, o que me quede inmóvil como una planta sin visible actividad invernal.
Absoluta perplejidad que no bobez. Mutismo de ánimo, barrera en el vacío evidente, precariedad e impotencia. Solo mirando allá a lo lejos quizás pueda verse el mar o la montaña verde y desafiante. Esperanza momentánea cero ahora. Solo veo lo mismo que es poco, todos los días. No me dejan pasar, me dicen sin decir y diciéndolo que soy vulnerable, y entonces solo sigo viendo y evocando desierto yermo y catástrofe de desilusión.
Nada. Esa podría ser una buena definición. Una nada forzada, evidente, contínua, inesperada, triste, abúlica, atronadora, donde no hay cercanías, en donde todo es el miedo al todo, en donde campa a sus anchas el tiempo de la defensa, de la derrota, del no atreverse y del repliegue. Y no me gusta ese repliegue, y entonces solo me queda mi chip de inventiva, y vuelvo a imaginar un desierto en libertad y hasta majestuoso. O, quizás, lo que se siente en una cárcel en estos días de coronavirus.
Esto del confinamiento es una puta cárcel en la que no debes pensar demasiado a corto plazo. Aquí y ahora gana el no lo sé, la incertidumbre, el pánico al hoy y al mañana, y hasta el deseo de cerrar los ojos para poder llorar dormido y sin estrépitos quejicas.
Sí. La cárcel. Me ha venido bien esa idea. Estar aquí metido en casa porque fuera hay peligro, no es una idea del preso sino la antítesis. El interno en el trullo lo que desea es salir de ahí adentro de una maldita vez para poder respirar el aire libre exterior de la libertad.
Ahora, el preso es doblemente preso, porque aunque lograra permiso penitenciario, tampoco le permitirían deambular por las calles salvo por motivos esenciales y de fuerza mayor.
Vuelvo a mí. A muchos como yo. Depende esta soledad de cada universo personal. De cada latido del corazón, de cada momento íntimo y privado. La putada democrática del confinamiento sanitario tiene efectos paradójicos. Te puedes cansar de todo, te puede defraudar todo si no le tiras valor, volverse todo reiterativo y repe, y peligrosamente coñazo.
Hoy pienso que tener salud y viajar, es el paraíso soñado. Dejadme que defenestre a Robinson Crusoe y a la familia del solitario náufrago de Defoe, y que me dé mal rollo la isla de los plátanos y de los cocoteros de los Mares del Sur. Hoy es lo mismo que mi calle.
No hay nada. Buena definición de la soledad, sí. Solo hay aparatos digitales, ordenadores, videollamadas necesarias y de cortesía, y la tele siempre con lo mismo y a la caza y busca de la esperanzadora noticia de la curva de la normalidad, y prácticamente nada más aunque se nos diga que hay mucho.
Mentira. El momento es cero, indeseable, iteradamente individualista, descorazonador, la calle es un peligro, y el abrazo presencial una quimera. Y el beso es una paranoia, y la mascarilla un parche vital, y el desconsuelo lo más normal en este tiempo histórico.
¡Y VENGA A ESPERAR!
6:30
jose vicente ortí
Que no se quede ahí. Dilo todo. O casi todo, o algún todo que te nazca de tí. Estás en una situación difusa, inesperada, extraña, casi imposible; como metido en un sueño negativo y a la vez evidente.
Culo inquieto, ágil y rápido, aventurero y explorador de espacios, y ahora constreñido por unas paredes y por movimientos cortos y restringidos. ¿Qué coño está pasando? ¡No es justo! ...
Sin cines, distancias de un metro en el súper, sin cafeterías de reunión social y habitual, sin bares, sin cenas de amigos, con mayores afectados y finados, con contagios amenazantes como pinchos de pulga, solo, distanciado, lloroso, sin un cambio inmediato, y con mil renuncias inesperadas.
Todo es ahora inesperado y marathoniano. Hay una lucha entre el cuerpo y la cabeza. Porque el cuerpo te pide que cese todo ya, y la buena mente te sugiere que resistas con la valentía obediente y robusta de un estoico.
Las piernas de Mar solo las puedes ver cuando ella decida mostrártelas por el Skype o por la videollamada del chat. Y esas pobres enfermeras superadas por la aglomeración y el agotamiento. ¿Qué es esto? ...
Es muy duro, sí. La incertidumbre tiene estas cosas. Pero debes seguir sacando de tí todo lo que te está molestando. ¡Desahógate! Ahora piensa en que aunque lo estés haciendo bien en el confinamiento, esto es una putada insoportable. Y si decides ser libremente cabrón, te escapas y eso, entonces alguien de la policía te va a cascar una multa que te va a dejar mucho más negativo que antes del intento de fuga camino de ninguna parte. ¿Estamos de acuerdo? ...
Quizás, lo más seguro, es que tengas bien cerca un boli y un papel, para sacar tus putos demonios. Pero si no escribes, no pasa nada. Date opciones y dudas. Regalos. Como ese teclado que te puede llevar a escribir en un blog gratuito un diario sanitario y todo de tí.
Nadie se ha ido, aunque no les veas ni les huelas en persona. Estamos todos optimistamente esperanzados al igual que frustrados. No estás solo en esta batalla. Hay mucha gente que está siendo sometida por el azar a la prueba del reto. De la presión.
Sí. Es una putada que no haya fútbol, ni NBA, ni Champions, ni nada de deportes. Solo son refritos para que sueñes que nada cambió. Pero, sí. Ahora han cambiado muchas cosas. A lo mejor no puedes hacer ni teletrabajo. No ya el trabajo habitual.No. Ni siquiera el teletrabajo. Desde luego, fácil no es.
¡Puta curva del virus! A ver cuándo llegan las buenas noticias. Piensa que no te has muerto ni te morirás, imagínate un soldado con casco ante un enemigo hercúleo y de microscopio. Como si fuera una cita a ciegas con un cabrón o con una dulce cabrona. Existe el placer y el sueño. Nadie se lo ha llevado para no volver. ¡Nunca! ...
El Ministro Illa , "acojona". Habla de picos más altos, y entonces calculas la edad que tienes y ves el planeta protegido por una maldita mascarilla. Mal rollo da la mascarilla. Pero seguramente cada día puedes verla más simpática y con más cara de protegerte. Y en Internet salen tutoriales para fabricarte una. Prueba a ver si te sale un boceto, un diseño o un volumen. No te pongas notas. Sigue, hasta aprender, o hasta que te dé la gana. Pero cuando la tengas, no salgas fuera a hacer el error ...
Sabes que has de abrir alguna espita en tu esperanza. Quizás tengas como yo en el balcón algunos tiestos. Algunas semillas o algo de tierra. Y si tienes plantas, podrás ver si quieres, que a ellas esto del virus se la trae al pairo. Que, siguen sabiendo distinguir a pesar del cambio climático, al invierno de la tenue y silenciosa primavera que comienza. No, amigo. No hay mal que cien años dure. A este virus le quedan los meses contados. El coronavirus lo lleva claro. No sabe con quién se enfrenta.
¡ADELANTE!
12:45
jose vicente ortí
Déjame contarte que sueño con tus manos entrelazadas con las mías mientras paseamos tranquilos por el Paseo Marítimo. En libertad, en curiosidad y en empatía.
Nadie nos ve aunque nos vean. Es una mañana valenciana, primaveral, ilusionada y con olor a azahar. Pero por encima estás tú y tus sonrisas, y nuestro jugueteo particular para conocernos mejor y decidir el futuro.
Rojiza, pelirroja, juvenil, con sandalias de verano, segura y tuya. Sí. Caminamos y casi no nos damos cuenta. Desde la escollera del puerto hasta Alboraia o hasta ni nos demos cuenta de adonde hemos llegado.
¿Por qué no imaginar que las cosas son posibles? Déjame mandarte una carta de arriesgar, de jugarnos los prejuicios iniciales, de juntarnos y de probar. De una continuidad, de un compromiso social, de unos silencios necesarios y de dos respirares plenamente libres y adultos.
Permite que te viva desde mi bonito y hermoso deseo. No digamos nada si nos place, pero déjame que te sueñe y te reclame. Déjame que te pruebe y que tú me pongas en tesituras. Jugueteemos a espiarnos las dudas más recónditas. Hagamos amistad y pareja, decidamos lo que queramos, no pensemos demasiado, y descubramos que el cielo sigue haciendo el mar azul, que la arena es más tentadora que el asfalto, y que la intimidad es más estimulante que la multitud y el jolgorio.
Descubrámonos. Intentemos que nos den la una, y las dos, y las tres. Y las cinco de las tarde. Y apostemos y decidamos vivir la experiencia como hacen las aves al llegar la bonita y hermosa primavera.
Tú puedes ser ese brote que ya se adivina en las ramas de los árboles, en la movilidad creciente de las plantas que entrenan sus mecanismos florales, podemos lo que nos separa, y reguemos con convicción nuestras vidas.
Sí. La playa, el monte, el jardín, la montaña, la natación, la excursión, el viaje y los sentires. Hueles a Cantábrico y yo a la Malvarrosa, y el intercambio puede florecer y prosperar.
Seguramente somos muy diferentes, pero se pasa bien. Lo reconoces hasta tú. Eres dura de pelar, consecuente, cautelosa, prudente, analítica y más que sensible. Pero a mi me da igual, ¿sabes? ...
Prefiero que nos mandemos luego a la mierda si no van las cosas bien, a que digamos que no sin probar nada. Y, sobre todo, que yo pueda ver en tus ojos eternamente juveniles y femeninos que lo pasas igualmente bien, y que se te abren las aletas de la nariz porque respiras agradablemente profundo, y que es posible que todo esto y sin miedos pueda valer la pena.
Soy fueguino y apasionado, pero también dual y eterno corderillo considerado. Puedo ponerme en tu sitio aunque sea de un modo bien distinto y tú igualmente hacer de mí. Sí. Me gustaría hacer de tí, y no pensar demasiado en el pasado ni en las heridas que la vida va marcando.
Regateemos. Hagámosle un caño al no. Penetremos en nuestro mutuo círculo cómplice y dispongámonos a vivir con plenas consecuencias. Mar. La mar. El mar. Las gaviotas y la coqueta lluvia. Y los espacios deseados. Quiero acercarme a los sueños y convertirlos en sonrisas mutuas. Y que tú hables mucho, y que no me dejes meter la parrafada condicionada, y que se te vayan todas las mil dudas que ahora te vienen, y que sigas donde las manos todas las noches, y todos los días y todas las horas, y sin tener prisa de ansiedad.
Te reivindico en un sueño real y auténtico, y exigente, y hasta hermoso y necesario, y valiente, y acogedor, y de cabellos lindos, y de manos suaves y delicadamente femeninas. Y seguro que un día te haré soltar la carcajada más bonita del mundo, y yo sonreiré como un bobo empoderado de mí.
-GRACIAS, DESEO.-
9:52
jose vicente ortí
Insólito. España. 2020. Marzo. Nadie en las calles. Estado de Alarma. ¿Está pasando? Parece inaudito. España sin bares ni fútbol. España con miedo a las enfermedades. ¿Eso no pasaba y pasa solo en África y bien lejos? ...
Confinados. Metidos en nuestros hogares cárceles con la orden de no poder salir salvo a las cosas absolutamente imprescindibles. Asombroso. Mi sociedad es dinámica, festera, libertaria y de culo inquieto. No me busquen para practicar el zen. Y ahora, casi sin tiempo a reaccionar, nos cascan todo esto.
Mascarillas, guantes, cosas inauditas y nunca vistas, hospitales saturados, demoras, contagios, muertes, etcétera. Entre móviles de nueva y mutante generación, parecemos haber vuelto a la Edad Media. El discurso real se llama y es coronavirus, pero ha desencadenado y destapado otros impactos que tienen que ver con la perplejidad y con la sensación de estupor y de que no somos siquiera libres para irnos a la calle cuando nos plazca. ¡Esto es todo un reto! ...
Sí. El Estado de Alarma es realmente un reto. Estar ahí adentro parados cual metidos en un refugio durante una extraña y casi inédita guerra, nos perturba y nos desconcierta negativamente.
Información. Pandemia. Lavarse las manos. Las mascarillas. La seriedad y la responsabilidad, a codazos en el Mercadona para acaparar como locos víveres por si acaso, más estupor, inmovilidad en un atleta velocista, la supresión de muchas actividades, el demoledor trabajo del personal sanitario, la limitación de la movilidad, el desborde de lo previsto, la sensación de caos y de el sálvese quien pueda; el Titanic coyuntural de la Economía de la Globalización.
Nuestras propias actitudes ante estos inicialmente previstos quince días de confinamiento en nuestras casas. No hay cines, ni teatros, ni bares.
Que, ¿no hay bares en este país?, ¿ni Fallas?, ¿ni Semana Santa?, ¿ni fútbol de Liga ni de la Champions?, ¿ni de la NBA?, ¿de casi ningún deporte? ¿Será posible? Y lo jodido es que las cosas son así. El gran cambio inesperado. Solo parecen haberse librado de la morrocotuda sorpresa, los móviles y los ordenadores. Y también la tele. Pero todo es muy distinto.
Nosotros, los españoles, por redes sociales seguimos siendo bulliciosos y celtibéricos. Y todos estos días cuando son las diez de la noche, salimos unos minutos al balcón y aplaudimos el trabajo estajanovista de los médicos y asistentes sanitarios. Y gritamos ¡Viva España! Y entonces nos reencontramos con el deseo, y nuestras sonrisas se abren en alegría de esperanza. Nos rehacemos y nos sentimos orgullosamente vivos y potentes.
Nuestra fuerza española es nuestro ingenio y nuestras raíces. La diversidad de nuestros diferentes territorios nos enriquece en opiniones y creatividades. Nosotros somos partidarios del jogo bonito, pero también de la práctica europea y de las nuevas formas que propone la modernidad.
Aburrimiento, desconexión, ganas de mandarlo todo a la porra, desazón, miedo, y sin posibilidad de hacer planes ni a corto ni a medio plazo. Hemos por narices de esforzarnos, de pensar en porqué seguimos aquí, de creernos a lo mejor de nosotros mismos y de tenernos mucha paciencia estos días.
España es conocida en el mundo porque vivimos hacia la calle, hacia la luz, hacia la risa, hacia las terrazas, hacia los grupos de alegría, hacia la música y la fiesta, y el ocio y la extroversión. Eso es España aunque hay tantas como ciudadanos.
Pero ahora toca estudiar y hacer bien los deberes de mamá Sanidad. Estamos aquí, estamos bien, lo vamos a conseguir, esto solo será un tiempo; esto solo será algo que contaremos a nuestros descendientes. Una triste etapa. Porque nuestra inteligencia se llama optimismo, y en donde el pesimista no tendrá cabida. España tiene el orgullo que nosotros nos damos. ¡Apretemos los dientes!
¡SÍ SE PUEDE!
13:09
jose vicente ortí
Entre risas, buen rollo y amistad. Huyendo de lo trascendente y apostando por el ocio. La cafetería estaba llena de gente, tomando chocolate con churros, refrescos, horchata, fartons y bebidas varias. Tardeando y haciendo compañía de amistad.
Marisa exhibía su cuerpo ya delgado. De mujer todavía hermosa que se resiste a envejecer. Tiene unas piernas largas y bien bonitas. Le gusta lucir su cuerpo, e imitar en lo que puede a los treinteañeros. Confiesa que su juventud pasó inadvertida para ella, y que cuando quiso darse cuenta, ese tren de apogeo ya lo había consumido insatisfecha y con el hombre equivocado.
En un momento de la charla, sumergí a Marisa en el interior de su tiempo perdido para siempre. Y le sugerí hacer un pulso. Me nació la ocurrencia, y ella se puso a colaborar. Compite bien y no rechaza ningún reto. Solo quiere recuperar y más recuperar las páginas de los juegos de su vida. Hasta que el paso del tiempo pueda inaugurar una nueva posición de poder en ella. Su tiempo que anhela y espera entre dudas.
Agarré la mano de Marisa. Y empezó el pulso. Aunque era una prueba de fuerza, yo también auscultaba su modo de ser. Y Marisa hacía fuerza contraria a la mía. Y utilizaba la estrategia de su experiencia. Éramos dos niños grandes jugando a cosas imposibles. Y en aquel pulso había mutua información. Las fuerzas contrarias desvelaban mucho más que velaban.
Ninguno de los dos, ganaba el pulso. Marisa es fuerte y valiente. Y no porque ella quería doblegar la fuerza de un varón, sino simplemente porque es competitiva y grandota, vital, enérgica, y genio y figura.
Sí. Los dos hacíamos fuerza. Y nadie parecía llevarse el gato al agua. Mis acometidas eran neutralizadas por la mujer. Sabía la técnica del pulso. Se concentraba, me neutralizaba, y respiraba relajadamente para prolongar y aprovechar todos sus recursos. No le gusta perder a Marisa. Y a mí, tampoco ...
Estábamos tácitamente pactando un mutuo ataque sostenido. Si lanzábamos arreones violentos, descomponíamos la concentración y perdíamos ambos las posiciones.
Marisa, no se dio jamás por vencida. Y para ello yo volví a coger su mano derecha, y esta vez con decisión, con amplitud; con dominio y con convencimiento.
Ella cerraba los ojos desde sí, y yo me decía a mí mismo que mandaría yo, y que ella debería pasar a tener que defenderse únicamente. Y desde mi posición de convicción, pensé que podía ganarle a la bella fuertota, pero no porque yo fuese varón y ella mujer. Nada de ésto ...
Cuando le gané el terreno, ella seguía defendiéndose con entereza. Pero esta vez fui progresando mi fuerza contraria sin impulsividades y paulatinamente. El convencimiento y la fe me abrían el camino. Y gané a Marisa decididamente. Y ella me miró sonriente y hasta con admiración al perder el juego de nuestro pulso,
Yo, me puse del esfuerzo, más rojo que un tomate. Aunque fue fugaz. No había sido nada fácil doblegar finalmente a su fuerza. En absoluto. Pero yo gané en solidez, y mentalmente logré culminar con éxito una fortaleza similar.
Porque yo finalmente pude ser tan técnico y cerebral como ella. Decidido, pero frío. Empleando toda mi fuerza, pero desde la confianza. Y al ganar, le pregunté caballerosamente a Marisa si la había hecho daño, porque sé que ella es más que cabezota y muy capaz de negar habilidosamente muchas obviedades.
No. Marisa no había sentido ningún dolor. No había podido soportar mi fuerza convencida y progresiva, y eso había sido todo.
Mientras esto escribo, todavía noto cierta contractura en el músculo ganador solicitado. Pero también plenitud más clara en mi personalidad y en mis actos. Y estoy seguro de que el pulso también para ella ha sido un tanto inolvidable. Seguramente no estaba en sus cálculos el perder. Pero lo importante es que Marisa ha vuelto a su juventud por unos momentos.
-SIGNIFICATIVO-