domingo, 28 de enero de 2024

¡ ES EL TIEMPO DE JANNIK SINNER!



Podía ser su momento. Había acabado con audacia con el mito Djokovic, y este gran bautizo mundial parecía destinado más que ligeramente, a su cetro. Es Jannik Sinner. Una de las mejores y consistentes promesas para suceder a Nadal y a "Nole". Constituye una de las primeras posiciones a la definitiva sucesión de los veteranos, junto al últimamente en transición Carlos Alcaraz.

No era empresa fácil superar en el Rod Laver a un fantástico tenista, herido en su orgullo, como es Daniil Medvedev. Ha perdido tres finales en ese mismo escenario.

Medvedev tiene veintisiete años, y sabía que podía ser su gran vendetta. Y salió el ruso. Como un avión, a golpetazo eléctrico de bola, y queriendo acabar bien pronto con los sueños de su pelirrojo rival, el cual nació en la Italia fronteriza con el Tirol y las montañas.

Los dos primeros sets, se los llevó el Daniil con presteza a su bolsillo. A Sinner le venía grande y tímido el debut en plena altura de éxito. Se sentía abrumado por un tenista con más experiencia y con una enorme calidad. Casi a merced del ruso, fallando con más nervios su inicial y evidente endeblez competitiva, azorado frente a la adversidad, y viendo con claridad cómo Daniil Medvedev estaba rabioso buscando el k.o. de la revancha y con la necesidad de proseguir en esa cúspide para no caer en trabas y en posibles decepcionantes declives. Tenis violento, genialoide e impecable, efectivo, y de superioridad en los dos primeros sets. Hasta que aconteció el tercero. El más mental y psicológico. O, uno de ellos. El que te lleva de paseo al fracaso, o viceversa.

Una de las claves del éxito del joven Sinner, es que a pesar de su juventud, es un chaval que no parece jugar a los grandes dramas, y que es capaz de mostrarse calmo aunque la situación pueda demandar la definitiva entrada en crisis hacia la derrota.

En ese tercer set, el italiano sacó del rubor toda su mejor virtud. El italiano no es vistoso a la hora de verle jugar. Es alto, flaco, y hasta un tanto desgarbado. Pero saca de cine, resta maravillosamente, trata de mantener hasta extremos colosales su juego natural, tiene fondo, y no se conoce ninguna faceta de su juego que sea excesivamente vulnerable. Académico, robusto, fibroso, y de cabeza fría y paciente. Es como si no se le fuera a acabar el mundo al perder, o como si supiera interiorizar su contento como un maestro de las emociones. El tenis suele ser fondo y cabeza. Entre muchísimas cosas más.

Poco a poco, el italiano de la montaña, fue rehaciéndose ante su potentísimo rival. Y por el contrario, a Medvedev comenzó a serle más imposible abrir vías de agua en la solidez de Jannik.

El ruso se fue derrumbando, jugando los dos rivales al límite del agotamiento. Y ésta, pudo ser una de las claves. El crecimiento tenístico y emocional de Sinner, empezaba a decirle que no a los deseos ya casi desesperados del ruso Medvedev.

Sinner gozó de su juventud y de su calma concentrada. Sus piernas y su mente funcionaban con toda la seguridad. Su rival, se frustraba leyendo lo peor. Hasta que las últimas bolas del partido decantaron todas las cosas hacia el bravo muchacho de San Cándido.

Ha ganado el Open de Australia. Por vez primera. Cuando ya le tocaba. Cuando ya se daban muchas circunstancias para ese arrollador paso de su Rubicón. Sinner ha ganado. Ha confirmado muchos pronósticos. Ahora es el mejor. El futuro confirmado, a la espera de que Alcaraz salga de su bucle. El ruso deberá tener paciencia para ser el que ha sido.

El mundo tenístico se saca el sombrero ante un gladiador impecable, joven, con un enorme talento, efectivo y sereno. Y tiene por delante al mejor de los escenarios de éxito y oropel. Parece haber llegado su tiempo.

¡Y PARA QUEDARSE!

 

domingo, 21 de enero de 2024

- ROTO. -



Roto, desesperado, derrotado, sin salida, lleno de cuervos de incertidumbre, desnudo, vulnerable, lloroso, sin salud, sin infancia, doliéndole el presente, acojonándole el futuro, sin reír a carcajadas en años, llorando por adentro, sin encontrar un atisbo de rayo de sol breve al caer la tarde, helado de frío interior y exterior, un cadáver andante, un deseo castrado, la perspectiva ajada, la ropa vieja, los armarios vacíos, menos doce, menos once, menos diez ...

Harto de deseo imposible, mirón de muchachas que le dirán que no, tullido, avejentado, asqueado de sí mismo, atrás queda su lucidez y su ocurrencia, hace mil kilómetros que brilló en unos estudios que no le sirven para nada, con dolor de pies y de alma, rechazado, olvidado, manoseado, incomprendido, preguntándose demasiado acerca del porqué de su nacer, casi vomitando, al margen de todos, escorado, acurrucado en su rincón, acorralado, estigmatizado, solo, sin brillar ninguna de sus esperanzas, aterrado de rabia, rictus tensionado en la cara, tenso y ansioso su cuerpo, intentando gritarle al mundo como lo harían los mudos, analógico, de otro tiempo que no ha de volver, callando para que no se líe, amigo de idiotas y ni éso, sin raíces claras, sin unos padres que también fueron olvidados como él entre pastillas y desconexión; entre moralismos rígidos que se autoimpone para apenas poder respirar su vacilante libertad. Menos nueve, menos ocho ...

Juan. Juan Alfonso. Vive donde nació. Pero su barrio ya no existe y es pasto de los buitres de los alquileres y del Sistema. Sin novia, sin chica, sin mujer, sin sexo, sin penetración, sin caricias de seda a lo largo de sus brazos, sin realizar ni el más mínimo de sus sueños, sin libertad, menguando su capacidad de ubicarse en un mundo sólido, sintiéndose cadáver en vida, el calendario hace años que dejó de pasarle páginas, los relojes están detenidos y no parecen querer ir ni con pilas renovadas, y los últimos trenes oxidados que quizás podrían hacerle escaparse a un donde fuera que le hiciera olvidar están llenos de averías, de dolor, de inexperiencias, de muros autopersonales que le estriñen, condicionan, anulan, ciñen, aprietan y capan. Menos siete, menos séis, menos cinco ...

Juan Alfonso logra subir por una escarpada cima, en donde en lo más alto está la posibilidad del adiós. Si salta, todo se olvida. Menos cuatro ...

Pero Juan Alfonso se queda extasiado ante su derrota durante demasiados minutos. Y luego se queda dormido allí arriba. Al despertar, unos lobos le ladran y acechan, le aúllan, y el hombre se deja caer a pesar de su cojera por la ladera de la montaña emulando al gran atleta que pudo ser. No le da la gana ser matado por nadie. Si ha de morir, él decidirá la hora y el momento. Menos tres ...

De milagro ha sobrevivido a la manada canina y salvaje. Pero el hombre ya a salvo, vuelve a concentrarse en su gran vacío interior, y piensa que ha tirado la toalla, que ya todo lo bueno pasó, que los suyos están todos muertos, que él es un pedazo de mierda pegado a un palo podrido, que no existe, que no sabe, que no es, que ya ha tiempo no está, que desapareció de las normalidades, que ya no hay nada que hacer, que vivir es una anécdota absurda, que la lluvia que empieza a empaparle es una caricia que aunque le va a calar y es invierno, no deja de ser un algo. Menos dos ...

De repente, el sonido de un trueno estremecedor le saca de su pensar quasi agónico. Y el impacto de un relámpago le ciega la vista, y los rayos caen a muy poca distancia de su cerebro. Y Juan Alfonso sabe que los árboles de aquel bosque no van a hacer otra cosa que atraer y atraer más tormentas y peligros. Menos dos ...

Juan Alfonso, tropieza y se cae. Nota un dolor moderado y generalizado por todo su cuerpo. Quizás se hayan afectado su espalda y sus terminales nerviosos. También a su pierna que ya no será la que fue. Y decide quedarse ahí tirado. A la intemperie. A merced de quien quiera. Como un vano suicida, que hubiera vendido su dignidad al azar. ¿Menos uno? ...

Un día después, logra levantarse de entre los matorrales. Mira su móvil y no tiene ni cobertura ni batería, y lo vuelve a guardar de un manotazo en el bolsillo. Y en ese momento ve a un niño semidesnudo, aterrado; como la víctima de una violación, desorientado en el campo. Y Juan Alfonso le calma, le toma de la mano, atisba un pueblito y entrega al niño a los dueños de un bar, los cuales llaman a la policía. Juan Alfonso se siente satisfecho. Hacía demasiado que no se sentía así. Sino todo lo contrario.

¡MÁS SIETE! ...
 

viernes, 12 de enero de 2024

- EVOCANDO AL KÁISER BECKENBAUER. -


Cabellos rizados. Sorprendente finura para ser un defensor. Alemán. Del Bayern y de la Selección de Alemania. Franz Beckenbauer. Juvenil en el mítico mundial del 70, y maduro y excelso junto a Vogts, Breitner, u Overath, en la Final del mundial alemán en donde alzó la Copa del Mundo como rutilante capitán. Vogts, había desesperado a Cruyff ...

Substituír al Schellinger extraodinario de los sesenta, no parecía ser reto fácil. Pero el relevo, se obtuvo sin el más mínimo de los problemas. Porque Beckenbauer comenzó de bien joven a demostrar que su fútbol podía ser tan completo y versátil como su enorme personalidad y liderazgo. Técnicamente, era buenísimo.

¡Elegancia! Todos quienes glosan su vida futbolística, introducen en sus retratos este calificativo. El fútbol alemán, también podía ser vals. El atleta, no solo sería veloz, duro o goleador, sino igualmente gentelman, sexy o glamouroso.

El atractivo "Káiser" de Bavaria, era agraciado y mandón. El puto amo, pero sin estridencias. Jugando un fútbol delicioso, casi como la zurda de Overath o la magia felina del gran Sepp Maier.

Beckenbauer leía los pases como nadie. Veía el fútbol con naturalidad, suavidad y oportunidad. Con un sentido de la colocación, insuperable. No solo fue el mejor defensa del mundo, sino que cuando llegaba también al otro área, era mejor que empezaras a preocuparte.

Franz, fue el mejor jugador de Alemania y uno de los mejores del mundo de todos los tiempos. Y, siendo defensa. E inventando la dinámica y brillante idea del líbero auxiliador que arrancaba aplausos cuando convertía el riesgo en su área en una mágica reversión de alegría y sonrisas.

Uwe Seeler, los grandes porteros, los goleadores exuberantes, los defensas atléticos y poderosos, Helmut Schoen, Wesweiler, Latek, los centrocampistas fondistas capaces de correr sin parar atravesando prórrogas sin desfallecer ... Todo se decidió cuando el mítico "Emperador" saltó al campo y cambió muchas cosas con un balón en los pies.

Todo lo anterior del blanco y negro quedaba atrás y menor. Beckenbauer fue el mejor pelotero de esa Alemania siempre victoriosa y competitiva. Su juego podía ser hasta "brasileño". Un alemán también podía darte amenidad y entusiasmo de sorpresa, si ese jugador era Franz. Te podías añadir con él, muchas magias más de divertimento. La victoria germana era previsible. Pero la magia de Beckenbauer quedaba expedita solo para los sibaritas estetas que siempre quieren el algo más de las cosas imposibles. Franz, fue posible. Y se ganó el respeto y la admiración de todos. Fue el gran chico guapo e indiscutible de la mejor película del fútbol alemán. Y todos los demás, a obedecerle y a callar. Pero, todo, ¡con elegancia! ...

Beckenbauer, tras retirarse, estuvo ligado a cargos directivos del fútbol de su país. Y entre el Poder, se dijo que no había manejado los dineros en la buena dirección y quedó acusado.

Ahora que ya,-enfermo y decaído-, el Káiser nos ha dejado, yo prefiero centrarme en su excelsitud como futbolista grande entre los grandes. Beckenbauer es un tesoro que se convierte en mito. Como cuando jugó con el brazo en cabestrillo en la prórroga del mejor partido de la Historia, como fue el Italia-Alemania de Méjico 70.

En ese bar de mi barrio que ya no está, había en su interior un usual televisor en blanco y negro. Ahí, descubrí al gran Franz. A los locutores de voces admiradas glosando a un futbolista excepcional. Hablándole con respeto admirado, rindiéndose a su personalidad, y haciendo caso de su capacidad de ser un lince tranquilo del fútbol, adelantado a su tiempo. Pero sin necesidad de hacer alardes ni estrépitos. Con su sacrosanta elegancia y contención. Con su sabiduría especial.

-DESCANSE EN PAZ.-
 

domingo, 7 de enero de 2024

- EL SENTIDO CARENTE. -



No veo. Soy ciego. Estoy ciego. Nací ciego. Nunca vi. En los primeros instantes, me extrañaban las cosas. Porque los demás sí que se veían entre sí. Y como el tiempo pasa volando, antes de que mi madre me hablara del asunto, yo ya sabía que lo mío no era habitual. Y por tanto, todo fue más fácil y apenas hubo trauma. Lo que hubo, fue realidad.

No lo creerás. Pero descubrir a los otros careciendo del sentido visual, es hasta apasionante. Yo, desde siempre, he sentido una enorme curiosidad por conocer el mundo. Las formas, las dimensiones, las texturas, los rictus, las expresiones, el fenomenal y personalísimo mundo de los silencios ajenos, y tratar de compensar mi tara con toda la exuberancia y fuerza posible.

Con las manos y de niño, tocaba las paredes, y el suelo, y la cara de mi madre, y la de mi padre y hermanos, y acariciarlo todo para así poder descubrirlo y mucho mejor. El tacto me ha ayudado mucho. Que no os engañen. El tacto es más importante o más que el oído o o el olfato. Aunque el oler es muy orientativo, el tacto es matemática y todo el rigor.

Me llamo Sepp y estoy en la cincuentena de la vida. Vine al mundo en la industrial Wolfsburg, y como era tan voraz y precoz en la detección de los conceptos y sucederes, recuerdo que me gustaba sorprender a los míos y levantarme bien temprano. A pesar de que no podía admirar la maravillosa salida de las luces y del sol, yo necesitaba descubrir, imaginar y hasta crear mis propias percepciones.

Fue todo lo físico bastante precoz en mí.  Me refiero al cuerpo. Me hice un joven mocetón, alto y fuerte como mi padre, y genéticamente heredé de él una gran fortaleza. Mi padre era muy grandote, y hasta había sido boxeador amateur. Mi madre fue modelo de pasarela, y cuando le llegaron las primeras arrugas, decidió quedarse en la casa porque temía que mi ceguera me hiciera siempre demasiado vulnerable. Y a ratos, daba clases particulares a los jóvenes inmigrantes que llegaban a mi país. Y así contribuía a fortalecer más la economía familiar. Afortunadamente, nunca tuvimos esa preocupación. Mi padre trabajaba en la Volkswagen, y el dinero llegaba con más que suficiencia al final del mes.

Llevado por mi afán imparable de estudiar y de saber, logré sacarme los títulos de Psicología y hasta de Sociología. Y había algo que no me encajaba. Que al principio, no lograba entender demasiado. Y es, que siempre habían mujeres a mi alrededor. Niñas, más tarde jóvenes, y luego de todas las edades.

La verdad es que los míos me decían que yo era extraordinariamente guapo. Y, además, soy de esos ciegos que no tienen cara de poder serlo. Tengo cara de vidente. Y eso muchas veces es un inconveniente, porque creen que ves, te tratan como tal, y al interpretar mal mi mirada puede ocurrir que crean que eres un mirón o que le estés mirando a los ojos o a las piernas a cualquier persona cuando no es así. Es imposible que sea así. No veo nada.

¿Por qué siempre estaba rodeado de mujeres? Yo, ya lo sospechaba. Pero mi santa madre me lo confirmó. Me dijo que yo era poseedor de una belleza casi salvaje, con mi pelo moreno, mis ojos de color verde, mis labios carnosos, y una prodigiosa y afortunada por otra parte, sonrisa masculina.

A veces, cuando se acercaban mis amigas, invadían mi espacio, y  a alguna y alguno se le fueron las manos a mis piernas, además de las consabidas palmadas de ánimos y afecto, o de los toques habituales en mis hombros armoniosos y atractivos.

Tuve muchas novias. Videntes y no videntes. Se me conocía como "el ciego irresistible", y ello me dio para reflexionar acerca de la fuerza estética y del inicial instinto. Muchas chicas y mujeres más mayores, me decían directamente que les gustaría ser mi pareja o pasar una noche de sexo conmigo. Les daba morbo amar a un cuerpo hermoso sin ser vistas. O, algo así ...

Pero yo era,-y soy-, muy romántico y además exigente. Parecía todo paradójico. Yo estaba ciego,- lo estoy-, y quería un amor potente y verdadero. No quería una dama auxiliar que me guiara por el mundo en las etapas diferentes del crecer y del vivir, sino que la mujer o mujeres que estuviesen conmigo, me quisieran exactamente igual que si estuvieran con alguien que careciese de problemas visuales ni de ningún tipo.

¿Cómo saber si la chica que se acercaba a mí, lo haría realmente por amor? ... Además, yo era simpaticote y me gustaba contar cosas de risa, y tumbar ideas de pensadores y de filósofos a través de mi palique y de mi ingenio. Mirad. Si se reían a carcajadas, entonces las chicas no eran de fiar, pero si solo sonreían despacito, eso era y es señal de que les había hecho gracia de verdad.

Me gustaba ser heterodoxo y un cachondo. Sin hacer daño a los demás, me agradaba que se produjeran situaciones inéditas, porque lo previsible me producía un tedio tan potente que lograba ponerme hasta de mal humor. Por cierto, que no he dicho a lo que me dedicaba y me dedico. Que es, a muchas cosas. Soy profesor, escribo, hago alguna que otra conferencia, y siempre me encanta estar con los amigos. A mi bastón le llamo "Can", y a mi perro guía le bauticé como "Cayado". Así, la gente siempre sonríe al verme. Aunque sé que no me comprenden y piensan que soy un pobre desgraciado, el cual ha tenido la peor de las desgracias. Sé que en el fondo, piensan esto último ...

Me dijeron que había llegado a Berlin, una afamada mujer, de estas personas que afirman poseer dotes de videncia. Y que tal señora, en realidad era una falsa y una bruja, cuyo éxito internacional radicaba en lo extremadamente bella que se presentaba y anunciaba en los medios, y lo sexy que vestía. Se hacía llamar "Srlax".

- "¿Más guapa que yo, Werner?", le dije a uno de mis amigos.

- "¡Más aún!", me replicó el tal Werner, el cual era amigo mío desde la infancia.

Le dije que concertaría una cita de videncia con ella, y aduciría que buscaba un amor, si pronto lo encontraría, y todas esas cosas que se suelen preguntar en este tipo de gabinetes. La verdad es que la tarifa de la sesión con la mujer, era sumamente cara. Pero pudo más mi deseo de experimentar, y llevé a cabo mi travesura aunque ese mes no salí mucho de cenas y me apreté el cinturón.

Nunca he creído en estas cosas esotéricas. Soy de ciencia pura, y en realidad yo quería descubrir qué habría de personal y destacado en la psique de la vidente. Deseaba realmente conocer si era una estafadora al uso, si ella misma se creía sus discursos predictivos, y cosas así ...


Recuerdo su silencio al verme. Totalmente sorprendida. Debió pensar que sería más bajito y mucho más feo, y al principio no supo sino decir:

- "¡Oh! ¿Entonces es usted Sepp? ..."

- "El mismo, señora Srlax ..."

- "¡Encantada, Sepp! ¿Y qué desea preguntarme? ..."

- "Quiero saber si voy a tener pronto ese deseado amor con el que todos soñamos, o si he de esperar mucho aún ..."

- "Y, ¿cuántos años tienes, Sepp? ..."

- "Treinta y dos, señora Srlax ..."

- "Muy bien, Sepp ..."

Me miró largo tiempo. Después, me hizo barajar y barajar, cartas y más cartas. Hasta que finalmente me dijo que parara. Y me habló de nuevo:

- "La causa real de tu ceguera es un maleficio diabólico. Tal fuerte impacto del Maligno te hace no ver nada, y además te da el aspecto de hombre normal y de evidente atractivo ..."

A mí, me entró tal carcajada, que estuve varios minutos sin poder controlarme. La mujer se enfadó, y me indicó: 

- "¡No le consiento que se ría de mí, Sepp! ¡Debe irse y ahora de este despacho! ..."

- "¡Lo siento, jejejejeje, señora Srlax! Pero es que he pensado que igual es que en realidad el Maligno fuese muy guapo y ....  Je,je,je,je ..."

- "¡Fuera de mi consulta! ¡Ya! ¡Adiós! ...!

Pasó el tiempo, y lo gracioso es que la señora Srlax es una de mis mejores amigas. Es inteligente y tiene una excelente sentido del humor. Nunca hablo con ella de temas de videncia. Es importante obviarlo o perderíamos las amistades de nuevo. Un día, me dejó comprobar su belleza con mis manos. Tenían mucha razón los demás al hablar de su enorme atractivo...

Victoria Srlax me gusta. Ni ella ni yo creemos en el matrimonio. Pero todo el mundo nos dice que hacemos una muy buena pareja. Realmente me siento bien con ella, y ella conmigo. Creo que eso es amor. ¡La felicidad!

Somos la antítesis en el modo de pensar y de percibir el mundo, pero a mí me encanta tanto estar juntos que seguro que vamos a considerar seriamente la posibilidad de compartir un hogar. Me encanta eso de ser su poseído favorito ... Ella dice ver más de la cuenta, y yo no veo nada. Pero estar con ella es un encanto real.

Van pasando los años, llevamos veinte gozando de la mutua compañía y placer, y ya no pensamos tener descendencia. Mi madre ya es mayor y no la soporta. A mi padre le cae bastante mejor. Es problema de ellos.

-SRLAX Y YO SOMOS FELICES.-



 

sábado, 30 de diciembre de 2023

- ÁNGELES CABALLERO, TALENTO Y RESOLUCIÓN. -



Ángeles Caballero, periodista, mujer, sin complejos, con ironía y haciéndole carasas a la vida dura de la crispación post pandemia.

En sus apariciones en radio y tele, Ángeles disecciona la actualidad política con rigor y coquetería, y sin apartarse de su sinceridad educada y experienciada.

Dicen que era de derechas y que ha virado a la izquierda, pero es posible que su talento le haya hecho descubrir la importancia de la desdramatización, y a la vez las ganas de contar sin pelos en la lengua lo que piensa porque le da la gana y porque debe ser así, y argumentando con esa voz atrevida que busca con su hilo musical desnudar suavemente tabúes, pero con el cuidado de respetar.

Caballero se ríe pero respeta. Conoce bien España. Su país. Las dos Españas. En su familia, en su mundo, en la actualidad, en su dinamismo, y sobre todo en su más que evidente talento.

La periodista vivió la espantosa pandemia del Covid, y salió brillante del análisis que la hecatombre física y mental produjo en España y en el mundo.

Caballero es selecta y nada partidaria de las mediocridades. Y va, y casi de sopetón le van lloviendo señoras y señores que no parecen estar en las esferas de la política. Y entonces decide que no y que no, y que las cosas no deben ser así. Pero ocurre que son lo que son, y entonces como lo decepcionante y hasta sorprendente no te lo tomes con la distancia que el humor propone, acabas pidiendo la ayuda de esa populista y tan cacareada inteligencia emocional de Goleman. 

Ángeles trata de ser una chica normal, que pudo ser pija y que decidió ponerse en jarras para intentar digerir el mundo del Poder un tanto estupefacta, pero siempre sin perder la sonrisa y sin caer en lamentos fútiles y vanos. Las cosas tienen su porqué, y su lógica, y por muy raras que sean, son. Y desde este talante amable y humanista, la Caballero atiza sin complejos a lo que considera que está mal o que debe de estarlo.

Ángeles Caballero sigue con audacia acelerada y contenida a un tiempo, siendo espectadora de una realidad que a veces le da la risa, pero es una risa que diversifica entre peroratas simpáticas, anécdotas personales amargas con finales positivos, y una gran puntería mediática.

Hoy por hoy, parece que en el mundo de la opinión, se la rifan. Esa barbie alocada y más que brillante, da mucha audiencia no por lo que diga sino porque representa el discurso de la mujer de hoy, liberada y sin el más mínimo de los complejos.

Ángeles no parece tímida ni se echa para atrás cuando está entre todo tíos, o expuesta a retos prime times. No denota temor. Parece poseer la fortaleza hercúlea de una mujer que quiere ser exactamente como las demás. No es poco. 

Libertad, frescura y hasta sexy, su discurso sereno e impetuoso. Una voz y una imagen que atraen. Una atracción que no pierde la elegancia ni se lanza aun pudiendo a la coquetería o a banalizar.

Ángeles Caballero es un personaje que este año ha destacado como pocos, que escribe libros, que no viene de estrecheces económicas pero que es capaz con su sensibilidad de ponerse en la verdadera y franca piel de los vulnerables.

Me la imagino leyendo estas líneas,-como si no tuviese otra cosa que hacer-, y cuestionando muchas de las cosas que por ahí han andado. Riéndose, y halagando con agradecimiento mi piropo favorable a su trayectoria profesional.

Los espectadores vamos a consumir discursos de periodistas de raza, de gente diferente que se atreve y sorprende. Y, sobre todo, cuando su claridad en las argumentaciones parece llevar el freno de la paciencia. Éso, sí. Una paciencia fresca y trepidante, personal, contagiosa, válida, y de mujer que propone atreverse sin temores.

-EXCELENTE PERIODISTA. -
 

miércoles, 27 de diciembre de 2023

- EL METRO Y LA VIDA. -



El otro día bajé al metro. Al sub urbano de Valencia. Desde la parada de Ángel Guimerá hasta la de Seminario. Hacía ya bastantes años que no utilizaba este medio rápido de transporte. Y al hacerlo, nuevamente, evoqué un tiempo tierno y humano a un tiempo. Que, en última instancia, fue vida ...

Tuve bien claro tras separarme del que fue mi marido, que nunca más volvería a casarme, y pensaba que estas cosas del amor a mis pasados cincuenta años, serían algo romántico, papirofléxico, absurdo e innecesario. Yo, tenía toda mi independencia, era profesora titular de Química en la Universidad, y mis dos hijos empezaban ya a salir del nido e iban teniendo su vida.

Yo, me volqué en la inercia de la decencia. Era todo nuevo, maravilloso, extremadamente excitante, me sentía plena y más que segura de mí misma, y sentía que podía ayudar y hacer un tipo de relaciones desdramatizadas y hasta un tanto gamberras y absolutamente vitales y trepidantes.

Mi alumno preferido, era Adolfo. Le llevaba muchos años, pero Adolfo era alto, tierno, entrañable y tímido, competidor, impulsivo y muy atractivo. Yo creo que Adolfo no era consciente de la gran capacidad de atracción que poseía. Algunas alumnas me miraban medio sonrientes y envidiosas, y luego ponían cara de serias para no ser descubiertas en sus sentires reales. Sobre todo, las más atraídas por el hechizo de Adolfo.

No sé cómo surgió todo, pero yo creo que fue una sorpresa mutua. Adolfo era un chaval idealista, que tenía pocos amigos y más amigas. Era sensible sin saberlo. Y más de varias veces, se ruborizaba cuando se daba cuenta de que había podido ir un poco demasiado lejos conmigo, y con todas las cosas que hacía y que le rodeaban. Parecía muy frágil a pesar de su físico poderoso, y todavía con muchos tramos de savia verde que deberían ir madurando.

Un día Adolfo me lanzó que yo era su amor platónico para un estudiante como él. Y recuerdo cómo a continuación le entró una risa nerviosa e imparable. Estaba tan turbado y confuso, que yo le tuve que ayudar. Y decidí mirarle de hito e hito, y acompañar su risa con otra mía que pretendía ser una mezcla de cómplice y comprensiva. Y al cesar las risas, siempre recordaré un potente frenazo del metro, que me hizo caer totalmente sobre Adolfo. No caí, porque el muchacho tuvo reflejos y me sujetó. Y yo le eché mucho teatro al frenazo. Pero nuestras manos quedaron juntas y nuestras caras casi pegadas. Y entonces exageré con que me había asustado y mucho, y Adolfo no perdió el tiempo para completar  el resto del recorrido preguntándome camino de la Universidad si yo estaba bien y si se me iba pasando el susto. Yo, no le decía nada, y me limitaba a sonreírle y a mirarle. Y cuando llegamos a la cafetería del Centro Universitario, le cogí del brazo y me lo llevé hacia una de las mesas. Allí me dijo su nombre, su teléfono, que le costaba mucho la Química, que yo era muy buena profesora, y un poco más y me da su DNI. Yo, contribuí a que esa cercanía fuese natural, provocativa, sensual y práctica a un tiempo. Él se enteraba de mis horarios lectivos porque alguna lista se los chivaría, y dos veces a la semana nos veíamos de vuelta a casa en la Estación de aquel entrañable y rápido tren.

Yo, le decía a Adolfo que únicamente era su profesora, y aquello estaba lleno de chicas atractivas y que se buscase una. Pero la verdad es que no le insistía mucho acerca de este particular. Adolfo era tan tierno, que me gustaba, y mi matrimonio me había enseñado que vivir es mucho más rápido que el propio metro. Que, todo es demasiado y descacharrantemente rápido en la vida, y que lo que nunca hay que hacer es estresarse.

Me cuidaba. Era como si hubiese recuperado la soltería, y aquel lugar estaba lleno de juventud, que proponía retos y aconteceres siempre novedosos. Era alta y me preocupaba por mi figura, e intentaba ser una más de esas niñas larguiruchas que abarrotaban el transporte sub urbano.

Un día, Adolfo me llamó Isabel. Por mi nombre de pila. Y yo carraspeé halagada. Me hablaba como a una compañera, como a una hermana mayor a la que admiraba, como a la orientadora de su vida, y con una desinhibición tal que me hacía sin darse cuenta sentirme una mujer especial.

Lo que pasa es que nunca fui romántica, y me gustaba hasta ser una profesora hueso y Adolfo estudiaba pero esta no era su mejor cualidad. Su pelo era rizado y abundante, su cuerpo el de un oso atleta grandullón, y lo demás que lo explique la satisfacción de la continuidad.

Yo, no me desabrochaba los botones de la camisa para agradar a Adolfo, o a otros muchos niños chicarrones y a algunas chicas resueltas y atrevidas. No. Lo fui sabiendo a medida que iba pasando el tiempo tras mi separación de mi ex. Yo iba juvenil porque me sentía atractiva, hasta guapa, y con muchas ganas de recuperar tiempos que otrora nunca pudieron ser. E iba matando asignaturas pendientes sin percibirlo, pero con una gran satisfacción. Y Adolfo me parecía tan vulnerable, noblote y agradable, que lograba ganarme. Le tenía una mezcla de sentimientos, los cuales iban desde los de una madraza con deseo de protegerle, hasta casi una más que amiga de la Universidad.

Llegó un momento, en el que parecía que la invasión de los espacios no nos importaba, y yo decidí que cuando subiera al metro con este chico, nunca más me cogería al pasamanos aunque corriera riesgo de caer por un frenazo del metro. Porque Adolfo estaba allí, bien cerca, bien pegado, bien ilusionado contándome cosas de la clase y de sus compañeras y compañeros, y mirándome con una credibilidad y un atractivo que merecía fijeza de correspondencia.

Yo, seguía siempre sonriendo muy atenta aparentemente a las cosas que descoordinadamente me decía el joven. Y yo me ponía casi de repente como fingiendo una seriedad que no sentía, porque quería sorprenderle para hacerle divertidos registros de mujer, que él podía desconocer.

Sí. Adolfo me decía que no había barreras, y que a veces era lógico que una profesora y un alumno fueran amigos, y que se dijeran cosas sin segundas ni maldad. Y repetía continuamente que no hay diferencias entre hombres y mujeres, y entre edades y posiciones. Y yo, le matizaba, pero al fin y a la postre mantenía la opinión favorable a su pensar, y le aceptaba con una serena sonrisa sus cosas impetuosas que diseñaban sus hormonas y deseo.

Le tuve algunos años como alumno. Era yo quien le tomaba por el brazo y me hacía la débil físicamente, o le confesaba que ese día no me había puesto las medias y que ello suponía un grave error estratégico porque tenía frío y eso debía ser producto de mis años. Pero Adolfo no estaba dispuesto a aceptar que yo pudiese ser mayor. Y entonces entraba en el juego de la risa, y se ponía a defender a todas las mujeres de todas las edades y con el fin de complacerme y de hacerme sentir una chica irresistible y sin edad.

Me arrepentí el día en que le suspendí una evaluación por vez primera. Todavía me río cuando evoco su cara entre enfadada, desconcertada, traicionada, sorprendida y hasta triste. Adolfo no se atrevía a echarme en cara el porqué del suspenso, pero yo sabía que tenía que ayudarle a desembozar unas ideas que no le salían bien. Le dije que le tenía mucho aprecio y que era muy bueno. Y con la mejor de mis sonrisas, le di un golpecito en el brazo. Adolfo, sonrió finalmente ...

No se atrevió a preguntarme si yo daba clases particulares, y yo decidí no decirle nada al respecto para que la cosa no se complicara. Y vi cómo Adolfo comenzó a estudiar y a estudiar, y era tan impulsivo y cabezota que había festivos que no disfrutaba y se quedaba en casa renunciando a lo demás. El defraudarme, parecía haberle hecho demasiada mella ...

Un festivo le eché valor y le llamé a su casa. Cogió el teléfono y casi se atraganta. Nunca podía esperar una llamada como aquella. Debió cambiarle la cara. Le propuse ir a la playa. Era un día de primavera increíble, y él negó y negó hasta confesar abiertamente que le encantaría.

Me puse muy guapa, desenfadada y breve de atuendo, y ya en la playa mostré mi experiencia y le hice sentir tan realmente bien, que el joven Adolfo me miraba embobado. Y en el metro, me dijo que le gustaría acompañarme a mi casa. ¡Y yo le dije que sería un placer mostrarle mi casa con jardín! Nos había dado mucho el sol ...

Entré en casa, hicimos el amor, y al cabo de una hora se asustó y se fue del lugar sin avisar. Y cuando retomamos el contacto, no paró de pedirme perdón por su osadía, y yo cerré su insistencia con un colosal beso en su mejilla. Y Adolfo guardó silencio.


Pasó el tiempo. Adolfo me huía. Tenía miedo a enamorarse o a que aquello fuera a más. El hecho es que me evitaba. Estaba como preocupado por su inseguridad. Y al acabar el curso y con la idea de darle estímulo, le aprobé. Aunque no fueran justas tales notas suficientes.

Ya no se acercó más a mí. Adolfo tenía una nueva prioridad. ¡Las chicas de su edad! Para así mostrar que se arrepentía de su actitud hacia mí, optó por buscar chicas y más chicas. Le vi hasta con negritas, orientales, rubias, morenas, punkies, altas y bajitas; pijas y de extracción obrera. Pero, siempre que se topaba conmigo, se azoraba y ruborizaba. No decía nada.

Un día se me acercó con una chica de aspecto dulce, y me dijo desde el interior del metro:

- "Esta es Adriana, profesora ..."

- "¡Ah! ¡Encantada, Adriana! ..."

Y esta vez Adolfo no parecía fingir sentimientos. La parejita semejaba estar plenamente enamorada y se besaban continuamente sin que mi cercana presencia pareciese incomodarles. Adolfo sonreía feliz y protector hacia su Adriana. Pero yo no me sentí mal, ni defraudada, ni celosa, ni nada de eso. Asumí desde el minuto uno, que lo más importante era embarcarse en el proceloso y rapidísimo río de la vida. Y seguí con la docencia, y vinieron alumnas y alumnos nuevos, aunque quizás nunca nadie de ell@s me recordó a Adolfo. Lo de Adolfo fue una hoja tierna del libro de mi vida. Y yo seguiré bajando al metro cuando lo precise. Como he hecho hoy. De nada tengo que arrepentirme.

-SINO TODO LO CONTRARIO.-

 

miércoles, 13 de diciembre de 2023

-ASILVESTRADA ... -



Descansa en una casa que no es la suya. Elwa, aparenta que descansa. Su cuerpo y su mente deciden crear la idea de que eso es sosiego.

Y a su lado, no hay nadie. Porque el hombre al que está enganchada, ha abandonado otra vez la cama, la estancia y todo. Desde arriba se oye el motor de un coche. Es el de su fatal amor. Y Elwa, casi desnuda, se asoma al balcón. Y desde allí le grita desgarradamente a su hombre que no la deje así, insatisfecha, acelerada, sorprendida, angustiada, carente. con malestar ...

Elwa sabe que el hombre volverá unas horas más tarde. Pero eso no es suficiente para ella. Sus dos hijos, la miran ya acostumbrados al grito y a lo inesperado. Y tratan de reír por adentro. Son dos niños que van alcanzando con precocidad la adolescencia. Solo quieren jugar a soñar que tienen padres convencionales. Y deciden sonreír metidos ambos en un cuarto coqueto, infantil y tierno.

Elwa mira al frente, a sus hijos, pero es como si no los viera o no les quisiera ver. Son demasiada cosa micro para su espíritu atormentado y lleno de furia. Y la mujer vacía en su gaznate una botella de vino, ingiriéndolo con la pasión de un sediento.

El alcohol logra que Elwa vuelva a caerse dormida en la cama. Y cuando suena el despertador y las primeras luces del día invitan a la responsabilidad cotidiana, Elwa no tiene ese ánimo y sí otras prioridades. Se viste a toda prisa, y baja a la calle camino de donde vive Jorge "el fácil". El tal Jorge, es un camello que le proporciona dosis de heroína parece que bastante pura. Pero el traficante de droga de poca monta se niega a darle la substancia.

- "Elwa, ¡hoy no va a haber nada para tí! ..."

- "¿Qué dices, hijoputa? ..."

- "Je,je,je, Elwa. Solo sé que me apetece ahora que cantes para mí solo como tú sabes, je, je, je ..."

La mujer se levanta la camisa y muestra sus voluminosos pechos operados. Se la vuelve a bajar, y le canta a Jorge. Sí. Elwa le canta. Saca todo el arte que le nace de las venas y del corazón. Se estremece entre su cante jondo y desgarrado. Rompiéndose con arte hasta la última estrofa de su canción sentida y profunda. Y al acabar, Jorge le advierte:

- "¡Menos mal que has cantado! Ahí tienes dosis para tres días por lo menos ..."

Elwa vuelve a casa. Se encierra en el baño. Los niños siguen en su cuarto. La mujer esnifa y esnifa. Una hora después, coge a sus hijos, los prepara, los lava y los lleva al colegio. Le dicen que ya hace más de media hora que ha empezado la clase, pero ella los manda a la mierda.

Vuelve de nuevo a su hogar. Piensa que no le apetece hacer nada, y que puede sacar dinero del banco con la tarjeta de su padre. Elwa siente pánico a las navidades. Pero no le queda otra si quiere estar a la altura. Va a casa de su padre y abre la puerta con sus llaves. Le coge la tarjeta del dinero a su progenitor. Éste, está paralizado de medio cuerpo y no se sostiene ya en pie. Pero la ve, y le da fuerte a su hija con el bastón ...

Elwa se avalanza contra su padre. No puede pensar. Golpea tres veces en la cara al viejo, le grita con la fiereza y frialdad de un ser de otro mundo, pero es muy práctica. La lucha física no es nada, al lado de lo que a la mujer le baila por la cabeza. ¿Y si acaba con su padre? ...¿Y si lo mata y luego se clava el mismo cuchillo? ...

Hay segundos emocionales que son siglos. Elwa le roba a su padre casi todo el dinero. Sabe que él no la va a denunciar. Por dos razones. Porque su padre le tiene miedo, y porque no tiene cojones para defenderse y ganar definitivamente la gran batalla. Y una vez sacado el dinero, tira la tarjeta del banco por debajo de la puerta de la casa de su padre.

Elwa siente que llegan las navidades, que los hijos están ahí, que su amor nunca estará cuando se le necesita, que hay que comer, que sin la bebida y la droga no se puede sobrevivir, y que ahora que ya tiene lo que necesita es hora de ponerse guapa y de sonreír convencida de la felicidad.

Elwa va perdiendo el alma, la seguridad, la fuerza y el poderío. Su mundo es otro. Pero lo defenderá con los dientes de una leona, follará con quien sea, se emborrachará y se meterá dosis.

¡¡ Y QUE NO LA DEN POR SACO !!
 

viernes, 8 de diciembre de 2023

- CINE DE ESTRENO= "ANATOMIE D´UNE CHUTE". -



Más que intensa y extraordinaria película de la directora francesa Justine Triet. Potente, y pensada para los sentimientos y lucha de intensidades.

Alguien fallece, y tres mecanismos de Poder se ponen a funcionar. El Institucional, que marcan las leyes y las disposiciones. El teórico, que trata de resolver desde el método psicológico al uso y sin dudas. Y finalmente, las verdades y los universos internos de los protagonistas del luptuoso suceso.

La actriz alemana Sandra Hüller, interpreta magistralmente a "Sandra", esposa del fallecido. Y borda el papel. Es todo un torrente de sentimientos que acaban produciendo más claridad y efectividad que las pesquisas policiales o las iniciales sensaciones judiciales. Que, todo ...

"Sandra", está arrebatadoramente exuberante de pensares encontrados, humanistas, expectantes, durezas y humanidades. No quiere hacer daño a nadie, ama con locura a su hijo invidente, necesita el sexo como necesidad natural, cree en la amistad y también en la realidad. Es culta y experienciada, siempre vital incluso en los momentos de desasosiego o de congojas y pensamientos tan encontrados como reales. 

El amor. El cariño. Un perro gigantón y buenazo. Los demonios humanos. Las debilidades, los tabúes transitados, la muerte, el frío y la vida. La huída y la dignidad, la entrega equívoca, la disputa, la posesión psicológica, la rivalidad, la discusión, los malos tratos, el intelecto, la inmediatez, el refugio, la nieve a veces terrorífica, las dificultades de adaptación, la mirada y la mímica, la perspectiva desde lo alto, las lágrimas, la casa de la montaña, el peligro del escritor al que la salud le está fallando y le impide crear como quisiera y no aceptar sugerencias de ayuda laboral. Cuando se va cayendo ...

Me gusta el niño que no ve. Porque lo compensa, vivenciando. La vida y la muerte no pueden ser stándarts individualizados sino densos y complejos. Sentimientos a procesar. Pulsiones individuales que mutan a menudo para construir y destruir secuencias y conclusiones que nunca serán inamovibles.

"Sandra", ¿culpable o inocente a la vista de los demás? También hay y habrá una culpa interior, en la cual los jueces no podrán penetrar. El psiquiatra se valdrá de experiencias clínicas, de medicamentos frente a la locura, de sospechas de culpabilidades, de la fuerza de la rutina y de lo cotidiano.

Más allá de los veredictos, estará la paz interior. El suicida decide en primera y última instancia. Y a veces le sobran pastillas y le falta amor. Pero, ¿cómo dar ese amor razonado en las dosis más necesarias? ...

A veces, la confrontación parece inevitable y como un Damocles, en las relaciones afectivas. La recepción del auténtico amor se ve en ocasiones taponada por elementos subjetivos, fofos y de extraña dignidad. El desahogo de la agresión y de la violencia no puede resolver nada en ocasiones. Ni el método psiquiátrico acabar con las negras nubes. ¡Malditos demonios de fatalidad! ...

"Sandra", hace ante la Justicia y el exterior, un desnudo total de los poros de la piel de sus sentimientos. Su voz es acompañada por una integridad que va desmoronando sambenitos y prejuicios. El Abogado General, -interpretado por Antoine Reinartz-, trata de acorralarla para que confiese un crimen, pero toda su energía y profesionalidad se tornará baldía y finalmente ineficaz.

Ya en libertad victoriosa, "Sandra" celebra la vida con todavía más pasión y dedicación. Porque en realidad lo único que aquí vale es la libertad de la conciencia honesta de sentirse bien con un@ mismo@.

Colosal trabajo de Sandra Hüller, la cual solo merece loas y méritos. Dos horas y media de intensidad emocional, de humanidad, de incertidumbres, de bella frialdad ambiental, de decisión y coraje, de talento y de excelencia.

- MÁS QUE RECOMENDABLE FILM. -


 

miércoles, 22 de noviembre de 2023

- DJOKOVIC, ¡EL CHACAL QUE SIEMPRE RUGE!. -




"Nole" resiste majestuoso el paso de los años y con renovado hambre de tenis. Federer se fue, y Nadal se mueve entre sus esperanzas de su último año.

Italia. El Torneo de Maestros. Novak Djokovic se cuida y madura cincelando sus pasiones de ira. ¡Majestuoso! El "chacal" serbio se ve fuerte y orgulloso. A sus treinta y seis años, sigue sacando como un martillo pilón y restando como nadie. Lo había pasado decepcionado con su derrota con el italiano Sinner, y aguardaba confiado vengar tal batalla parcial. "Nole" y su orgullo. Su resistencia física y su  impronta de campeón, el cual sigue sin techo de récords.

Gestos suaves y confiados, físico que no quiere perfilarse al de veterano en formas, una roca inédita, un tenis de fábula y toda la experiencia del mundo.

Djokovic se sigue divirtiendo en los momentos terribles del funambulismo mental. Cuando la mente se erosiona y sale el no de la frustración, en el serbio se abre una magia de confianza y contraataque que mata.

Insisto en que parece haber domado todo caballo, el grito adverso, el juez erróneo, o todos los elementos de la negatividad tenística. Sí. "Nole", sonríe. Es una sonrisa contenida, de placer personal, con esos ojos históricos y picaruelos. Como ese padre protector del Olimpo en el que debes confiar, porque sus rivales le han cogido yuyu. Nunca te sientas ganador si juegas contra este titán de la naturaleza que siempre quiere más.

Es, Italia. Recientemente. En donde estaban los veteranos, las promesas y la proyección de grandes jóvenes estrellas. Ahí Djokovic miró a su alrededor. Era importante ganar al local Sinner, pero finalmente no lo logró. Pero el Masters 2023 aún no había terminado.

Alcaraz confirmó que ahora no cree demasiado en su juego, y el "chacal" olió la sangre. El ruso Medvedev volvió a defraudar. Y Novak se dijo a sí mismo que en este Torneo de los mejores, no dejaría lugar a las dudas.

Y comenzó la gran final. "Nole" mantenía los saques y los movimientos serenos. No le gustaban las decisiones arbitrales, pero protestaba con mesura y sin estrépitos. Porque por encima de todo, quería jugar al tenis. A su tenis. A ese saque. A ese dominio del juego que te derrota mucho antes de lo que puedas pensar.

Lo que ha hecho de nuevo en la Final de Maestros, ha sido un verdadero clinic de portentosa sabiduría. Tomó el mando desde los primeros juegos, y decidió hacerse un pulso a sí mismo. Y su cabeza emuló a la de la Rafa Nadal. Y se dijo para sí que la clave era seguir y seguir. Sin miedos.

Sinner es ahora el mejor tenista tras Djokovic. Pero eso a veces es un reto tan amplio como ser el quinto o el décimo. El "chacal" tiene ganas y le dio una patada elegante a las dudas. ¡No! El Masters no podía tener otro dueño que él.

Y ante algunas pelotas adversas y negativas, el as de Belgrado decidió y consiguió que su rostro se serenara casi sin esfuerzo a pesar de las presiones que este duro deporte propone.

Jugar una final tranquilo y relajado. Sabiéndose ganador de principio a fin. Mandando al Damocles de su edad al infierno del futuro. Coqueteando con el dios Cronos. Sin descomponer la figura. Como un cowboy o un torero. Como quien sabe que gana. Con la grandeza de no bajar nunca excesivamente la guardia. Acompañando a sus golpes colosales con la deportividad de quien se sabe pletórico y feliz. Hasta el último punto del último juego de su victoria. Y, ¡olé! ...

El año empezará en Australia ya con un favorito. Un nuevo año en el gran podio. Novak ha sido el mejor con diferencia en 2.023. Siempre será genio y figura. Nunca un embajador que atraiga diplomacias. Pero todo el mundo sabe, que es uno de los tenistas más maravillosos de la Historia. Unos discreparán acerca de si es el mejor, y otros no. Pero "Nole" seguirá convencido de su orgullo de campeón.

¡QUÉ GRANDE ES!

 

domingo, 19 de noviembre de 2023

- VIAJE DE UN PARDILLO REBELDE. - (PARTE II. )



Segundo día en el Hostal. Mucho silencio. Serán parejitas los de las habitaciones contiguas con baños a compartir. Nos evitamos mucho los unos a los otros. Así va el mundo. A veces es celo de intimidad compartida. O, novietes y novietas. Es mejor el romanticismo del silencio y del misterio. Afuera, siempre hay follón, pero es un jolgorio tolerable y contenido. No nos llevamos mal.

¿A dónde ir un sábado en Madrid, con piernas lesas, sin un duro, y con desconocimiento supino de las distintas líneas de metros y autobuses? A la aventura de la valentía, la cual desecha el agua que amenaza con echar tímidas gotas. Esto es otoño, es Madrid, es suavidad, son ganas, es vida ...

Avanzo tranquilamente por una calle que imaginé que me gustaría. La calle del Barquillo. Es bonita, tradicional, no engaña a nadie, y da muchas pistas si quieres conquistar la Puerta de Alcalá. ¡Ahí está! Se me antoja corta la Gran Vía, y exuberante la calle de Alcalá. Alcalá está para hacer pasacalles cañí y hasta con elegancia. Alcalá abre muchas partes al despistado turismo y te da claves y mil anécdotas. A mí lo que más me gusta es el paisaje urbano: las personas. Por eso es preciso y necesario que yo me lo pase bien. 

La Puerta de Alcalá está en obras, y el Retiro esperando que las rotas ramas caídas a lloro por el temporal, desguacen su magia interior a los turistas intrépidos que invadimos la mañana madrileña. ¿Fotos? Yo no quiero fotos apenas, y sé a lo que he venido en esta quasi extraña escapada de finde. ¡Yo he venido a estar! ... Quedaos con esta frase. Resume bien.

Una chica chino/japonesa y yo, queremos y pensamos lo mismo aunque por razones de idioma y actitud, no nos da la gana decírnoslo. Daría igual. Le echo tema y me voy hacia la moza y bella joven asiática. Va de solitaria heroína avanzada. Tiene andares de discreción y ambición. Es lista.

No sé en qué idioma le digo si puede hacerme a mí una foto en la que se me vea con la Puerta de Alcalá en obras al fondo. La Puerta de Alcalá me abre muchas cosas. La luz, la vida, el descanso, la necesidad y la maldición que le tiro a Netanyahu. La chica oriental sonríe con cara bonita de circunstancias, y me hace la foto. Su respuesta es mueca profidén. Pero yo soy español y la insisto. Le digo mal dicho si ella quiere ahora su foto. Su respuesta no es solo un tajante y definitivo no, sino que pone tierra por en medio. No me extrañaría que en realidad esta joven fuese americana y participante en los grandes torneos del golf mundial. Lo malo es que volvemos a encontrarnos en la closed puerta del Retiro, y aunque yo todo lo disimulo, la china debe pensar que hoy todo sale mal y que encima hay un viejales oportunista persiguiéndola y dando por saco. Nunca hubo ni habrá amor entre ella y yo. Solo es el otoño ocre y evidente de la calle de Madrid. Madrid, es calle. Si eres de Madrid y no eres calle, entonces te falla algo. Las grandes ciudades, necesitan mucha población para disimular que son excesivas.


Estoy casi seguro de que, al principio, Madrid no fue capital de España y por una razón. No tiene un palmo llano y todo son desniveles. De modo, que aconsejo que se haga running en Madrid. Sus beneficios serán mucho más eficaces que en Valencia. Muscularmente, un deportista de Madrid, si entrena, lo tiene todo para destacar y casi sin moverse de su barrio. Casi todo son subidas y bajadas. Por eso intuyo que antes de la invención de los vehículos a motor, el Poder escogió otro lugar para el placer, la ostentación y el sosiego. ¿Valladolid? ...


El día estaba en la incertidumbre. Que si llovería, que si no llovería, y eso en los maduritos influye mucho. Si hay indicios de llover, entonces nadie sale a la calle. En cuanto el panorama meteorológico se despeja, entonces sale toda la grey a granel y a la masa. Fuenteovejuna. No me extraña que en la calle en donde me hospedo, pone que esa es la casa en donde murió el gran Zorrilla. Basta un resbalón y una edad, para llegar tarde a un Centro sanitario. En Valencia hay mucho reumático, y aquí debe haber muchos impactados de huesos y otras zonas.

¡Oh, la calle de Alcalá! Y no digamos el Paseo de la Castellana. Yo, estaba aburridamente indeciso ante el tiempo inestable, y mis piernas agobiadas por la jornada anterior, y me dejé llevar por el deseo suelto: ¡Voy a ver el campo del Real Madrid!... Pero, ¿cómo se hace éso? Iré en autobús a ver. El metro me trauma. Ya tuve bastante acción ayer en el suburbano. Algún bus irá. Preguntaré.

Pero nadie sabe nada, y lo peor que puede pasarles son las dudas. Hasta que finalmente apareció alguien. Nada más y nada menos, que una mujer que andaría más cerca de los setenta que de los sesenta años. ¡Rosalía! Dice llamarse Rosalía, exculpa a los del metro diciéndome que no hay dinero y de ahí el poco personal, y que está segura de que la línea 27 me llevará al Estadio que preside Florentino Pérez. Y me dice más; mucho más. 

Yo, voy conociendo el acento madrileño. Es un hablar claro, y que tiene una decisión. Es suave y puede ser enérgico al terminar las frases. Rosalía se convierte en mi Cicerone, y para ello repite hasta un mínimo de seis veces, que las personas de Madrid son en extremo hospitalarias. Y entonces me dejo llevar y hacer por Rosalía. La mujer me reconoce mi paso tranquilo, y rememora sus tiempos lejanos de amor y noviazgos por La Castellana. Porque La Castellana es mucho Madrid. Es un cacho cachísimo de la ciudad. Hay obras; muchas obras. Rosalía está encantada de realizar su labor. A mí me trata como a un marajá. Me lo está haciendo  todo bien. Quizá, demasiado bien. Se enrolla tanto y quiere que no la interrumpa con la pistola final de mi hablar, que acaba pareciéndome una pesada a la que no quiero ver más, al menos en un tiempo. Me deja en la parada de varios autobuses, y entre ellos el 27 dichoso. No se explica bien, pero se explica. ¿Será que es una mujer sola y que yo la distraigo con mi bisoñez e inocencia? ¿Seré su presa? ...

Madrid son los Andes. ¡Benditos Andes! Aquí hay indígenas de esa zona en cantidades importantes. Que si la parada Cuzco, que si la calle Callao, que si Lima, que si muchas personas de estas latitudes por todos los sitios de escaso nivel económico. Como yo. Pregunto a un indito y me dice que la línea 7 va al Bernabéu. ¡Que le den a Rosalía! ...


El fútbol y la aventura. Frío ventoso. La "ventisca". El 7 está muy lejos para mí del Estadio. Mis piernas y mi cerebro dicen que lo ha jodido todo mi frivolidad. El fútbol solo es templo moderno y decadente. No se sabe si el fútbol es 2.023 o si la pureza de este deporte no fue anglo sino maya. Más que medieval.

La realidad es tozuda. Un kioskero me dice que el campo de fútbol está ahí. Ahí, son quince minutos de reloj. Y, no se ve nada deportivo en el horizonte... ¡Coño! ¡Un ovni! Sigue sin verse nada, pero ahí hay algo alto metálico que son obras de remodelación. ¡No se puede ver desde afuera la fachada mediática en donde pelotea el Madrid de Vinicius o Courtois! ...

No es mi día. Un marginal quiere venderme una camiseta del Real Madrid, la cual habrá robado y que está sucia, por veinticinco euros y con frío. Le digo algo, y me la rebaja a veinte euros. Insisto en que no, y se acuerda y caga en toda mi familia y amigos. Yo no le hago caso. Es pequeñito y yo anchote, y hace frío de preocupación porque estoy cansado y porque ya llevo tres cruces de calles dado que la gente se contradice y me desorienta más. ¿Dónde diablos y por qué no hice caso a la santa mi Rosalía tan amable, gentil, alta, y con una escasa lordosis? ¡Joder! ...


¡De milagro llego a la calle Alonso Martínez! No la sabía ni el conductor del autobús de no sé qué línea. Así que, ¡yo encontré el camino! ¡Solo yo! Y eso que no sé nada de Madrid. Pero se ve que hay mucha especialización, contrato precario, y demasiadas preguntas continuas y recurrentes. El conductor agradece mi intuición de lince. Ibérico, claro ...


Es la hora de comer y no hay nada. En findes, la gente escapa de estos lugares. Hay decadencia y apuesta por otros barrios. ¡Que me lo digan a mí, que lo palpo en el mío de Valencia! ¿Iba a ser esto una excepción? Esto son cafeterías de estudiantes, guiris y gente joven entre semana, y a descansar el finde. ¡No hay nada! Y mis piernas no pueden más.

Y cuando la batería de mi cuerpo marca 23, se produce un milagro. ¡Un bar vacío en sábado de fin de semana! ¿Sueño? ¡No! Es real. Una fabada, merluza, postre e infusión, quince euros. 

Lo estaba pasando tan mal, que no pienso siquiera en los quince euros. Que, ¿si el bar está vacío? ¡Sí! Calentito y vacío. Será por poco tiempo. En seguida llegan grupos de gentes. A mi lado se sientan veinte cuarentañeras, y el mito de que la mujer habla, no se tambalea. Parecen más universitarias, profesoras o algo así. No van maquilladas, están desinhibidas, y entre sus manos hay vasos de vino tinto y cerveza. Apenas comen unas ensaladas. No quieren engordar. Lo pasan muy bien. Ríen y gesticulan casi con apasionamiento. Ellas son felices, y yo estoy preocupado por si podré levantarme de la silla para pagar, y después subir los tres pisos sin ascensor de mi hostal. ¡Mérito y cojones! No queda otra. 

Me meto en mi residencia, me tiro sobre la cama y me quedo frito arriesgándome a que la obesidad se sienta más libre y capaz. Se ve que he roncado. Cuando por fin despierto, no sé si es sábado o domingo, ni me importan mucho ni Madrid ni mi Valencia. ¡Pero he sido coherente tras un día demasiado juvenil e inmaduro! He de medir más las consecuencias de mis actos.

Dicen que no escribo mal, y ahí sigue poniendo que en esa casa murió Zorrilla. Como me de un resbalón estando sin fuerzas, en esta calle habrá muerto un maestro y un alumno. Mañana será otro día. ¡Viva España! Y por la tarde, solo bajo y subo para comprar algo. Una hora nada más. Hago bien. Relajo en lo posible mis articulaciones. Aquí no se muere nadie.

-FUE HERMOSA MI AVENTURA.-


 

lunes, 13 de noviembre de 2023

- VIAJE DE UN PARDILLO REBELDE. - (PARTE I. )



Así se llega antes a los sitios: horadando la tierra. No hay paisaje bonito que mirar. Es necesario que tengamos prisa para llegar a los sitios.

En el AVE hay una tele minúscula que no la puede ver nadie. Además todo es tan rápido que habrán de tirar de cortometrajes. Cada uno se apaña con su maleta, pese dos lápices y un móvil, o pese veinticinco kilogramos. 

En el tren hace frío. Te tienes que abrigar. En la pantalla pone todo el rato que vamos a doscientos sesenta por hora. O más. Pienso en la divertida Fórmula 1. Aquí, el podio es llegar antes. Hoy es utópico. Aunque hay mucho oscuro, y no veo nada más que un árbol en todo el recorrido. Al llegar a Madrid Chamartín, la gran máquina de la ilusión pierde el fuelle, y ya en la estación definitiva aquello empieza a ir muy despacio y se va deteniendo. Demora final de al menos un cuarto de hora. Tan rápido que fue todo el tiempo, para acabar asaltando muchas impaciencias. La utopía, es posible que nunca pueda existir.


Llego al metro, cual paleto en vivencias, a la busca de información. Solo hay auxiliares en la generosidad. Le preguntan a un guardia de seguridad, el cual no ha debido dormir la noche anterior. No sabe nada, ni tiene el menor interés en sacarnos de las dudas. Si eso dura un minuto más, apuesto que un latino de los que veo a decenas, recibe un rascón de porra. Haya paz. Yo voy por las calles del metro sin saber cómo. Una chica tan generosa como esquiva, le mete un click a la máquina de la tarjeta del metro y me cuela. Es la única manera de recargar mi tarjeta muerta. Pero sigo sin saber qué línea es la que debo tomar para llegar a mi Hostal. ¿Qué es la información si no eres de Madrid y no acostumbras a mirar el internet del móvil para intentar acortar complejidades? ...

"¡A ése de ahí!" ... Alguien me dice que un tipo frío y espigado que trabaja en esas cosas, me ayuda y me recarga la tarjeta. ¡Que tenga suerte en la vida y progrese en su trabajo! Lo merezca, o no. Me ha ido salvando la vida "métrica" en mi tierna y extraña tierra conquistada. Madrid me está matando.

Meto mis cansados pies en una línea de metro, e in extremis. El universitario que espera en el andén en el que estoy, me dice que es ese que viene y que falta un minuto para que pase. ¡Oh, gracias! Juventud, divino tesoro. El chico es alto y pijo. Y hay generosidad universitaria en su espíritu. Igual hasta juega en algún filial del Real Madrid o del Atlético. Qui lo sa ...

Voy sabiendo lo que es el metro. Es una reunión de amigos, y la única forma posible de que Madrid no sea todavía más gigantesco de lo que es. Si no existiera el metro, no existiría la sociedad viva madrileña. Han de ser amigos. Ir en metro aquí es caminar juntos, hacer running; competir hasta con deportivo respeto, o cosas así.

Veo a madrileños. De entre guiris, latinos, y demás acentos de la Ibérica. Tienen un porte centralista, bien vestidos, pijos, encorbatados, divinas/divinos, todo parece para ellos esperable y sin mayores sorpresas, y un poco de casticismo de sambenito. Me lo merezco por venir de provincias. Estos chicos se parecen mucho a los que salen en las series de la tele, y ellas parecen futuras Penélopes o Amaias Salamancas. Podrían desde mi visión, dar el perfil.

Me veo en apuros. Estoy diezmado. Añoro algo al mediático AVE de antaño. Un negro integrado me dice que me siente en el asiento que él ocupa, y yo todo nervioso me sale decirle que gracias pero que voy a apearme en seguida. Y son ocho paradas y acabo sintiendo unos apuros que casi no sé disimular. Lo mejor y peor, es que sigue entrando gente al metro. El over-booking hace que el negrito no me vea y me tapen sin querer. Encima que se ha integrado el negrito, va un indeciso como yo y le niego su bonito detalle.

Yo, pensaba no solo que me acordaría del nombre de la parada para bajarme, sino que si no me bajaba en la que era, podía estar cuatro kilómetros perdido y sin fuerza en la selva muda de asfalto. No pasó, y llegué. Me doy un suficiente a mi alegre osadía. No sufro efectos postraumáticos tras lo que me ha sucedido en el Underground de la Villa y Corte, pero todavía vivo apresuradamente el recuerdo de la viveza de la gran capital. El ser humano, es porque sobrevive ...

Al salir de la boca del metro, y tras subir dos o tres pisos de escaleras mecánicas, pregunto a gente que no me hace caso por la calle de mi Hostal. Sostengo que solo me socorren las latinas con cara de españolas, porque lo más fijo es que a ellas les pasó en tiempos lo mismo, y están más sensibilizadas con el desconcierto y el dolor ajeno. Hay un espejo espiritual que se refleja. Dos rubias hijas cañís de mi capital, hicieron como que no me veían. Que la vida las sonría.

La chica que me auxilia, me dice que ya estoy, y que son dos calles más para allá, y otra a la izquierda. Que ya se ve todo. Pero me ayuda con el mapa del móvil de su edad generacional y sin clases sociales, y como no levanta la cara del móvil y solo quiere que mire ahí, me impaciento y le digo con los brazos y manos si es por ahí, y ella entiende que su ayuda no es suficiente ante un exigente redomado. Casi no hay ni un gracias ni un adiós.


Llego al Hostal. No se ve nada de hostal hasta que no estás con la misma nariz delante del número del portal. Llamo al timbre, y me abre la amable y profesional voz de una joven gestora de hostal.

Tiemblo, cuando al subir las escaleras con mis piernas machacadas por el esfuerzo anterior, noto que los escalones son de madera, que se nota el "muec" de romperse, y que me caiga al vacío. Es que parece madera vetusta, caducada, como presa del paso del tiempo o de mi ignorancia. Paso yuyu aunque no pasa nada. La chica me ofrece la modesta habitación sin baño. Me entrega las llaves y me dice que no me preocupe porque no va a haber horarios. Libertad. ¡Utopía! Las piernas llevan la batería al 23%, y aún falta la mitad del día. El descanso debe imponerse. Pero aún no he comido. Bajo y busco un bar. Es, carete. Por lo menos para los que no somos del Centro Motor de la Nación. Semeja universitario. Parece interesante lo que veo e intuyo. Hay ligoteo entre desiguales. Ellas son jóvenes, y ellos están pesadotes tras los últimos licores que les lanzan al exceso. Ellas, se defienden, ríen, y esas cosas.
 

viernes, 10 de noviembre de 2023

- CINE DE ESTRENO= "SABEN AQUELL ..." -



Bien hace el director David Trueba en no ir a las tripas del morbo de un personaje popular que nos hizo reír y mucho. Salía en la tele y en los casettes fumándose un cigarro. Y nos contaba chistes con una seriedad extraña. Y todo el mundo se reía con sus cosas.

¡Eugenio! Interpretado magistralmente por David Verdaguer, y "Conchita" su mujer, de cuyo papel se encarga espléndidamente Carolina Yuste.

Eugenio. Un tipo raro y llano. Alto, delgado y con aquellas gafas peculiares y de su época. Trueba nos cuenta desde la literalidad la época de Eugenio. Su sociedad, su contexto, aquel otro mundo en donde éramos jóvenes y esperábamos cosas.

Una España tradicional, post franquista, extraña, usual, que quería reírse de una vez de algo diferente y distinto. España pugnaba por ser nueva, pero nunca es nada fácil moverse de ahí y cambiar cosas.

La mujer de Eugenio, catalana y de origen andaluz. La chica que aspiraba a ser artista y que fue mujer. Mujer enamorada de un hombre especial. Capaz de sacrificarse a la antigua usanza, de renunciar a muchas cosas, y de nunca perder el humor ni la compostura. Conchita es fuerte, cuida a sus hijos, recibe el palazo del cáncer con resignación cristiana, y siempre saca fuerzas de flaqueza con su voz y su guitarra aunque no tenga la genialidad ni la pegada de un crack.

¡Eugenio! Falleció a los cincuenta y nueve años. Parecía un niño grande y poco valorado. En aquella época había muy pocas posibilidades para salir del blanco y negro de lo conocido, y lanzarse al color y a la bendita locura.

A Eugenio parece que no le gustaba contar los miles de chistes que se sabía, y que acaparaba en sus repertorios y actuaciones. Eugenio era un tipo triste, extraño, práctico, no mostrando su miedo escénico y tragándose sus miedos y su visión particular de las cosas.

Eugenio tenía tal autodestructividad, que no le daba importancia ni fe a sus éxitos evidentes. Eugenio, triunfó como humorista, pero como ser humano buscaba un triunfo imposible que no fuera el amor de su Conchita morena de su corazón.

Catalán, Eugenio. A mucha honra y naturalidad. Y comenzando sus chistes por aquel suyo "Saben aquell que diu ..." Quería ser natural, sin alharacas, ganar pasta y ser respetado.

Lo que pasa es que sus ojos con gafas serían mucho más ambiciosos de lo que aparentaría. Eugenio se hubiera ido por ahí con su amor, por el mundo, a disfrutar, a que no le dieran la matraca con los autógrafos o con la popularidad. Parece que la figura paterna le marcó para mal y no supo reaccionar cuando se le fue su Conchita.

La falta de amor propio no fue óbice para que extrajera una gracia para el chiste, realmente soberbia para un tiempo suyo que en el fondo deseaba salir ya del franquismo, coger el coche todos los domingos con la familia y largarse por ahí.

Es una buena reflexión sobre la cara negra y fou del chiste y de su pregonero. El chiste trata de sorprender en la medida que deseamos la risa sin necesidad de impostarla. No. Los chistes de Eugenio te hacían sacar la novedad de quien quiere disfrutar de la vida y no sabe cómo hacerlo. Eugenio nos empujó hacia la utopía del humor sin hacernos levantar de nuestra silla de casa.

Eugenio no era de tele ni de grabación. Aunque saliera mucho ahí. Eugenio era de sala de fiestas, de sus ojos tímidos velados por sus gafas estratégicas, de dejarlo estar y disfrutar sin querer con la magia de sus ocurrencias.

David Trueba nos describe a un Eugenio literal, descrito, humanote, padrazo de todos y de nadie, caradura y niño, temeroso y amoroso, y haciendo juegos con las palabras y las situaciones, y siendo barcelonés hasta las trancas, y vulnerable, y presa de mil millones de tentaciones negadas que pudieron con su resistencia.

-BONITA PELÍCULA. -