Seguramente, este tema, es uno de los más polémicas ante el que uno se posiciona y aborda. En estos días está de actualidad la posible prohibición de la corridas de toros en Cataluña. Polémica al canto.
Seguramente, el asunto implica muchas más cosas que la agonía terrible de los últimos veinte minutos de vida del bello morlaco. Mucho más. Es, la "fiesta", es España, es un negocio enorme que mueve mucho dinero y muchos puestos de trabajo, las vaquillas no pueden faltar en las fiestas de los pueblos, es atavismo y tradición, es como algo en la individualidad y en el ADN, es algo irracional y al mismo tiempo muy aceptado y consensuado.
Es también, el hambre que lleva a ésto y a no pensar, es el emblema del "machismo" español entre otros, es el universo del matador y de una forma de ver las cosas, es la temeridad de un hombre con una capa ante un animal de seiscientos kilos, es una gran pasatiempo, una gran institución y liturgia, una estética nuestra, una gran costumbre de ocio que se pierde en los siglos del tiempo, es el matar y hacerle perder fuerza a un animal delante de todos hiriéndole, es una aceptación mayoritaria, y en ocasiones, también un rechazo visceral ante estas prácticas.
Aunque desde un punto de vista racional, el tema de los toros no tiene un pase, y en mi opinión a un toro no habría que hacerle lo que se le hace en las plazas hasta matarlo, la cosa se revela como tremendamente compleja en la práctica. El " matador" es una figura con prestigio.
El tema de los umbrales o soportes de lo que es brutal o de lo que no lo es, constituye y se presenta en la dirección de una delgada línea roja. Insisto. El tema son los consensos. Si a gran parte de la gente de los toros le parecen bien, entonces lo taurino estará bien. Y quien diga que no, será vapuleado. La gente lo sabe y suele guardar defensivo silencio.
En Cataluña hay una visión distinta de las cosas, asunto que por ejemplo no se plantean en Euzkadi. En el País Vasco la tauromaquia se lleva bien. Los catalanes, empero, -equis de ellos-, abanderan una posición frontal y crítica ante el hecho taurino. Además, en otros lugares de España, también hay asociaciones que defienden que ésto es mal trato a animales.
Como véis, el asunto es espinoso y complejo. ¿Quién tiene razón y quién no la tiene? Yo pienso, y lo dije antes, que los últimos momentos de la vida de un toro son un aberración y una tortura terribles. Pero yo insisto una y otra vez, que esto es tema de pioneros, de gente con convicción y coraje, y sin duda de confrontación inmediata. Nos guste o no, en los toros hay mucho de nuestra España. Es, de aquí.
Solo vale pues la idea mayoritaria. La aceptación, y los acuerdos. Las probihiciones podrían pasar por provocaciones. Mientras exista la voluntad tradicional, seguirán las corridas y todo lo taurino. Ante la visceralidad y el convencimiento, reprimir se antoja inadecuado.
- Y ASÍ LO PIENSO -